Por Stefan Nellen Uno está acostumbrado a ver personajes en situaciones de alto estrés e inestabilidad psicológica en películas de guerra, terror, y hasta deportes y biografías (en distintos grados de seriedad, claro). Whiplash trae este ambiente de violencia psicológica al mundo del jazz de bandas competitivo y sus escuelas. Andrew Neiman (Miles Teller), un joven de 19 años, estudia batería en un prestigioso conservatorio en Nueva York. Es ahí donde Terence Fletcher (J.K. Simmons) reconoce su talento y lo invita a participar en su banda de jazz, que es la más reconocida del conservatorio. Conociendo mejor a Fletcher resulta ser un personaje abusivo y violento. Fletcher justifica sus acciones, basándose en su búsqueda por el siguiente gran jazzista, el cual tiene que será dado a existir sacando a sus alumnos de su zona de confort. Los insultos que Fletcher avienta a sus alumnos son verdaderamente coloridos, no sólo en su tamaño (ciertos llegando a ocupar varios segundos), sino en su contenido, incluyendo comentarios homofóbicos, racistas y extremadamente personales. Es así como Chazelle logra establecer un ambiente tenso, que no perdona a los que participan en él. Invaluable también es el desarrollo del personaje de Andrew Neiman. Comienza como un muchacho tímido y poco interesante, pero las sesiones con Fletcher lo van transformando. Se vuelve egocéntrico, agresivo y hasta prepotente. Los personajes y sus interacciones no serían tan fuertes sin la buena dinámica que existe entre Simmons y Teller, que además se ve sustentada por una muy buena presentación por parte del primero. A esto lo acompañan un corte de calidad y música, que no sólo contextualiza el conflicto, sino también le da esencia. Uno puede observar una de las sesiones de práctica de Nieman y verá que el corte va al compás con la música, enseñando de varios ángulos su cara y cuerpo sudado y sus manos ensangrentadas por los baquetazos. La música no es cualquier jazz, ni mucho menos tranquilo, sino jazz de big band, con enfoque en la batería, son piezas que aportan explosividad y energía al espectáculo visual. La debilidad de Whiplash radica en la idea de la película. El problema resulta ser que la música termina siendo un aspecto no-esencial de la historia. Se trata en fin de una historia de abuso, de presión psicológica y de trauma. El hecho que se desarrolle alrededor de un aspirante a músico y su profesor no es tan importante. Podrían ser un deportista y su entrenador, una princesa y su madrina o un soldado y su sargento, la narrativa sería la misma, sólo se emplearían distintos recursos para llegar al mismo efecto final. Esto no quiere decir que se ignore todo el jazz de esta película, si por algo resulta novedosa es por el hecho de que uno no acostumbra a ver al jazz como algo tan competitivo y duro para los que lo practican. Desde su primera presentación en el festival Sundance en el 2014, Whiplash sorprendió y ganó aclamo universal. Aunque pudiera haberse tratado de un remake de La Bella y la Bestia con la bestia más bestia, Whiplash está muy lejos de ser una mala película.
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October 2020
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