Por Mateo Granillo «… sobre el mar embravecido, que, ilimitado por todos lados, levanta y abate rugiendo montañas de olas, un navegante está en una barca, confiando en la débil embarcación; así está tranquilo, en medio de un mundo de tormentos, el hombre individual, apoyado y confiando en el principium individuationis [principio de individuación] », Arthur Schöpenhauer, El mundo como voluntad y representación. En el lenguaje de la poesía, en general, las metáforas se construyen mediante una equivalencia, A es B. Se utiliza el mar para hablar de la distancia, se utiliza un portón para hablar de la muerte, etc. Por su lado, en el lenguaje cinematográfico las metáforas son meramente visuales, se pueden dar por yuxtaposición de imágenes, la metáfora puede estar incluso en un mismo plano, los escenarios actúan también como metáforas, el clima, la luz, en fin. Cineastas como Eisenstein y Tarkovski compararon en su momento la forma poética del haikú con la formación de frases cinematográficas ya que estos tercetos japoneses están fundamentados en la observación del mundo. Impactan a los lectores desde la precisión de una imagen. Precisión que debe adoptar el cine al escoger un cuadro y situar en él los elementos. La diferencia esencial que encuentra Tarkovski entre el cine y los haikús es que la imagen cinematográfica, es “la observación de los hechos de la vida transcurriendo en el tiempo […]”. Exactamente ésta es la propuesta de Michaël Dudok de Wit con su Tortuga Roja. Lluvia torrencial. Grandes olas se levantan por todos los rincones de la pantalla, el sonido inunda la sala. En medio de la tempestad la cabeza de un hombre sobresale, toma aire, se intenta aferrar a un trozo de madera. Lucha contra el mar. Es difícil concebir un inicio más metafórico. Un ser humano en medio del mar que lucha contra la tormenta; él solo contra la inmensidad del mundo. A pesar de contar con un escenario idóneo, Dudok de Wit, no cae en la tentación de hacer de su primer largometraje, en colaboración con Studio Ghibli y Wild Bunch, una nueva película en el género de supervivencia sino que a través de un muy sutil y bien empleado paso del tiempo fílmico, en una isla desierta nos retrata las distintas etapas de la vida humana. Haciendo así el tema de la película las etapas de la vida y cómo ciertos eventos nos definen como personas. Los hijos, el adiós a éstos, el envejecimiento. Sus personajes son metáforas de la condición humana. No construye sus particularidades, sino sus generalidades y logra que conectemos con sus emociones en todo momento, en la angustia de estar perdido o atrapado en alguna situación, en estar preocupado por los seres queridos, en el dolor de desprendernos de ellos o en el enojo que nos produce no conseguir lo que deseamos. La isla, metáfora de la vida, nos ayuda también a vislumbrar la relación entre el ser humano y la naturaleza, el mundo que nos subyuga y nos supera en todos los aspectos, que nos puede destruir en cualquier momento, pero también nos permite desarrollarnos como seres vivientes. No hay sentimentalismos. No hay trampas melodramáticas. No hay diálogos donde conozcamos los sentimientos del personaje. Hay una trama llena de acciones sencillas y momentos cotidianos con pocas, pero significativas, intervenciones oníricas. Un guión aparentemente escrito más como poema que como obra dramática o narrativa. Es sumamente difícil, sobre todo en estos tiempos, captar y mantener la atención de los espectadores con películas de ritmo pausado y aún más difícil crear conceptos sin decir palabras, escribir historias sin las clásicas vueltas de tuerca y hacer de una película, una metáfora de la vida. Dudok de Wit lo logra, hace de La tortuga roja un poema visual sobre la condición humana.
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October 2020
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