Por Erick Guadarrama Hablando de actores que se también fungen como guionistas, es difícil no pensar en quien se ha destacado como todólogo en el mundo cinematográfico. Hablamos de Woody Allen, quien es reconocido por ser un neoyorquino excéntrico, fanático de la comedia y la pieza, principalmente. Por quienes no son fanáticos de sus películas; y quienes sí pueden afirmarlo. Para ver al actor-guionista el mejor momento es su temprana Play It Again, Sam o Sueños de un Seductor en las traducciones al español. Pues es el texto que más evoluciones ha tenido en su quehacer como cineasta. El argumento ve la luz primero en los escenarios de Broadway a finales de los años sesentas, para después aparecer en cine a principios de los setentas. Lo más relevante es que el mismo Allen se siente inmaduro para dirigir la versión fílmica, y le pide a Herbert Ross que sea quien tome ese puesto. Pero, ¿qué hace relevante a este texto de otro de Woody Allen? La misión de plantearnos una poética personal desde aquí a adelante. El texto teatral ya se plantea el juego entre el melodrama y la comedia. Allan Felix (Woody Allen) es un cinéfilo que vive una etapa de patetismo tras su divorcio y ha encontrado refugio en las películas de Humphrey Bogart. Un matrimonio de amigos suyos, Linda y Dick (Diane Keaton y Tony Roberts), lo incitan a buscar el amor verdadero, a contrapelo un alter ego suyo se manifiesta en la imagen de Bogart (Jerry Lacy) quien le aconseja sobre como interactuar con las mujeres; un gurú del ligue. Una caótica historia de amor que nos empezara a revelar qué desea Woody Allen como guionista de sus historias. Existen críticas que señalan a Allen como un actor menor que sólo sabe repetirse en todos sus trabajos. Puede ser, pero su magia está en el paquete completo. Pues al aterrizar a un cinéfilo, nerdo, decepcionado del amor, puede ser poco atractivo hasta que aparece el mundo configurado para que este hombre sufra y goce la vida. Una gran urbe cosmopolita (Nueva York en el texto teatral, San Fráncico en el fílmico), mujeres excéntricas y seductoras, buscando locuras, que son conquistadas por un perdedor obsesionado por el amor perdido y el cine de los años cuarenta. Junto a las amistades que confundirán más a Allan sobre qué es para él amar. Ya están configurando un conflicto dramático desde los primeros 15 minutos de película. Más lejano de si Allen es un buen actor o no, sabe escribir buenos personajes. Su complejidad dependerá del mundo al que quiere enfocarse, de dónde quiere mirarse esta vez. Y es grato que no quede en el plano egoísta y aterrice ese deseo en una universalidad humana. He ahí la catarsis de verlo ser él en sus trabajos. Sueños de un Seductor es la prueba de ello. Las ganas de mostrar su opinión del mundo del amor configurándolo a su cosmovisión, funcional en escena y pantalla es el esbozo de labor como guionista, técnico lo hará mucho más universal. Esto se nota cuando la historia va avanzando y lo que encontramos ya no es un Allen disfrazado de nerdo; sino al nerdo accionando ante el mundo injusto y sin amor donde fue colocado. El guionista de quien hablamos también tiene una sensibilidad de la función del cine como cine, al adaptar un texto de escena muy dialogado a acciones de imagen con dialogo. Buscar movimiento de los personajes y volver dinámica la pantalla y no un escenario grabado. Lo que la historia nos va demostrando que son decisiones desde el guion. Allen tiene la fuerza para no renunciar a sus deseos, la clave es reconfigurar el mundo a su antojo hasta que todo funcione a lo que vio en su mente como primer boceto. El hecho de ver la misma personalidad de su parte actoral en sus films se ve verosímil desde el hecho que el mundo que crea está hecho para ello. Él se mira en las películas y se coloca en ellas, tal vez un fetiche, pero que al final es narrativo, dramático y colocado en imágenes claras. Pues las historias cambian, los entornos cambian y es por algo que a pesar de la crítica a sus actuaciones sus historias (escritas, dirigidas o ambas) se han ganado un nicho en las grandes academias y el público de culto. Woody Allen es el ejemplo exacto de cómo se debe escribir una versión de ti sin volverla un panfleto de existencia. Una opinión y parodia de uno mismo; y en Play It Again, Sam está plasmado el cariño que Allen le tiene a Allan y viceversa. El guionista y el personaje real se ven constantemente en el filme para darse ánimos y sin embargo no perdemos la convención de ficción. El autor crea un alter ego para hablar con su protagonista y convencerlo de jugar a la vida. Allen se divierte hablando consigo mismo sin olvidar que habrá un público buscando una historia; sabiendo, como actor, que se necesita un carácter para accionar ante la pantalla. Esta historia refleja la conexión que hoy ponemos en juicio, ¿qué nos aporta un actor-guinista? La belleza de ligar al texto con el personaje con suma facilidad, la libertad de tomar lo personal de una historia pensada a la ficción. No cualquiera puede escribirse protagonista de una tragicomedia, y es Woody Allen quien se ha hecho maestro en ello. Quien nos atrae cada que lo vemos, pues es un personaje complejo al escribirse en tantos mundos como él guste estar. Así no se convierte en una reiterativa y aburrida historia unipersonal, y hace un humano accionando en un mundo dramático y catártico.
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October 2020
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