Por Karen Barrera Shakespeare es, sin duda, uno de los dramaturgos más importante de todos los tiempos, logrando estar presente en cada generación y consiguiendo con ello la adaptación de algunas de sus obras en la pantalla grande. Tal es el caso de Hamlet, creación que ha sido representada en el séptimo arte desde 1948 hasta el año 2000 (por ahora), siendo El rey león una de las más sobresalientes por haberla aterrizado en el mundo de estos felinos y dirigido, en teoría, a un público infantil. No sé qué diría Shakespeare al respecto, pero al menos en esta versión hay menos homicidios e incesto que en la original, pues en esta adaptación, escrita por los guionistas Irene Mecchi, Jonathan Roberts y Linda Woolverton, sólo se vislumbran, en primer lugar, el asesinato de Mufasa, el rey amado y respetado por todos con cuya muerte nos rompen el corazón; y el de Scar, el tío malvado que, por su desmedido deseo de ocupar el trono, convierte a Simba en un cachorro huérfano y dejó a toda una generación con un trauma infantil de por vida. Primer aspecto curioso, ya que Shakespeare no indaga tanto en este drama como en la versión de Disney, quien le da un peso dramático importante convirtiendo, la lucha de Simba contra su tío, en una cuestión más sentimental que política, la pura maldad de Disney. Así, cuando Simba huye por consejo de su tío Scar, al igual que en la obra del dramaturgo inglés, donde Claudio, tío de Hamlet intenta mandarlo lejos para evitar que este cobre venganza; nuestro querido cachorro, encuentra la fiel compañía de Timón y Pumba, quienes cumplen con la función cómica del filme para hacer descansar al público de esta horrible tragedia que aqueja a nuestro protagonista y nos hacen cantar Hakuna Matata al unísono para olvidar que el pobre ha quedado huérfano y está amenazado de muerte. Pasan los años y el ahora melenudo y fuerte Simba, vive una vida hippie donde no debe preocuparse por gobernar, sino únicamente por encontrar gusanos para comer y de defender a su pequeño amigo suricato y al regordete jabalí para que no se los devoren. Es así como se reencuentra con Nala, su amiga leona de la infancia, introduciéndolo en este dilema sobre si debe ser rey o no, y quien representa a Ofelia en Hamlet, sólo que en la versión Disney Simba no asesina a su padre, por lo tanto ella no se suicida y ambos terminan juntos viviendo felices para siempre. Así, entre las canciones infantiles y los consejos de Rafiki, el tan amado mandril cruza con papión, el espectador puede encontrar en El rey león, varios aspectos y retratos del Hamlet de Shakespeare. La unión de la reina con el nuevo rey que, aunque con Disney no fue literal una unión en matrimonio, sí representa a la compañera gobernante del nuevo reinado; el fantasma de Mufasa que, a pesar de que no le pide tal cual vaya y cobre venganza matando a su tío, sí le pide regrese y recupere el trono, y no podemos dejar de mencionar la inolvidable escena donde, por si aún cabía duda del origen de la inspiración de la película, Scar toma el cráneo de un animal con una sola mano homenajeando el tan famoso “To be or not to be”. Disney nos regala, con esta memorable cinta, un final feliz de esta historia llena de traición, venganza y sangre que Shakespeare hizo emblemática, porque, aunque la vida muchas veces no es así, con Walt tenemos la posibilidad de ver los sueños hechos realidad, de ser y no ser.
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October 2020
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