por Mateo Granillo Estamos encerrados en el tiempo. Todo lo que existe está condenado a envejecer y desaparecer; los planetas, las estrellas, las personas, las películas y las sagas de superhéroes. En esta ocasión, los productores de Marvel deciden terminar la saga de Wolverine con una película en una línea del tiempo alternativa. En Logan, nos encontramos en un mundo distópico. Los mutantes están extintos. Y los tres que quedan, son muy débiles. El gran guerrero Wolverine enfrenta serios problemas de salud y alcoholismo, a la manera de los antihéroes de las películas del film noir. Logan debe cuidar, junto con el débil Calibán, al profesor Charles X, genio nonagenario que ahora padece de demencia senil, y es incapaz de controlar sus poderes. El paso del tiempo ha debilitado a estos personajes, de hecho, así comienza el filme, mostrándolos ya derrotados. Sin embargo, la joven mutante Laura interrumpe violentamente el curso decadente de sus vidas, y obliga al héroe -que ya había tirado la toalla, colgado los guantes o en este caso, guardado sus garras- a enfrentar una nueva aventura que lo sobrepasa de manera abrumadora. ¿Por qué nos gustan tanto las películas de superhéroes? Desde la antigüedad, las historias de dioses, reyes y guerreros (ahora, en el siglo XXI, superhéroes), nos cuentan siempre historias de un individuo que, a través de un viaje y una aventura maravillosa, logra superar un gran defecto. En cierto sentido, las historias de superhéroes se parecen mucho a los libros de superación personal. Los espectadores experimentamos un enorme placer al presenciar a nuestros héroes vencer sus debilidades. Nuestra capacidad de empatía, incluso, hace que podamos (casi) vivir en carne propia estas historias. Gracias a que vencemos esas debilidades con ellos, estas historias se convierten en un tipo de placebo para no enfrentar nuestros propios problemas. Pensémoslo bien, admiramos a otras personas por sus virtudes, por su fuerza, inteligencia o belleza, pero nos identificamos con ellas por sus defectos, porque comprendemos lo horrible que es perder a alguien que queremos o la necesidad de ahogarnos en alcohol en una crisis. Con los personajes de ficción sucede exactamente lo mismo. En Logan, la debilidad de Wolverine nos crea una empatía mayor con él que en cualquiera de las otras películas de la saga en las que es indestructible. Es imposible crear empatía si no tenemos miedo por el personaje, si no sentimos su angustia. No podemos identificarnos con personajes perfectos e indestructibles puesto que no somos ni una cosa ni la otra. Una obra sólo puede considerarse una buena obra si es capaz de conectar emocionalmente con sus espectadores, si los valores humanos que encarna son universales. Las historias de héroes y superhéroes son narraciones que simbolizan conflictos humanos. En el caso particular de esta película, el conflicto de Wolverine está entre el amor paternal, y el miedo a la pérdida. El amor paternal se muestra, por un lado, en su relación con el profesor Charles Xavier que, otrora poderoso y sabio, ahora es débil, y está al borde de la muerte. Por otro lado, Logan llega a querer a Laura, la pequeña mutante, como a una hija, y tiene miedo de perderla. Todos nosotros hemos experimentado un miedo terrible de perder a nuestros padres o hijos, que suelen ser las personas que más amamos en el mundo. En este aspecto, Logan trata emociones universales con las que es fácil conectar. “Una obra sólo puede considerarse una buena obra si es capaz de conectar emocionalmente con sus espectadores, si los valores humanos que encarna son universales. Las historias de héroes y superhéroes son narraciones que simbolizan conflictos humanos” A diferencia de las otras entregas de la saga, Logan, tiene secuencias de acción más sangrientas y salvajes que sirven para poner sobre la mesa otro de los conflictos que encarna Wolverine; el ser humano, al mismo tiempo es una bestia. El hombre es un ser con conciencia y escrúpulos que lleva dentro de sí un animal lleno de impulsos violentos. Otro de los temas de la película es la aceptación de uno mismo para poder vivir con esa animalidad. La decadencia de Wolverine también está reflejada en sus atmósferas, pueblos desérticos, y mundos distópicos que recuerdan mucho a películas como Mad Max o There will be blood. La última película de la trilogía de Wolverine apela a la melancolía con una fotografía en tonos cálidos y, como ya es una mala costumbre de las películas de Hollywood, un soundtrack sobrecargado. Después de ocho películas de los X-Men de calidad bastante mediocre, en esta película, Hugh Jackman se despide de su personaje más emblemático. Finalmente, Wolverine llega a su último episodio, uno muy emocionante, y lleno de valores humanos.
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October 2020
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