Por José Luis Ayala Ramírez La relación de King Kong con el cine se remonta a los años 30, con el estreno del clásico dirigido por Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, considerada una de las mejores películas de todos los tiempos. El vínculo entre el gorila gigante y la hermosa actriz Ann Darrow, recreó el mito de la Bella y la Bestia en un filme que combinaba romance, comedia y, por supuesto, lo mejor del género de aventuras, conquistando irremediablemente al público de la época. Con el paso de los años, se han hecho nuevas adaptaciones del clásico que van desde la producción japonesa King Kong vs Godzilla, el filme setentero con Jeff Bridges y Jessica Lange en los papeles protagónicos, hasta el remake del 2005, dirigido por Peter Jackson. Este último no hace sino tomar los mismos elementos que dieron vida a la original, sazonados con toda la nueva tecnología en efectos visuales. Finalmente, así llega a los cines Kong: La isla calavera, una nueva adaptación del monstruo, ambientada en los años 70, la cual comienza cuando un grupo de exploradores y soldados llega a una isla perdida en el mapa donde habita el famoso gorila. Desde luego, llegados a este punto, no se le puede pedir gran cosa a una película como ésta. Los guionistas, entre los que se encuentra Dan Gilroy (director de Nightcrawler), deciden no copiar la historia original para hacer un relato más compacto. Elimina las historias de amor y se va directamente a la adrenalina, a la acción. La película se convierte en algo más cercano al género japonés kaiju[1],lleno de personajes unidimensionales, sin un desarrollo verdadero donde lo más importante es que mientras más grande sea el monstruo, es mucho mejor. “Más allá de ser un mero entretenimiento sin pretensiones, las intenciones de Kong: La isla calavera, van dirigidas a crear una nueva saga fílmica donde se espera un próximo encuentro con otro titán del cine: Godzilla” Los pequeños destellos de buen cine vienen por parte del director de fotografía Henry Jackman, el cual consigue algunos planos bastante vistosos, con un cielo rojizo, atardeceres, tomas en el río, etc. Toda esta parte visual desemboca en un homenaje a Apocalypse now de Francis Ford Coppola. De hecho, guardando las proporciones, hay que ver tan sólo las semejanzas del argumento. En Kong: La isla calavera, los nativos rinden culto a Kong como su Dios y salvador, y la misión de los soldados es eliminarlo. Mientras que, en la película bélica de Coppola, el coronel Kurtz es el líder de la tribu a la que llega, y la misión (nuevamente) de los protagonistas, es asesinar a este “Dios”. Es clara la incapacidad del director Jordan Vogt- Roberts, sobre todo en las secuencias de acción, donde se siente el exceso de CGI, la poca planificación en la ejecución de escena así como un amplio gusto por lo absurdo e inverosímil. De hecho, esto se acentúa si hablamos de casi todas las secuencias protagonizadas por la ganadora del Oscar, Brie Lärson, cuyo papel pasa de ser una simple fotógrafa a toda una heroína estilo Tomb Raider. Más allá de ser un mero entretenimiento sin pretensiones, las intenciones de Kong: La isla calavera, van dirigidas a crear una nueva saga fílmica donde se espera un próximo encuentro con otro titán del cine: Godzilla. Desde luego, ya nada tiene que ver esto con el monstruo que vio por primera vez la luz en el lejano 1933. Al igual que Kong, el cine ha cambiado… lo que antes era artístico ahora es monótono y olvidable. Ningún efecto por computadora o la pantalla verde podrán sustituir esa imagen de un Kong hecho de látex y algodón cayendo en stop motion del Empire State, ese momento quedará para siempre en el firmamento. [1] En japonés “bestia extraña” o “bestia gigante”
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October 2020
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