Por Nat Rivera Hablar de literatura femenina o cine escrito por mujeres genera sentimientos negativos entre la mayoría de las creadoras. Se argumenta que “no existe una esencia femenina que determine una diferencia tajante entre hombres y mujeres [y que] la afirmación de una literatura femenina significa tomar posición a favor del pensamiento de la diferencia”.[1] Por supuesto que la buena escritura no depende del sexo, sino del oficio. Sin embargo, considero que existen situaciones que determinan la manera en que alguien ve el mundo y con ello, desde qué posición escribe y qué preguntas formular dentro de sus historias; ser mujer es una de ellas. En Tenemos que hablar de Kevin (2011), LynneRamsay elige filmar la novela homónima de la escritora Lionel Shriver. En esa historia, ambas creadoras cuestionan qué tan responsable o culpable es o debe sentirse una madre cuando su hijo se convierte en un asesino. Y por otro lado, nos hacen pensar en qué tan honorable es una sociedad que valida el castigo público a una mujer por los actos de su hijo Kevin, un adolescente de 17 años que asesina a varios compañeros dentro de la escuela. Como diría Foucault, “Es feo ser digno de castigo pero poco glorioso castigar”. ¿Se es culpable de amar a un hijo? Ramsay cuestiona la maternidad al presentarnos a Eva, una mujer que nunca estuvo convencida de ser madre y se siente culpable del placer que vivió antes del embarazo y al cual renunció por cuidar a un hijo con quien le es imposible entablar una conexión emocional, más allá del odio. Durante toda la película vemos las imágenes de los pensamientos de Eva, todos enmarcados por el placer, el cuerpo, el castigo y la culpa; tópicos sobre los que se articula esta historia. En esta selección de recuerdos vemos el momento en el que fue concebido Kevin, durante la tomatina; el desazón de Eva durante el embarazo; el dolor del parto; la imposibilidad de congeniar con su hijo cuando este apenas tiene meses de nacido; los múltiples intentos frustrados por acercarse a él; y el intercambio de golpes entre ambos. ¿Se es acaso culpable de no querer a un hijo? ¿fue esta culpa lo que le impidió detectar los focos rojo (el asesinato de una mascota y la pérdida del ojo de su hermana a causa de un accidente)?, ¿o fue el padre que solapaba y siempre culpó a Eva de las actitudes del niño?, ¿hasta dónde un padre es responsable de los actos totalmente premeditados de sus descendientes? ¿Por qué validamos el odio? El castigo y la venganza son otro elemento de la historia. Las madres de los chicos asesinados actúan bajo la premisa “que no hay venganza sin sangre”. Y se encargan de recordarle a Eva que no podrá tener una vida normal, mientras ellas estén vivas. Casi nadie, en la pequeña ciudad, se atreve a hablarle, si no es para abusar de ella o recordarle con la mirada o con golpes el pasado.Ni siquiera los vecinos. Lo que demuestra lo importante que es para la sociedad mantenerse alejado de los que considera los “malos”.Si intercambiamos palabras corremos el riesgo de que los demás piensen que somos como ellos. La necesidad que tiene una sociedad decadente de mantenerse del lado de los “buenos”. Prefiere condenar a Eva y aislarla, que reflexionar acerca de cómo nos hemos construido como humanidad. Pero quizá no todo sea malo. En la película Eva consigue un trabajo. Y en uno de esos finales agridulces característicos de Ramsay,luego de dos años, Eva por fin se atreve a preguntarle a su hijo: “Quiero que me digas ¿por qué?”. Kevin responde: “Antes creía saberlo, ahora no estoy tan seguro”. Y es que, a veces, uno se las arregla para arruinarse la vida sin saber el porqué. Ante esa fragilidad de Kevin, Eva descubre que su hijo no es un monstruo, y nos deja entre ver la posibilidad de que después de todo podrán encontrarse en algún punto, luego de la tragedia. [1]Instituto de Estudios Latinoamericanos, Literatura femenina, disponible en http://bit.ly/1SXeNYj (consultado: 16 de enero de 2016)
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October 2020
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