Por Carlos Tello de Meneses Aunque muchos podrían no estar de acuerdo conmigo, la escena más conmovedora de Inside Out (la más reciente obra maestra de los estudios Pixar) no es la muerte y sacrificio del amigo imaginario Bing Bong sino la confesión de tristeza de Riley. Cualquiera que alguna vez haya batallado con sentimientos de depresión puede dar fe de esto. Admitir ante los demás que uno se siente triste es de las cosas más difíciles que se pueden hacer en una sociedad donde la tristeza misma ha sido estigmatizada. Desde los años 80s la sociedad moderna se ha encaminado hacia la deificación de la actitud positiva. “Créelo y sucederá”, “Ignora a los críticos”, “Sé tú mismo no importa qué”. Frases de este tipo han pasado de ser pegatinas en automóviles a mantras que dominan el pensamiento y actitud de una persona. No hay nada de malo con tener un actitud positiva en si mismo pero un derivado común de esto es la demonización de aquellos sentimientos percibidos como negativos. “Si te sientes triste, es tu culpa porque no estás pensando positivamente” “Cuando Dios cierra una puerta, él abre una ventana” son el tipo de cosas que alguien le diría a cualquier persona que admita su tristeza o depresión pero estas en lugar de hacer sentir mejor a una persona sólo logran mostrar el nivel de incomprensión sobre esta emoción. Fuera de que las emociones son experimentadas por las personas en formas diferentes, las funciones estas son universales. En especial el de la tristeza. Los creadores de Inside Out usan esta función como el centro emocional de la película. Usando dos historias paralelas, la de Riley y lo que sucede dentro de la cabeza de ella. Docter y compañía construyen un tapiz de emociones y sus interacciones. La mayoría del tiempo la pasamos dentro de la cabeza de Riley, desde los ojos de las cinco emociones que controlan sus acciones: Disgusto, Ira, Miedo, Alegría y Tristeza. Cada vez que Riley está feliz, Alegría está en el control. Cada vez que está en peligro o asustada, Miedo lo está y así con los demás. Cada emoción aportando su grano de arena para mantener a Riley no sólo viva, sino saludable. Un trabajo de cooperación funcionando en aparente armonía. A excepción de una: Tristeza. Cada vez que ella hace o toca algo los demás tienen que intervenir porque ¿qué ventaja tiene para Riley el estar triste? Ninguno de ellos entiende el por qué está ella ahí. Ciertamente no lo entiende Alegría, la líder de las emociones en Riley. Pero todos la toleran y la dejan estar ahí. Mientras la mayoría de las memorias, sobre todo las memorias centrales (aquellas que definen la esencia de quién es Riley) sean felices no hay ningún problema. Todo cambia cuando Riley y su familia se mudan de Minnesota a San Francisco. A nadie le gusta este cambio. Desde que llega a San Francisco Riley se encuentra con decepción tras decepción. El liderazgo de Alegría se ve de cierta manera mermado a pesar de que ella trata de mantener su “actitud positiva” pero las circunstancias lo evitan y Riley cada vez se encuentra menos y menos alegre hasta que pasa algo que nunca antes había sucedido: Tristeza convierte una memoria alegre en una memoria triste. A los ojos de Alegría, Tristeza ha contaminado algo sagrado y empieza el conflicto real. Al tratar de detener que se solidifique esta emoción como un axis emocional de Riley, Alegría desestabiliza todo el sistema y acaba obligándolas tanto a ella como a Tristeza a buscar su camino de regreso al módulo central de emociones. Inside Out podría parecer un melodrama a primera vista, sin embargo no lo es. Aunque definitivamente hay un choque entre la actitud happy-go(forever)-lucky de Alegría y la maniaco depresiva de Tristeza, al final de la película lo que se alcanza es una síntesis de ambas posturas, se alcanza un nuevo equilibrio. Este proceso de tesis-antítesis-síntesis es característico de la tragicomedia. Alegría descubre que el balance entre ella y Tristeza (y las demás emociones) es necesario para la salud emocional de Riley. Por eso lo que se muestra como consecuencia principal de las acciones de Alegría no es un estado de tristeza perpetuo sino una parálisis emocional, un desapego completo y gris que vuelve a Riley un cascarón vacío. Ese es el verdadero peligro de la depresión, un entumecimiento de las emociones que deja a sus víctimas congeladas, inmóviles. Una de las escenas más demostrativas de esto es cuando Tristeza consuela a Bing Bong. Tras perder el carrito espacial que Riley y él usaban en sus juegos, Bing Bong comprende por primera vez que su función ha dejado de existir. Esto lo lleva a las lágrimas y Alegría no puede encontrar la manera de lograrlo animar. Es ahí donde entra Tristeza. Ella se sienta junto a Bing Bong y escucha, pero sobre todo, entiende. En una sola escena se nos ilustra el verdadero valor y función de la tristeza: empatizar. Es una señal para dejar saber a aquellos que nos rodean que no estamos bien. Por eso, cuando es obligada a ser guardada se convierte en una bomba de tiempo. O la dejamos salir o nos corroe por dentro. Esta idea es reforzada por el arco de Riley. Desde que llega a su nuevo hogar sus padres le piden constantemente que sonría, que no se deprima, que se adapte. Todo como promesa de hacer la transición más sencilla pero al final se demuestra lo contrario. Mientras más le es obligado a guardarse peor se siente hasta que, en un acto de desesperación, decide escapar de casa. Lo único que la detiene es la admisión de sus propios sentimientos. Cuando Alegría deja a Tristeza tomar control por primera vez y le permite a Riley desembocar sus emociones. Al verla ahí, parada en frente de sus padres dejándose llevar y confesándolo todo es difícil no sentir todo el peso de su tristeza. Es difícil no empatizar. Es difícil no comprender.
|
Archivo
October 2020
Categorías |