Por José Luis Ayala Ramírez La búsqueda de un ídolo caído, un desconocido idealizado, el único contacto con una figura ausente que parece trastocar un contexto familiar reinado por el vacío. Güeros, co escrita por Alonso Ruiz Palacios y Gibrán Portela (guionista de La jaula de oro), esa una oda al cine francés de los años 60, un road movie que , aunque más soportada en la belleza de las imágenes, se da el lujo de una estructura sencilla capitulada con diálogos hilarantes y personajes simbólicos que radiografían a una generación mexicana atrapada en una sociedad apaciguada y una revolución contenida. El ideal atrapado en el sueño de la pseudo revolución. La historia de un grupo de jóvenes que van en busca de un legendario cantante de rock por toda la ciudad de México se apoya en una ambientación que puede atravesar los límites de la temporalidad. Aparentemente estamos 15 años atrás, pero todo parece actual y vivido. El tiempo se rompe, se divide, se alarga. No hay tiempo, sólo lugar. La ciudad, la capital. Los personajes se desarrollan bajo un tópico visto antes en Y tu mamá también o Temporada de patos, la lucha por y contra la madurez. Odiseas de adolescentes que buscan la adultez y de adultos jóvenes que desean permanecer en ese momento de sus vidas. Una metáfora de nuestros días, el estira y afloja del cambio, de una revolución en constante stand by, de jóvenes que desean un cambio pero que a su vez se quedan clamando por él sin moverse de lugar. Otro punto a favor de la estructura narrativa de Güeros son sin duda esos diálogos que logran hilar una aparente serie de viñetas y situaciones que ocurren sin una conexión aparente en el filme. "Filmas en blanco y negro, pones dos actores prietos y ya creen que están haciendo cine", este es uno de los diálogos presentes en la cinta y que muestran el lujo que se toman los autores para hacer una autocrítica, un mofa hacia el cine mexicano y el cine de “arte” por sí mismo. Una carga ácida que invita a la reflexión. Cada plano secuencia, cada close up se armoniza con los diálogos para profundizar en el tema de los “güeros” y rellena los huecos del metraje. Dinamismo más que ser algo pretencioso. Encuadres que se acompañan de evidentes respaldos textuales, imágenes sugeridas por un guión bien escrito. A eso agregar la música que le da un plus atmosférico para la empatía y potenciar las situaciones dramáticas plantadas. Boleros por doquier, una nota nostálgica compatible con el blanco y negro de la fotografía. Güeros, ganadora de Mejor ópera prima en el Festival de Berlín de este año, es quizá, el filme de mayor trascendencia dentro del cine mexicano desde que Amores Perros y la dupla Iñarritu-Arriaga irrumpiera en las pantallas. Esta vez, quizá toque el turno a Ruizpalacios y Portela de dar savia nueva al cine de autor más arriesgado y crítico en un momento donde el ideal está perdido, la revolución está enclaustrada en cada uno de nosotros.
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October 2020
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