Por Karen Barrera Dos personalidades completamente diferentes se ven obligadas a pasar juntos un par de días a pesar de que se detestan y darían lo que fuera por estar en otro lado, ¿el resultado?, caen completamente enamorados haciéndole creer al espectador que cualquier diferencia puede ser superada gracias al amor. Comedia romántica estructurada por todas las de la ley como tal, y con el final feliz esperado de que ambas parejas protagonistas, las de las hermanas Higareda, terminen juntos, felices y además enamorados mágicamente tras pasar un tiempo, casi obligados, juntos. A + B = C. La misma fórmula, la que no falla, la que no tiene pierde y garantiza que las parejitas, que apenas están saliendo y acceden a la película escogida por el otro sin chistar, irán a ver. Tradicionalista o cliché, el que mejor les parezca que describe al exitazo Cásese quien pueda, porque a pesar de todos sus pesares fue un taquillazo que la mayoría de los mexicanos fue a ver así sea de calidad dos estrellitas o cinco. Entonces, ¿cuál es el problema?, por supuesto que no es la fórmula, cientos y cientos de especialista han registrado en más de un libro de cine y escritura que “chico conoce a chica y se enamoran a pesar de que lo niegan y se resisten” es la base de una historia romántica que además nos puede arrancar un par de carcajadas. El asunto radica en ¿será una buena historia?, ¿realmente me harán sentir enamorado y con esperanzas al salir del cine?, o será otra mala telenovela con la que no me siento identificado y sólo me hace pensar seriamente en nunca soltar Netflix. La respuesta es, vamos, la escribió Martha Higareda. Y no es que el hecho de ser una de esas actrices cuyo papel de chica fresa medio chistosa ya no se pueda desprender de cada uno de sus papeles, la convierta en un horrible escritora, en realidad, ni siquiera llega al título escritora. Se nota que repasó sus apuntes y el a + b= c le queda claro, pero, a diferencia de las matemáticas, saber la formula no da siempre el mismo resultado. Además de que la historia no cuenta con originalidad, los “chistes” no son graciosos y pasan los minutos del filme con diálogos planos que, lejos de darle esa magia que caracteriza a las buenas comedias románticas, parecen de relleno sólo para asegurarle al público que sus personajes tienen lengua. Nos vemos rodeados de gags que, podría asegurar, atraparon a los conocidos de las Higareda en una situación similar en la que se encuentran los empleados ante sus jefes cuando estos cuentan un chiste, ja ja ja ja’s políticamente correctos para no herir la susceptibilidad de las actrices y zafarse de una conversación incómoda. Y bueno, no es que se les critique por el resultado, vendieron y eso es lo importante ¿no?, digamos que el Oscar no era el objetivo. Después de todo escribir no es fácil, es decir, cualquiera puede tomar un papel y pluma y trazar cada letra que se le ocurra, pero para quién será, o a quién podría interesarle, qué sentido tiene, realmente inspirarás a alguien, ya no digamos para cambiar algo en su vida, sino para volver a ver una película mexicana o sólo fomentarás la piratería. Octavio Paz mismo lo decía, “escribir un solo párrafo representa todo un desafío para mí, y eso no te ocurre es que no lo estás haciendo bien, con toda la entrega que aquello representa”. Se trata de que las letras te asesinen a ti y no tú mismo asesinar a las letras, a tu historia, al cine nacional o a las ganas del público de volver a ver el tan etiquetado Cine mexicano. Dejamos el autoengaño a un lado, aceptémonos tal como somos y hagamos con lo que tenemos la diferencia. Está bien si me apasiona cantar y lo realizo con todo el sentimiento del mundo, pero bueno, sólo lo haría en la regadera, jamás me atrevería a lastimar el oído de alguien más haciéndolo en vivo y además, cobrándole por ello, tengo el sentimiento, pero no el talento. Seamos músicos, poetas y locos, pero sin hacer sufrir a los demás, dejémosle las recetas a los doctores, las cuentas a los contadores y las letras a los escritores, que escriba quien realmente pueda.
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October 2020
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