Por Karen Barrera Estamos en plena Segunda Guerra Mundial. Las ideas y opiniones de toda la población son más que claras, o al menos así tiene que ser. Nos rodea un ambiente polarizado, no hay más, nada de neutralidad, de igualdad, de equidad, de libertad. La justicia es manejada por un solo grupo, una sola perspectiva que conquista a cada vez más gente; ideas que dominan acciones, actos que someten a personas; cada uno víctima de la guerra, de sus propias decisiones, sin paz y sin gloria. El niño con el pijama de rayas llegó a la pantalla grande de la mano del guionista y director Mark Herman quien, junto con el autor de la novela, John Boyne, nos cuenta a través de los ojos de Bruno, un niño de ocho años, lo que es vivir la guerra a esa edad y desde una mirada distinta. Bruno y Shmuel, destinados a ser enemigos por el simple hecho de uno ser alemán y el otro judío, comienzan una relación de amistad casi por accidente, pues Bruno, ansioso por tener amigos, emprende una exploración por los alrededores de su nueva casa, sin saber que cerca de ahí está un campo de concentración del cual su padre, es dirigente. Con la inocencia de su edad, Bruno se encuentra inmerso en un mundo de ideas tan contradictorias y complicadas que sólo logran confundirlo; por un lado está su padre, un importante general cuyo objetivo es hacer de Alemania una “mejor nación”, y su hermana, una niña a punto de entrar a la adolescencia con pensamientos radicales a favor del nuevo movimiento alemán y, por el otro, su madre, una mujer que al descubrir lo que se hace en el campo de concentración empieza prácticamente a perder la razón. Así es como vemos en Bruno el encuentro de esas fuerzas y sus consecuencias. Pues ingenuo, y sin verse afectado aún por la idea colectiva sobre los judíos, Bruno encuentra en Shmuel un amigo sincero, alguien con quien pasar sus días y con quien compartir lo que tiene, a través de quien conoce un poco más sobre el campo y lo que realmente sucede dentro. Sin duda el mejor explorador. El contraste entre la guerra que les rodea y la lucha interna que cada uno vive va guiando la historia, llevándola al punto más alto donde tanto ellos como los que estamos al otro lado de la pantalla sufrimos la incógnita del desenlace, donde al final todos son castigados, la madre por su reacción tardía, el padre por estar a favor de los nazis, la hermana por su radicalismo, Bruno por su inocencia y Shmuel por ser un buen amigo. Alemania entera se ve castigada a través de Bruno, quien representa la búsqueda de igualdad, de justicia, de paz. El desenlace, como consecuencia de un error humano, refleja en la última escena el origen de la ruina del hombre: la maldad y la indiferencia ante ella, resultado de aquel que hace daño, pero también de aquel que calla. El silencio del otro, el error de las guerras, el error de toda la humanidad.
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October 2020
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