Por José Luis Ayala Ramírez En 1979, Alien de Ridley Scott, marcó un antes y un después en el cine; no sólo por la exitosa fusión de dos géneros tan diversos como son la ciencia ficción y el terror, sino por todo el envoltorio visual con el que venía acompañado. Al día de hoy todavía es muy impactante, y no sólo sus efectos visuales, sino sus futuristas decorados, su asfixiante fotografía y, sobre todo, el suspenso constante que le imprimió su director. Todo ello hizo de Alien un clásico de toda una generación. Han pasado casi 40 años ya, y del mito Alien se han desprendido tres secuelas directas, incluida la aplaudida versión de James Cameron que transformó a la saga, y la llevó hacia el género de acción. Además de ésta, hay dos spin offs donde el alienígena se enfrenta a otro monstruo de gran peso como lo es Depredador y, finalmente, dos precuelas que pretenden elevar la serie al cine reflexivo con cuestionamientos acerca del origen de la vida... así surgieron Prometheus y, ahora, Alien: Covenant. Aquí, sin embargo, se nota un problema muy claro que surge en el momento en el que el cine se vuelve un negocio, y es que Ridley Scott no ha dejado tranquilo a su diamante en bruto, pues Alien comenzó como una simple cinta de supervivencia reconocida gracias a una realización magistral. Cine evasivo en su máximo esplendor. Mientras que ahora, en su afán de buscar ampliar un argumento tan estrecho, los guiones de Prometheus y Covenant se han estrellado con la propia ambición de su autor. Ciertamente, Alien: Covenant toma los elementos cinematográficos principales que hicieron de Alien una joya en su género; sin embargo, lo que allá funcionaba maravillosamente, aquí quedó demasiado impuesto, demasiado repetitivo, rebuscado y obvio. Hace falta más de todo… más atmósfera, más terror, más nervio. Pero afortunadamente, en medio de tanta oscuridad, Alien: Covenant encuentra su mayor aliado y contribución en Michael Fassbender quien regresa en su papel de David, pero además haciendo ahora un papel doble, interpretando también a Walter. Dos androides del mismo creador, con pensamientos diferentes acerca de su propósito en este mundo y con una visión distinta de la humanidad. Todos los momentos protagonizados por estos dos personajes logran salvar al filme del desastre y, de paso, promueven a David como quizá el mejor personaje de toda la serie, sólo detrás de Ripley, claro. Con este nuevo camino abierto de forma casi inesperada, Scott debería dejar en paz a los aliens, y darse cuenta de que el futuro de la saga debe caer con todo su peso sobre los androides. Pues, si ya alguna vez James Cameron hizo su propia versión de Alien, ¿porque ahora él no hace su propio Terminator? Esto no quiere decir, desde luego, que el guion de Covenant haya cumplido con su cometido, no. Si bien la nueva línea argumental puede mostrarnos un futuro alentador, lo cierto es que esto apenas dura algunos minutos en pantalla. La mayor parte del filme es arrastrada por una tormenta llena de clichés, personajes planos, situaciones impuestas con un calzador y, sobre todo, el giro de tuerca más facilón, tramposo y obvio de los últimos años. Advertidos están. Habrá que esperar algunos años para poder atestiguar cuál será el camino que tome la saga Alien. Scott tiene dos opciones: quedarse en la repetitiva y cansina formula clásica o evolucionar hacia nuevos horizontes. Lo único de momento que hay para alegrarse es que no será él quien tenga en sus manos el futuro de su otra película de culto, Blade Runner, y para esto habrá que esperar a octubre y ver qué tiene entre manos Denis Villeneuve.
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October 2020
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