Por Karen Barrera Hoy en día son pocos los monstruos de la pantalla grande que realmente podrían asustarnos. Muñecas diabólicas, personas poseídas, almas en pena, psicópatas con sierras y armas ostentosas que asesinan sin ton ni son para lidiar con sus pasados traumáticos; para los cuales basta con tan sólo echar una buena carrera o traer al sacerdote o espiritista más fregón para que acabe con ellos, pero ¿qué pasa cuando el terrible monstruo proviene de uno mismo?, ¿para dónde correr?, ¿a quién acudir? Han pasado seis años desde que Amelia dio a luz a Samuel y vio morir a su marido, desde entonces pasa los días tratando de educar a su hijo y superar la muerte de Oskar, lo cual se vuelve cada vez más complicado cuando Samuel insiste en la presencia de un monstruo que amenaza con matarlos y este parece cobrar vida a través de un cuento, El Mister Babadook. Es entonces cuando Amelia comienza a darse cuenta de que el miedo de Samuel es más real y siniestro que una simple pesadilla. Puede estar en una palabra, puede estar en una mirada, todos hemos conocido a Babadook, nos hemos encontrado con esa parte oscura que suponíamos no conocer, que inclusive, en el momento en que desaparece, hacemos de cuenta que nunca existió, lo olvidamos, intentamos hacernos creer que no es verdadero, que nunca lo fue. Esto es Mister Babadook, el miedo autentico, que no es fantasía y que a todos nos ha acechado alguna vez, quitándonos el sueño y la paz, una sombra constante de tormento creado por nuestra propia historia, nuestro pasado, nuestro presente, lo que alguna vez fuimos o, peor aún, lo que somos ahora. Jennifer Kent, logra, de una manera fascinante, llenar de terror la sala de cine, con su Babadook, sin enseñar de más, sin ser obvia ni caer en lo predecible, introduciendo el miedo en el espectador con cada composición de la cinta, el arte, el sonido, las actuaciones (por demás alucinantes), y, por su puesto, el guión; que te hace temer de todo, de Samuel, de Amelia, de ti mismo. Amelia, la aparentemente más abnegada de las madres que sólo se preocupa por el bienestar de su hijo, muestra, durante el transcurso de la historia, un cariño inusual respecto a Samuel, una crisis emocional que se esmera por negar, pero que la consume por dentro hasta poseerla por completo, hasta hacer relucir sus peores deseos. Es ahí cuando comienza el auténtico horror, cuando se quita el disfraz y adentro puedes ver aquello que es real y te niegas a mirar, ¿de quién realmente es la fantasía?, porque pareciera que la única ciega ahí es Amelia, y no la podemos culpar, ¿quién francamente se le desea enfrentar? ¿Quieren algo verdaderamente de terror?, cuéntenme qué tal se llevan con su Babadook.
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October 2020
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