Por Aldeni Fraga Al terminar de ver Death Note producida por Netflix, solo pude desear no haberlo hecho, porque nunca se retiraría de mí esta serie de imágenes y argumentos tan desleales a la trama original. Ante el desastre de la adaptación del animé creado por Tsugumi Ōba, Adam Wingard, también director de una versión modernizada de la Bruja de Blair, defendió “su visión” sobre esta historia con tuits como: “haters gonna hate” de la vieja pero confiable escuela “Taylor Swifftiana” para esas ocasiones en que eres una pobre víctima incomprendida de este inmenso y envidioso mundo. También tendríamos que colocar la piedra de la vergüenza a los tres guionistas encargados de estructurar este fracaso cinematográfico. Uno de ellos, Jeremy Slater, ya había escrito el bodrio - remake de Los 4 Fantásticos. En términos metafóricos, si tuviera que describir lo que se siente el mirar este filme, es un escozor en las córneas como si estuvieran siendo expuestas al fuego de mil soles. Entiendo, hay variantes cuando una película “se basa” en otra narración para crear algo seminuevo, como lo es en este caso, pero si vas a tomar el universo de Death Note y lo vas a llevar a los Estados Unidos, ¿por qué todos los personajes tenían que llamarse igual, bajo las mismas funciones y con los mismos objetivos? Por ejemplo, Light, que en el animé se convierte en un personaje al que amas odiar por desear convertirse en el nuevo dios justiciero, en la película lo ves como un adolescente con cero genialidad, que además grita como una niña y si no haces lo que él quiere, te acusa, “chusma chusma”, con su Death Note. “L”, un personajazo de pies a cabeza, construido como un genio detective excéntrico que jamás sucumbe ante las presiones de un dotado sociópata, en la versión de Netflix se ve sometido a sus deseos de venganza e ira, formando parte de una escena de persecución con balazos que se salió por completo del personaje más entrañable de la serie. Sobre Ryuk, único as bajo la manga que pudo salvar a esta versión gracias a los efectos especiales que pudieron aparecer, se convierte en una sombra a la que de repente ves, como si fuera un animatronic de la vieja escuela a la que le prenden los ojos. Estoy consciente de que esos efectos cuestan un dineral, pero Netflix, por favor, ¡ese era tu único trabajo! De Misa, ni hablar, un simpático manipulado para estar en un huracán de pasión con Light, clásico romance soso de adolescentes norteamericanos. Es triste que toda la película parezca una burla al anime con escenas innecesarias de acción y gore, una especie de parodia que ni Saturday Night Live aceptaría en sus sketches por no lograr llegar al absurdo cómico. Lamentable ver otra producción norteamericana estirar franquicias exitosas en una evidente desvalorización de todo aquello que no sea la gran pantalla. Bien dice el dicho, si funciona, no lo arregles, pues pocas obras llegan al cenit de la perfección dramática como Death Note, donde las mejores escenas de suspenso se realizan con dos personajes sentados en una mesa, intentando descifrar la genialidad de sus planes; donde los dilemas morales rozan la fina línea entre lo bueno y lo malo con tanta soltura que siempre termina por enfrentar a la audiencia con su propia moralidad. No puedes traspasar TODO eso a una hora con 40 minutos, y definitivamente no puedes hacerlo con tan poca empatía hacía la historia original, desollando esta pieza maestra de género negro volviéndola una película para echarse un “Netflix and chill” veraniego.
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October 2020
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