Trémulo o la fantasía Por Gustavo Ambrosio La fantasía, sobre todo en términos eróticos, es una ficción que sale del deseo más pulsante del ser humano. Una ficción deseable, que invita a gozar y que sitúa en un universo ideal sucesos y situaciones. Las llamadas “fantasías” toman lugar muchas veces en el cine, bajo otros modelos, símbolos o formas. Sin embargo, si algo se puede decir de Trémulo de Roberto Fiesco es justo eso, es una fantasía. La historia homoerótica que presenta Fiesco es un juego de los deseos de la llamada comunidad gay y esa figura tan de moda de buscar entre los negocios cotidianos y las calles del centro, o entre los uniformes y figuras marciales. Pieles cobrizas, cabellos cortos, miradas adustas, brazos fuertes, espaldas que muestran el trabajo, música popular, dedos de ejercicio. La historia de un romance de unas horas, un encuentro inolvidable e irrepetible entre dos muchachos, un ayudante de barbería y un soldado que está a punto de desfilar un 16 de septiembre. Todo esto contado con un preciso manejo del lenguaje cinematográfico. Fiesco demuestra una excelente habilidad como director, pero también de visión de esa fantasía que resume cada uno de los componentes que se podría esperar en una historia de encuentro entre dos almas en busca de afecto. Sin duda, nadie duda del trabajo tras las cámara de Fiesco, ni mucho menos del poder sugerente, expresivo y erótico de sus escenas. El asunto es que a veces las fantasías están alimentadas de arquetipos y hasta clichés del imaginario cultural popular que, al llevarlas a la pantalla, puede resultar riesgoso, predecible y hasta poco creíble. A decir que en ese encuentro de ensueño, las actuaciones se desarrollan a la perfección, en un sentido, de que no hay mucha tela de dónde cortar, siendo como es, un ensueño. Figuras que juegan una fantasía y la retratan a la perfección. Trémulo es una invitación al suspiro, a apartarse de ciertos convencionalismos en el mal llamado “cine gay”, y de fantasear un momento con encuentros que puedan ser tan inolvidables como ese. Invita a fantasear y temblar de placer al bailar una cumbia o mirar a través de una ventana al otro. Sin embargo, la fantasía se disipa, igual que otra y deja una bonita sensación, pero no es que sea algo que te marque. Esperemos que Fiesco comience a dirigir algo que suponga un reto mayor al talento que tiene como director. Ofelia y el tiempo Por Gustavo Ambrosio El tiempo es el ganador y el único inmortal de los conceptos de esta vida, bueno, junto con la muerte. El tiempo transcurre y no perdona errores, decisiones, belleza, amores, nada. Es implacable. El juez determinante. El camino de múltiples ramas que no te permite echar reversa. Tres variaciones de Ofelia de Paulo Riqué nos muestra una danza de la vida, un baile entre una mujer que ve su vida pasar en un lugar significativo para ella, un presente, pasado y futuro que se funde en una sola mesa de un café. Ofelia, una camaléonica y excelente Margarita Sanz, reflexiona, hace un recuento y ve cada unas de sus decisiones, ve dónde la ha llevado su vida, ve cómo se originó y cómo termina. La estructura de tiempos paralelos en un solo espacio, un trabajo complicado en cuestión dramática. La progresión dramática apoyada en un eje rector, desde donde salen disparadas las demás líneas narrativas, girando como una espiral, siempre atado al mismo fin. El personaje creado por Riqué nos remonta al arquetipo de Scrooge de Charles Dickens, aunque a diferencia de él, Ofelia ya no tiene oportunidad de volver tras sus pasos. El laberinto narrativo de Riqué expone lo interno del personaje, todo su pensamiento y vida, una proyección desde dentro, algo pocas veces logrado en el cine. Si bien hay varios leit motiv innecesarios, el cortometraje llega airoso a su final, un cierre ya previsto, pero que es único y bien justificado. Habría que añadir un aplauso al equipo de dirección de arte y vestuario que ayudan a la transición del tiempo, y el tiempo pasa sobre todo en lo visible. Igualmente, Juan Hernández, da una fotografía enrarecida que alimenta la atmósfera de esta disgregación del tiempo y la vida. 3 variaciones de Ofelia es un viaje del tiempo de la infancia a la adultez, un recordatorio de que las decisiones son nuestras, el tiempo sólo es el árbol por el que trepamos. Sin duda, uno de los mejores cortometrajes realizados en el cine mexicano contemporáneo. Malva, la muerte vista a los ojos Por Rafael Martínez García Malva tiene el inicio más poderoso que he visto en una película mexicana (no hablo únicamente de cortometrajes) en mucho tiempo. La forma en que la realizadora, Lucero Sánchez Novaro, decide presentarnos a su personaje principal y además declarar el tema de la película, es inmejorable. Con un solo plano, un trabajo de cámara impecable y una interpretación estupenda de parte de la niña protagonista (Andrea Sutton Chávez), nos cuenta muchas cosas sin que se diga una sola palabra y mostrando apenas lo justo. Cine del de verdad. Todo esto ocurre incluso antes de que se presente el título en la pantalla, y aunque lo que sigue son veintiocho minutos estéticamente bellos y estimulantes, además de varios momentos genuinamente emotivos, nunca alcanzan esa potencia emocional de los primeros dos minutos de metraje. Estela es una niña de tan solo ocho años que presencia la muerte de su mejor amiga en un accidente automovilístico. Así arranca esta historia en la que, con un ritmo pausado y sutil, veremos cómo esta niña se va relacionando cada vez más de cerca con la muerte, algo particularmente difícil para quien apenas está comenzando a entender la vida. El motivo principal por el que la mayor parte del cortometraje no llega a ser todo lo potente que podría, dado su planteamiento, es la decisión de Lucero y su coguionista Juan Márquez de únicamente presentar pequeños eventos de la vida cotidiana de Estela que suceden al hecho traumático antes descrito. Eventos aislados y sin verdadera concatenación dramática. Se presentan posibilidades que nunca se exploran del todo o incluso se abandonan por completo, como la visita de una prima a casa de Estela, o cuando su maestra en la escuela le pide hablar con sus padres. La muerte está presente en tres claras representaciones. Con cada una de ellas, Estela se involucra de manera distinta. La primera es el accidente de su amiga, la segunda es un pájaro que su hermano descubre muerto en el jardín, y la cuarta es su bisabuela, con quien tampoco se llega a desarrollar del todo su relación. A pesar de estas decisiones que, en mi opinión particular, le restan posibilidades dramáticas muy importantes, Malva es un ejercicio cinematográfico muy valioso y sofisticado en todos los aspectos.
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October 2020
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