Por Juan Carlos Franco La sabiduría convencional, a menudo un conjunto de dogmas propios del oficio de la escritura —en particular la teatral, tan dada a enfatizar la técnica—, promulga sin cesar: a medios distintos, lenguajes distintos. Parece lógico, sobre todo cuando miramos el número de adaptaciones mediocres, infructuosas o terribles de la escena al cine. Las maneras de contar son radicalmente distintas, proclaman los guionistas. Conozco perfectamente lo que opinan los cineastas de los dramaturgos, y lo que los primeros creen que es la diferencia entre la escritura para teatro y para cine: el cine debe emplear, ante todo, la narrativa visual y no retórica, la construcción de imágenes que devengan metáforas, la síntesis (ante todo), la coherencia y la causalidad, y, si nos ponemos clásicos/hollywoodenses, la construcción anecdótica de la trama, los tres actos (Aristóteles nunca morirá), los plot points, argumento, arquetipos y géneros. Los dramaturgos no pueden escribir cine porque no entienden la naturaleza del medio, declaran seguros los guionistas. Y sin embargo, todas esas creencias —todas las reglas fijas y naturales del medio— pueden ser contrargumentadas con algunos ejemplos de la historia del cine. ¿Qué pasa con las adaptaciones teatro-cine que rompen con estas reglas? ¿Qué debemos pensar de Shakespeare, el más retórico de los escritores de teatro, tan socorrido por la historia del cine? ¿Bajo qué esquema de traslación funcionan las mejores adaptaciones teatrales, de las obras de Tennessee Williams hasta una de las últimas películas de Xavier Dolan? Por Gustavo Ambrosio No es la primera vez que lees ese término. Y si lo has leído o escuchado bien de la voz de un crítico de cine el dejo despectivo con el que es pronunciada dicha frase puede parecer que, de cierta forma, el teatro es impensable como expresión artística en el cine. ¿A qué se refiere el término "muy teatral"? Allá por los albores del cine como expresión artística y de entretenimiento, con el maestro Mélies a la cabeza, los productores buscaban nuevas formas de satisfacer al público y sobre todo de darle al nuevo invento una fuerza “estética” más allá de las vistas o los trazos del western. Así surgió la adaptación de textos literarios y teatrales al cine, lo que se le denominaría “cine del arte”, aunque ese es otro tema. Aunque cabe señalar que muchas de las obras filmadas entonces también eran para dejar un registro de la misma, aunque ese, igual es otro tema. Por Karen Barrera Shakespeare es, sin duda, uno de los dramaturgos más importante de todos los tiempos, logrando estar presente en cada generación y consiguiendo con ello la adaptación de algunas de sus obras en la pantalla grande. Tal es el caso de Hamlet, creación que ha sido representada en el séptimo arte desde 1948 hasta el año 2000 (por ahora), siendo El rey león una de las más sobresalientes por haberla aterrizado en el mundo de estos felinos y dirigido, en teoría, a un público infantil. No sé qué diría Shakespeare al respecto, pero al menos en esta versión hay menos homicidios e incesto que en la original, pues en esta adaptación, escrita por los guionistas Irene Mecchi, Jonathan Roberts y Linda Woolverton, sólo se vislumbran, en primer lugar, el asesinato de Mufasa, el rey amado y respetado por todos con cuya muerte nos rompen el corazón; y el de Scar, el tío malvado que, por su desmedido deseo de ocupar el trono, convierte a Simba en un cachorro huérfano y dejó a toda una generación con un trauma infantil de por vida. Por José Luis Ayala Ramírez Experimentado de los teatros de Broadway, a sus 30 años Sidney Lumet decidió incursionar en el mundo del cine por primera vez adaptando la obra teatral de Reginald Rose, Doce hombres en pugna, un relato sobre un grupo de hombres que son llamados como jurado de un caso donde se deberá determinar la culpabilidad o no de un chico acusado de asesinar a su padre. Con este simple argumento, esta ópera prima desarrolló uno de los mejores estudios psicológicos de personajes que se hayan hecho tanto para el cine como para el teatro, ya que el guión no solamente se dedica a darle un peso importante a cada protagonista, sino que literalmente los desnuda a cada uno de los 12 para exponernos sus motivaciones, sus creencias, sus defectos de lo que son como personas, y lo hace con suma sutileza mediante acciones y diálogos que se van desencadenando a lo largo este filme, que no es sino un excelente retrato de las relaciones humanas. Es realmente muy meritorio lo que hacen en conjunto tanto Sidney Lumet como director como Reginald Rose como guionista, y es que a pesar de que no conocemos nada de la vida de estos hombres, crean para el espectador un lazo personal o hasta una extraña empatía con al menos uno de ellos, ya que prácticamente todas las personalidades comunes del ser humano se encuentran dentro del cuarto del jurado, lo racional, lo irracional, el pensamiento introvertido y el sentimiento extrovertido, mientras unos se dejan guiar por sus emociones otros utilizan más el pensamiento y la intuición para llegar a una respuesta. |
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October 2020
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