Por Carlos Tello de Meneses Homenaje al director de El Laberinto del Fauno, diatriba contra las películas contemplativas y elogio sobre el películas de género. Esos son los componentes del siguiente texto, polémico, apasionado, que repasa la trayectoria de una de las figuras del cine mexicano actual.Se dice que un autor sólo hace una obra durante toda su vida. Una sola película, una sola novela, una sola canción en la que todas sus partes comparten los mismos temas, las mismas inquietudes. A veces son claras, transparentes, como en el cine del Indio Fernández y otra veces más enigmáticos y que requieren un análisis más profundo para ser discernidos, como en el cine de Buñuel o el de Hitchcock. Uno de los autores cuyos temas van de lo transparente a lo enigmático es Guillermo del Toro. La pérdida de la inocencia, el exorcismo del pasado y la búsqueda de la identidad. Esos temas permean su obra. Un demonio que reniega de su origen; un ejército hecho de engranes dorados forjados por un duende; unos fantasmas que no saben que lo son, y una niña que descubre que es una princesa. Todas esas historias nacen de una misma inquietud. Guillermo del Toro pertenece a la estirpe de autores, como George R.R. Martin, Peter Jackson, Terry Pratchett y Neil Gaiman, que usan la fantasía como espejo de la realidad, exorcizando demonios personales y sublimando obsesiones para hablar de temas que van más allá de la simple lucha entre el bien y mal, presente en el género clásico. Ellos se mueven en los grises, en los claroscuros y en la complejidad emocional. El director de Cronos también parte de esa corriente autoral que no reniega de las influencias, tanto fantásticas como de otro tipo, que definieron y nutrieron su escritura desde la infancia. Del Toro, al igual que cineastas como Tarantino, no sólo no reniegan de ellas sino que las abraza y homenajea constantemente. Por Carlos Tello de Meneses La moneda está en el aire: la supervivencia del ser humano está en un punto de inflexión y las decisiones que tomemos como especie determinarán si regresaremos a la tierra o si trascenderemos los confines de nuestro propio mundo para empezar la conquista del espacio. Este dilema en particular es central en tres películas recientes que lo tratan a diferentes niveles y profundidad: Gravity de Alfonso Cuarón, Interstellar de Christopher Nolan y The Martian de Riddley Scott. Los elementos compartidos entre las tres películas son fascinantes: la temporalidad en que fueron estrenadas (lanzadas en años consecutivos, alrededor de las mismas fechas), su tratamiento de temas similares (aunque poseen diferencias sustanciales) y el mismo género dramático: la tragicomedia u “obra de trayecto”. Las tres películas tienen protagonistas relativamente simples y, aunque el tono de los filmes varía, hay una constante: la supervivencia del ser humano ante la antagónica naturaleza del espacio. Por Karen Barrera Hoy en día, las películas animadas infantiles se han convertido en el medio perfecto para enviar un mensaje a un público que abarca a todas las edades, aunque algunas, irónicamente, parezcan estar hechas directamente para adultos. Esto sucede, sobre todo, cuando hablamos de una película de Pixar. Estas representaciones animadas y llenas de colores no sólo entretienen al público infantil sino que son capaces de tocar las fibras más sensibles del joven y del adulto, los cuales no pueden evitar identificarse con los diálogos, las acciones y las situaciones que viven los personajes. Por José Luis Ayala Ramírez El hombre nace, descubre, piensa, evoluciona, muere. La historia de la humanidad contada en dos horas y media, construida en tres capítulos perfectamente identificables, imágenes expuestas con mucha inteligencia con el propósito de que el espectador reflexione sobre lo que está viendo, de que se atreva a ir más allá, de que, como en la historia, deje de ser un primate para convertirse en un ser pensante. Todo esto es 2001: Odisea en el espacio, y representa no sólo la evolución del hombre sino la evolución del cine en todas sus formas. Stanley Kubrick entrega su película más ambiciosa y toma como base la obra de Arthur C. Clarke para proponer un viaje a través del tiempo. Nos dirigimos al pasado para conocer al hombre prehistórico y luego dar un salto (con la famosa elipsis del hueso-palo) de miles de años hacia una humanidad que no sólo ha conquistado su planeta sino que ahora busca su futuro en las estrellas, en el universo. La conclusión de esta odisea se da en un futuro en el que el hombre finalmente consigue lo que más desea: la perfección, la inmortalidad. Por Rafael Martínez García “En el espacio nadie te escuchará gritar”, es la línea con la que se promocionaba Alien en 1979 y ya desde ahí no es fácil pensar en una premisa más efectiva para una película de terror. Esta simple idea incluye en sí misma una de las características más fascinantes de esta película y es que en ella conviven con armonía las convenciones y formas de dos géneros cinematográficos muy importantes: el terror y la ciencia ficción. Los elementos de ciencia ficción los identificamos rápidamente en la superficie, en su contexto. La acción tiene lugar en el futuro y arranca en medio del viaje de la nave de transporte comercial Nostromo de regreso a la Tierra con una importante carga de mineral extraído desde un planeta lejano. Los elementos de terror “invadirán” este contexto un poquito más tarde. |
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October 2020
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