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Cine: reseñas, testimonios y memorias

Error humano

6/24/2015

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Por Karen Barrera
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Estamos en plena Segunda Guerra Mundial. Las ideas y opiniones de toda la población son más que claras, o al menos así tiene que ser. Nos rodea un ambiente polarizado, no hay más, nada de neutralidad, de igualdad, de equidad, de libertad. La justicia es manejada por un solo grupo, una sola perspectiva que conquista a cada vez más gente; ideas que dominan acciones, actos que someten a personas; cada uno víctima de la guerra, de sus propias decisiones, sin paz y sin gloria.

El niño con el pijama de rayas llegó a la pantalla grande de la mano del guionista y director Mark Herman quien, junto con el autor de la novela, John Boyne, nos cuenta a través de los ojos de Bruno, un niño de ocho años, lo que es vivir la guerra a esa edad y desde una mirada distinta.

Bruno y Shmuel, destinados a ser enemigos por el simple hecho de uno ser alemán y  el otro judío, comienzan una relación de amistad casi por accidente, pues Bruno, ansioso por tener amigos, emprende una exploración por los alrededores de su nueva casa, sin saber que cerca de ahí está un campo de concentración del cual su padre, es dirigente.

Con la inocencia de su edad, Bruno se encuentra inmerso en un mundo de ideas tan contradictorias y complicadas que sólo logran confundirlo; por un lado está su padre, un importante general cuyo objetivo es hacer de Alemania una “mejor nación”, y su hermana, una niña a punto de entrar a la adolescencia con pensamientos radicales a favor del nuevo movimiento alemán y, por el otro, su madre, una mujer que al descubrir lo que se hace en el campo de concentración empieza prácticamente a perder la razón. 

Así es como vemos en Bruno el encuentro de esas fuerzas y sus consecuencias. Pues ingenuo, y sin verse afectado aún por la idea colectiva sobre los judíos, Bruno  encuentra en Shmuel un amigo sincero, alguien con quien pasar sus días y con quien compartir lo que tiene, a través de quien conoce un poco más sobre el campo y lo que realmente sucede dentro. Sin duda el mejor explorador.

El contraste entre la guerra que les rodea y la lucha interna que cada uno vive va guiando la historia, llevándola al punto más alto donde tanto ellos como los que estamos al otro lado de la pantalla sufrimos la incógnita del desenlace, donde al final todos son castigados, la madre por su reacción tardía, el padre por estar a favor de los nazis, la hermana por su radicalismo, Bruno por su inocencia y Shmuel por ser un buen amigo.

Alemania entera se ve castigada a través de Bruno, quien representa la búsqueda de igualdad, de justicia, de paz. El desenlace, como consecuencia de un error humano, refleja en la última escena el origen de la ruina del hombre: la maldad y la indiferencia ante ella, resultado de aquel que hace daño, pero también de aquel que calla. El silencio del otro, el error de las guerras, el error de toda la humanidad.  


Karen Barrera (Ciudad de México, 1990)
Es licenciada en Ciencias de la comunicación, productora y guionista. Ganadora del primer lugar de Hazlo en corto por mejor cortometraje de ficción. Actualmente estudia Guión en el Centro de Capacitación Cinematográfica y trata de aprender a tocar el saxofón. Sus guiones favoritos son Belleza Americana y Cuando Harry conoció a Sally.

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El francotirador no tan franco

6/24/2015

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Por Hanna Niebler
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American Sniper es el título de una de las películas de guerra más exitosa de América del Norte. Trata sobre la vida de Chris Kyle, quién fue el francotirador con más matanzas de los Estados Unidos y allá es considerado héroe nacional por luchar tan efectivamente en Irak. 

Clint Eastwood se basa en la autobiografía del protagonista, para presentarnos un personaje completamente “ético” pese a que ha asesinado a cientos de hombres en su “carrera”. La violencia no parece ser algo cuestionado en ésta película. Es justificada, siempre y cuando Estados Unidos pueda estar “a salvo de terroristas”, ejercida por los “buenos” y con buen propósito.

En esta película, y siguiendo una línea de pensamiento o hasta ideología, en este espejo estadunidense, un héroe vale más por sus cualidades físicas que por las éticas. Para ser un héroe nacional en Estados Unidos no se necesita moral o ética, ni siquiera es realmente necesario ayudar a su país, porque para Chris Kyle, quien aseguró en su libro que disfrutaba matar, la guerra en Irak resultó en un sin sentido ni éxito. Basta con haber matado a muchas personas para que te hagan una película que se estrene en todo el mundo al puro estilo de la propaganda del patriotismo norteamericano.

Basta ver la escena donde Chris instalado en un techo duda entre disparar o no a un niño que lleva una granada en la mano. El peso de la decisión la tiene el francotirador y el resultado rompe con cualquier sentido de la duda. Gana el arma y no el mensaje.

“No haber podido salvar a más personas”, es el diálogo del personaje con el que culmina su daño psicológico post guerra, que incluye como víctimas a un perro y a su familia ¿hay algún asomo de crítica en ello? Puede ser chocante ver cómo la guerra puede cambiar a los soldados que, aunque vuelvan físicamente, psicológicamente siguen en el campo de batalla.

Uno de los intentos de hacer de más interesante esta historia de un soldado que asesina por “patria” es la creación de antagonistas ficticios como “el carnicero” o “Mustafa”. Justificar hechos reales contra hombres “malos”.

La película retrata la guerra en Irak desde un solo plano que gira en torno a Chris Kyle. Aunque se puede tener una impresión acerca de la guerra y de los daños que causa en la psicología humana, se puede ahorrar el visionado de una película con un mensaje cuestionable, más cercano a l pasquín que a una película bélica o de acción.


Hanna Niebler (Giessen, 1998)
Actualmente, cursa el grado 11 en el Colegio Alemán Alexander von Humboldt. Amante de la música y el cine. Es voraz lectora de manga y su pasatiempo favorito es el dibujo. 

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El deber de los que viven

6/24/2015

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Por Carlos Tello de Meneses
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"Siento lo débil e infructuosa que debe ser cualquier palabra mía, que intentara distraerla del dolor de una pérdida tan abrumadora. Pero no puedo evitar ofrecerle el consuelo que podría encontrar en los agradecimientos de la república que murieron por salvar. Ruego que nuestro Padre Celestial pueda apaciguar la ira de su duelo y la deje sólo con los recuerdos preciados de los seres amados perdidos, y el orgullo solemne que debe de ser suyo por haber dejado tan alto sacrificio sobre el altar de la libertad"
Abraham Lincoln
¿Vale la vida de un hombre la de ocho? En Salvando al soldado Ryan la respuesta parece estar clara. El dolor de la madre de Ryan, por más abrumador que sea ¿es equiparable al de otras ocho familias? ¿Otras ocho madres, padres, hijos, hermanos o esposas?  

En un punto del filme se nos muestran los restos de un avión donde 22 hombres murieron para proteger la vida de un general. No obstante las medidas tomadas para "proteger" a dicho general fue lo que provocó la muerte, no sólo de los 22 hombres, sino la del general también.

Entonces la respuesta es casi vociferada por los personajes: es no sólo inmoral, sino insensato. El Capitán Miller (Tom Hanks) racionaliza la muerte de los 98 hombres que han caído bajo su liderazgo. Él toma consuelo al pensar que por cada hombre que ha perdido al menos 2 o 3 vidas fueron salvadas. Cientos en los mejores casos. Sin embargo no puede hacerlo ahora ya que la misión es un sólo hombre. Un hombre que no conoce y por el cual está siendo forzado a poner en la línea su vida y la de sus hombres. Entonces la única forma de poder darle sentido a su misión es pensándola como sólo otra misión más, otra misión para ganarse su camino a casa.

Ryan es una de las películas bélicas más destacables luego de la ola de filmes anti-guerra que dominaron el panorama fílmico tras la guerra de Vietnam. En aquellas películas se enfatizaban el aspecto deshumanizador de los combatientes y el sinsentido de la guerra sobre cualquier otra cosa. Esta película no es una película anti-guerra ni un trabajo propagandista. Es un drama humano que cuestiona la moralidad de las decisiones tomadas durante tiempos de guerra y el sacrificio, humano y moral, que comenten los hombres ordinarios al entrar en combate brutal y sin cuartel. Sin embargo ni Rodat ni Spielberg rehuyen de la brutalidad y las realidades de la guerra. Hombres comunes haciendo grandes actos de heroísmo y grandes actos de crueldad. Grandes actos de hermandad y grandes actos de egoísmo donde también hay lugar para discusiones calladas, para el miedo y la desesperación.

Todo esto sublimado a través de la misión insensata de ocho hombres por salvar a uno. "Gánatelo" son las últimas palabras del Capitán Miller al joven James Ryan. Le pide, con su último aliento, que se gane el sacrifico que él y sus hombres han hecho por él. Sin embargo no es eso lo que está realmente en juego. Ryan es la cristalización de no sólo todos aquellos que regresaron de la guerra, sino de aquellos que nunca fueron y los que vinieron después. Cuando el Capitán Miller exhala sus últimas palabras y le ordena que se gane este sacrifico no se lo está diciendo sólo a Ryan, se lo dice a todos.

Ganarse el sacrificio de todos aquellos que murieron por una vida decente y libre. No con un ímpetu propagandista sino con uno de unificación. Honrando el sacrifico de todos los hombres que han marchado a la guerra buscando proteger algo. Un estilo de vida, una familia. No importa el lado en que hayan peleado. Por eso la importancia de la misión del Capitán Miller y sus hombres. Como en toda guerra muchas de las razones detrás de las misiones son torcidas, contaminadas o insensatas. Pero eso no demerita la valentía, el sacrificio y la voluntad de los hombres "ordinarios" dispuestos a entregar sus vidas por llevarlas a cabo.

Para ellos la mejor manera de honrar sus sacrificios es viviendo plenamente. Libres y sin concesiones. Es nuestro deber.


Carlos Tello de Meneses (Estado de México, 1989)
Es guionista, maestro y artista marcial. Fundador del Mamastrofismo. Crea universos fantásticos  y diseña batallas y peleas compulsivamente. Actualmente estudia el Curso de Guión Cinematográfico en el CCC.

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El demonio llamado guerra

6/24/2015

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Por Gustavo Ambrosio
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Más de 2 mil muertos en bombardeos a Gaza, más de 100 mil muertos por la violencia en México, muertos, muertos, muertos…

¿Qué se necesita para matar a alguien? ¿Qué es más fuerte el egoísmo puro de la vida o el respeto a la vida de otros?

En Demonios en mi puerta de Jiang Wen vemos uno de los retratos más brutales, honestos y humanos de la guerra, pero sobre todo el dilema que surge en esas situaciones: su vida o la mía.

Un día, un hombre al que no se le ve el rostro, irrumpe en la casa de un campesino durante la ocupación japonesa en China en la Segunda Guerra Mundial. Ahí lo obliga a tener bajo su custodia a dos prisioneros japoneses.

Ma Dasan es el infortunado. Acaba de casarse. Su mujer está embarazada y prevé un futuro mejor.  Pero el demonio de la guerra ha tocado su puerta y le ha puesto una prueba.

¿Qué sería mejor para él? ¿Deshacerse de ellos, sobre todo con un regimiento japonés vigilándolos y la aldea enterada delo ocurrido? Cualquier paso en falso, cualquier pista podría llevarlos a todos a la muerte. Los japoneses no saben que los prisioneros están allí. Entonces, ¿por qué mantenerlos con vida?

Asesinar, en la cultura oriental y occidental, implica una transgresión de la humanidad, de las normas y reglas de la convivencia. Es un acto que trastorna la vida del individuo y lo lleva a desvincularse, exiliarse de todo lo que cree.

Sin embargo, en un clima de guerra, cualquier norma, cualquier convención queda disuelta y sólo queda el instinto de supervivencia por más que el “honor”, la “valentía” y “el deber” llamen a la sangre.

Así, pues, Ma Dasan se convierte en un personaje-persona atípica de su entorno, se transforma en un símbolo de la humanidad, de esa humanidad que aún no está vejada por la guerra y que hace todo lo posible por quitar una vida, pues él ha engendrado una.

Así, el modelo de la farsa melodramática le sirve al cineasta para crear una obra de catarsis y llena de lo absurdo y lo terrible de las guerras, que tanto pueden generar risas como llantos incontrolables.

La línea narrativa de esta adaptación literaria es un descenso del héroe, una anti tesis del viaje del héroe. Nuestro personaje salta obstáculos para que estos crezcan aún más. Nuestro campesino va de más a menos, mientras la guerra carcome cualquier signo de humanidad. La política y las “buenas formas” bélicas eclipsan la justicia y enaltecen la hipocresía.

Cuando el final de Demonios en mi puerta llega, sabemos que es el fin no sólo del héroe, si no del hombre como ser vivo, como ser emocional y pensante. El demonio se come al alma y la mastica hasta ver que su trono sigue intacto.


Gustavo A. Ambrosio Bonilla (Pachuca, 1992) 
Periodista en Grupo Milenio. Crítico de cine en Corre Cámara. Fue reportero de espectáculos en Filmeweb y Hey. Antes que cineasta, cinéfilo. Estudia guión en el CCC. Su película favorita es Las Horas de Stephen Daldry. Su cortometraje¡Están curados! fue seleccionado para participar en el séptimo Rally Universitario GIFF 2015.


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