Por Erick Guadarrama Es un prejuicio de los espectadores pensar que la comedia es el trabajo más sencillo que puede tener cualquier creador de ficciones. Bajo la idea de que “todos pueden hacerse los chistositos”, nos hemos encerrado en la idea de que la comedia es un entretenimiento menor, que simplemente sirve para perder el tiempo. Esto es irónicamente triste, pues todo respetable creador de ficción enseña que la comedia es de las cosas más serias que hay en cuanto a contar historias se refiere, cosa siempre presente en Ahí Está el Detalle (1940). Obra cinematográfica de Humberto Gómez Landero y Juan Bustillo Oro, también director de la película. En su reparto: Joaquín Pardavé, Sara García y junto a ellos un joven y fresco Mario Moreno que tomará esta película para consagrarse como Cantinflas. La historia nos lleva por los enredos que vive Cantinflas, novio de la sirvienta de Cayetano Lastre y su esposa Dolores Del Paso. Cantinflas siempre se mete en la casa con el fin de comer gratis, pero la sirvienta, Pacita, le pone un precio esta vez: matar a Booby, el perro rabioso de la casa. Al mismo tiempo, Don Cayetano lo confunde con el hermano de su esposa, quien lleva años desaparecido, mientras que Dolores aprovecha la confusión para esconder de su celoso marido a un viejo amor, Bobby (sí, igual que el perro), que ha venido a amenazarla para que regrese con ella y quien además es un mafioso. Así pues, vemos que una comedia que quiera mínimamente hacernos sonreír, debe conllevar una meticulosa observación de los vicios humanos, una gran capacidad para manejar el ritmo interno de la historia y, claro, tener un mundo actoral en ella que aporte esa belleza, ese histrionismo cómico que no se puede verbalizar. Esta película es un conjunto de todo esto y ve nacer a una figura clave para el cine de oro mexicano. Pero más importante aún: ve nacer una forma de hacer comedia en México que parece ser popular hasta la fecha. Claro, los elementos están desde las comedias griegas que Charles Chaplin moderniza a las necesidades críticas del entonces naciente siglo XX. Pero es el toque “tropical” en las manos de Bustillo Oro y Mario Moreno las que nos dan una fresca perspectiva de la risa en el cine. Nacerá el “peladito”, alburero e irreverente dentro de absurdos diálogos, todo a favor de enriquecer la enredada situación. Además, expone a un país que no sólo es rancho e inocencia extrema, sino que también es abusivo, pelado, pero sobre todo, muy callejero. Se va perdiendo la terracería para hacer personajes del asfalto. Vaya, el vagabundo que nos enseñó Chaplin… a la mexicana. Ahí está el detalle se vanagloria de empezar a ampliar la posibilidad de explotar los nuevos estratos nacientes en la entonces pequeña Ciudad de México. Se tomó a los nuevos ídolos callejeros: los vagos, policías, clase medieros y hasta a algunos gánsteres, y se les convirtió en un ingrediente clave para el cine cómico mexicano. Es irónico que esta sea la misma fórmula que dio fuerza al serio y turbio “cine negro”. Juan Bustillo Oro crea al personaje de clase baja, que vive en el cinismo y el “valemadrismo”, y sustituye el sufrir del melodrama por las situaciones enredosas. Ahí está el detalle combina la perfecta irreverencia de un actor y su personaje al desear no explicarse nunca para decirlo todo, con la visión de un hombre meticuloso en su manera de hacer que el argumento nos lleve de lo superficial a lo profundo de la sociedad. Todo este pastiche es el que dio pie a grandes cómicos sobre la pantalla, desde Tin Tan hasta Héctor Suárez (sin Gomís, por supuesto).
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October 2020
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