Por Gustavo Ambrosio 1969. El rodaje de “La naranja mecánica”. Una jovencita de 16 años está en la misma tienda de discos donde Alex (Malcolm McDowell) camina ufano. Esa misma jovencita, al cumplir 21 años de edad, sería enviada con una cámara por todo el Reino Unido a buscar paisajes que evocaran el siglo XVIII para la filmación de Barry Lyndon, una de las obras maestras de Stanley Kubrick. Esa jovencita era Katharina Kubrick, hija adoptiva del cineasta, quien a sus 63 años recuerda su labor en la búsqueda de locaciones, y su colaboración en el departamento de Arte en cuatro de las películas más emblemáticas del cineasta. Por supuesto, cabe destacar que el propio Kubrick fue quien le enseñó a tomar fotografías, y a usar la cámara. “Stanley me pedía hacerle fotografías e inicialmente me pidió ayuda para buscar locaciones. Nos daba el guión y un mapa con instrucciones para buscar lugares con paisajes interesantes o edificios para la película. Fue genial, fue divertido, andaba con la cámara y viajaba a varios lugares. Me mandó a Portugal y España a buscar las locaciones de Full Metal Jacket. Fui enviada en la segunda unidad para las locaciones de El Resplandor. Viajé casi por toda Irlanda y el Reino Unido buscando locaciones para Barry Lyndon. Fue un reto porque tenía que hacer el trabajo bien, y regresar con las fotografías que él necesitaba”. De hecho, para la adaptación de terror de Stephen King, fue enviada hasta Alaska por Kubrick. Aunque sin duda, donde el ojo de la joven Katharina logró influenciar más fue en Barry Lyndon, película en la cual también se dedicó a buscar objetos de utilería, y por lo que descubrió su interés en el departamento de Arte. En este segmento cinematográfico desarrollaría posteriormente su carrera, y haría películas como Supergirl, The dark cristal, Midnight express, y The spy who loved me. Tras la muerte de Stanley Kubrick, en 1999, la prensa lanzó una serie de artículos y notas que hablaban del “lado oscuro” del realizador, historias que perduran hasta la fecha como una especie de mito acerca de lo obsesivo, excéntrico y excesivamente exigente que podía ser en el rodaje. Al respecto, Katharina dijo: “Creo que la gente ve lo que quiere ver. Cuando salieron esas historias sobre él, nosotros como familia decíamos: ‘¿Qué voy a decir? ¿Te equivocas, es un tipo muy amable?’. La cosa es que, si tú trabajas con pasión en lo que sea, vas a ser entregado porque es tu trabajo, es tu nombre en el libro, o la composición, o la pintura, o alguna pieza de arte, es tu nombre, y vas a ser juzgado, te juzgarás tú mismo. Entonces, cuando la gente dice: ‘era un obsesivo’ o ‘trataba muy mal a la gente’, puedo decir que no creo que él lo fuera más o menos que cualquiera que trabaje duro para que algo se logre. Filmar implica muchas horas, el tiempo es dinero, el clima no siempre es bueno, hay cientos de personas esperando hacer algo”. Un apasionado, un hombre que trabajó duro, y que al terminar de filmar regresaba a casa y seguía trabajando, buscando detalles o afinando cosas para seguir en sus rodajes. “Antes que todo, era un artista, un fotógrafo. El crew que tenía volvió a trabajar con él en cada película que hacía. Si hubiera sido una pesadilla trabajar con él, entonces no hubieran regresado. Ellos sabían que siempre con él había un proceso de aprendizaje”. Katharina recuerda que, en su familia, cada fin de semana era dedicado exclusivamente a ver películas y, aunque no recuerda cuál fue la primera película que vio con él, asegura que fue una de Disney. Sin embargo, no siempre tenían acceso a los filmes que Kubrick y su madre veían, pues eran para mayores, y él era, según ella, un padre muy estricto. “Tuve una pequeña colaboración en el rodaje de La naranja mecánica, yo tenía 16 cuando eso pasó, y no me dejó ver la película completa hasta que tuve 18. Era muy cuidadoso con nosotros como niños”. Actualmente, Katharina se dedica a pintar y a elaborar joyas, ya que salió del medio cinematográfico para dedicarle tiempo a sus hijos. Sin embargo, su voz denota el orgullo de haber tenido un padre como Kubrick y, sobre todo, el haber podido colaborar en la realización de cuatro de sus obras maestras, incluyendo Arte en Ojos bien cerrados. “Él siempre decía: ‘encuentra algo que ames hacer y hazlo. No pierdas el tiempo. Encuentra algo que te mueva, que te apasione, así puedes aprender mejor de la vida.” Ese es el mismo consejo que les doy yo a mis hijos. También tenía una frase que decía: “O te lo tomas en serio o no”, y eso mismo se puede vislumbrar en todo su trabajo”.
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June 2020
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