Plot Point - Revista
  • PORTADA
    • Textos de Portada
  • PERIPECIAS
  • ESCALETA
  • VOZ EN OFF
  • CONTINUARÁ
  • CORTE A
    • Contenidos multimedia
  • FICCIONES
  • ESPECIALES
    • 100 años Bergman
  • PLOT POINT TALKS
  • NOSOTROS
    • Directorio
    • Contacto
  • Blog

Peripecias

Notas, artículos y ensayos

Nuestra hipocresía ante el cine nacional

5/16/2017

Comments

 
Por Luis De León
Picture
Crédito: Getty Images
Existe un tema al que siempre tiendo a volver en mis reflexiones, aquel que, por alguna razón, se ha quedado atorado en mi materia gris desde que comencé a estudiar sobre la historia del cine en Latinoamérica. Se trata de la importancia que tiene un cine nacional, y la negación que existe hacia éste en algunas partes de nuestro continente.

A lo largo de los años, he podido observar cómo en distintas reuniones sociales, cuando se toca el tema del “cine nacional”, los ojos de la gente tienden a voltearse en señal de desaprobación. A partir de aquí, se comienzan a proferir una serie de adjetivos coloquiales constantes y repetitivos, tales como: “violento”, “de malandros”, “pobre”, “miserable… es malo”.
Tristemente, tengo que admitir ante ustedes, de forma muy abierta, que existió una época en la que yo llegué a pensar lo mismo, en un tiempo en el que claramente muy poco sabía del cine que se estaba haciendo en Venezuela, mi país. Incluso hasta el día de hoy, considero que mucho me falta para valorarlo en su totalidad, pero puedo decir que existen desde películas muy buenas, hasta otras que no lo son tanto. Y sí, existen temas que pueden considerarse trillados, pero también existen unos cuantos que son bastante originales, y que están profundamente relacionados con la cultura latinoamericana.

Creo que esto no sólo ocurre en mi país, estoy casi seguro de que este rechazo también ocurre en otros lugares en los que hay, incluso, una mayor producción en cuanto a cine, como es el caso de México, cuyas temáticas también podrían ser tildadas de lo mismo. Sin embargo, jamás me atrevería a decir que, por el simple hecho de querer hacer una representación de la realidad de un país, debamos calificarlo de “malo”.

Debe, entonces, existir un análisis mucho más profundo, hacia un nivel más crítico, no se trata sólo del “concepto”, sino también de la “forma”, y de cómo estas dos cosas son complementarias. Sin querer irme por las ramas, un profesor me dijo algo como esto una vez en sus clases: “¿Por qué cuando los venezolanos nos quejamos de un cine violento, alabamos propuestas como Amores Perros o Ciudad de Dios?”, “¿Por qué los latinos repudiamos que se nos cuente una realidad pobre y miserable en nuestro cine, pero cuando éste recibe premios internacionalmente, lo elogiamos?”. Respuesta: simple hipocresía.

“¿Será que para nosotros tiene ahora un mayor mérito un cineasta de nuestro propio país en Estados Unidos, aunque haga cine norteamericano y no nacional?”


Suena duro, pero es cierto, y tiene sentido. Hace unos días percibí una tendencia de comentarios con un fuerte sentimiento nacional hacia las películas realizadas por cineastas latinos, pero con una carrera en el mercado estadounidense: “¡Viva Chile!” en Jackie hecha por Pablo Larraín o “¡Viva Uruguay!” con Don’t Breathe de Fede Álvarez.

Con respecto a Jackie, escribí un artículo hace unos meses diciendo que se trata de una buena película, pero que, cuando se observa a grandes rasgos, ésta no deja de ser “convencional”, y trata un tema de mayor importancia para los estadounidenses que para los chilenos. Además, a nivel de “propuesta”, no creo que tenga un punto de comparación con películas como El Club.

¿Será que para nosotros tiene ahora un mayor mérito un cineasta de nuestro propio país en Estados Unidos, aunque haga cine norteamericano y no nacional? Me parece válido reflexionar sobre este punto porque, como dije anteriormente, por muy buenas películas que se hagan, creo que hay muy poco material valioso en su contenido para decir que éstas son motivo de “orgullo nacional”.

No quiero que esto se entienda como una especie de reproche o una forma de descalificar el trabajo de realizadores que hacen películas fuera de su país de origen, al contrario, creo que éstos tienen el mismo mérito y derecho de tener una carrera exitosa, como cualquier otro, en el lugar que lo deseen.

Veamos los casos de Cuarón, Iñárritu y Del Toro. No creo que estos tres se detengan a pensar si sus películas son en esencia “mexicanas”, más bien, sólo se dedican a hacer las películas que los mueven personalmente y, si son buenas, no tiene por qué importar mucho dónde hayan sido realizadas, siempre y cuando sean del agrado de la audiencia y del propio realizador. Aunque muchas veces se intenten contar historias acordes a la idiosincrasia y raíces de una nación en particular, es necesario valorar cuando se hace cine, tanto en nuestro país, como en el resto del mundo.

El año pasado, cuando escuche hablar de la película Ixnacul, mi reacción fue de sorpresa al enterarme de que también se hacía cine en Guatemala (algo estúpido de mi parte, pero cierto), y me pregunté qué tan extensa podría ser la filmografía de todo el país… seguramente no mucho, pensé. Sin embargo, ahí estaba, presente.

“¿Qué tanto esfuerzo hemos hecho por conocer a nuestros cineastas aun cuando no están en otra parte del mundo? ¿Será que es verdad cuando dicen: nadie es profeta en su tierra?”


Mi siguiente pregunta fue casi la misma que me hago cuando se habla de cine nacional: “¿Pensarán ellos también que todo su cine es malo por esto?”. Hace unos meses me enteré de lo difícil que ha sido para Panamá que sus propios cineastas se sientan apoyados, y de cómo muchas veces se culpa a la influencia mediática norteamericana que han tenido.

No creo que sea necesario señalar culpables en esta ocasión, posiblemente sean muchos factores en contra, pero creo que es válido preguntarnos… ¿Qué tanto orgullo sentimos por nuestro cine? ¿Qué tanto esfuerzo hemos hecho por conocer a nuestros cineastas aun cuando no están en otra parte del mundo? ¿Será que es verdad cuando dicen: “nadie es profeta en su tierra”?

Posiblemente a todos les sorprenderá un poco que existe más cine que sólo el de Estados Unidos, y que muchos cineastas residen en diferentes partes del mundo. Una vez llevé a un amigo a que me acompañara a entrevistar a un director de cine franco-venezolano. Después del encuentro, mi amigo pareció estar impresionado diciéndome: “es increíble…ese hombre tiene tantos años de experiencia y me cuesta creer que fácilmente me lo podría encontrar haciendo la cola para el pan o en una lavandería”.

Pero esa es la realidad, nuestros cineastas están ahí, conviviendo con nosotros como personas normales, muy alejados del bullicio de la farándula (al menos unos cuantos), y creo que están ahí para comenzar a ser conocidos por sus propios méritos, por sus películas.


Luis De León (Barquisimeto - Venezuela, 1994) 
Licenciado en Comunicación Social, Redactor y Critico de Cine en distintos medios digitales como Cultura Colectiva, Voxbox e Ideas de Babel además de ser Guionista/Cineasta en formación participando como Asistente de Dirección y Script en cortometrajes estudiantiles.
Comments

    Archivo

    June 2020
    March 2020
    February 2020
    February 2018
    December 2017
    September 2017
    August 2017
    June 2017
    May 2017
    April 2017
    February 2017
    January 2017
    December 2016
    October 2016
    September 2016
    May 2016
    March 2016
    January 2016
    December 2015
    November 2015
    September 2015
    August 2015
    July 2015
    May 2015
    March 2015

    Categorías

    All

Powered by Create your own unique website with customizable templates.
  • PORTADA
    • Textos de Portada
  • PERIPECIAS
  • ESCALETA
  • VOZ EN OFF
  • CONTINUARÁ
  • CORTE A
    • Contenidos multimedia
  • FICCIONES
  • ESPECIALES
    • 100 años Bergman
  • PLOT POINT TALKS
  • NOSOTROS
    • Directorio
    • Contacto
  • Blog