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Peripecias

Notas, artículos y ensayos

La nostalgia como pretexto; contar una historia nueva en el mundo de lo viejo

2/4/2017

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Por Mariano Murguía
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​*Este artículo contiene spoilers
 
Finalmente, la época de la nostalgia nos hace salir del cine con algo más de lo que esperábamos ver. Cuando entré a ver Rogue One me sorprendió desde el primer cuadro en el que no aparecen los créditos tradicionales de Star Wars sobre el fondo estrellado. Durante la primera media hora me mantuve escéptico pensando que la historia sólo sería un pretexto para ver a Diego Luna matar Storm Troopers. Con La La Land y sus claras referencias a la gloria de los musicales clásicos, pasa algo parecido…uno piensa que puede adivinar el final. Ambas películas usan las convenciones de su género para entregarnos algo que va más allá del homenaje, y el cameo.
 
Todos sabíamos que habría mucho de lo bueno que hay en Star Wars cuando se estrenó el trailer de Rogue One. Sin embargo, era insospechado que, para el momento en que un grupo ecléctico de rebeldes llega a la playa de Scarif, estamos realmente involucrados con su misión de obtener los planos de la Estrella de la Muerte.
 
Con La La Land uno cree saber todo lo que va a pasar. La película tiene la intención de que olvidemos que estos personajes viven en el presente. Con una conversación muy parecida a la que nos hizo odiar al protagonista de Whiplash, los protagonistas de La La Land nos insinúan que "van a cortar y terminar juntos", como en cualquier película romántica. Nosotros deseamos, o más bien sabemos, que el amor tiene que triunfar porque es una película romántica donde la gente baila y canta en el tráfico.

Cuando Rogue One llega a su clímax, y vemos a estos personajes morir uno por uno, sabíamos que era el único final para ellos. La naturaleza de la precuela no puede permitir que las líneas dramáticas de estos personajes queden flotando en el espacio. Por más que sepamos que por lógica todos tienen que morir, nuestra costumbre de que "algo los va a salvar al final" hace que creamos que ese único final lógico no va a llegar. Incluso la aparición sorpresa de Diego Luna cuando el malo se pone a monologar, nos hace bajar la guardia, y pensar que el Dios del Cine va a salvarlos de pronto.
​

“Lo que hace que estas dos películas puedan trascender la nostalgia que las inspiró es la búsqueda por darle nuevos aires a formatos pre existentes”


​Cuando La La Land nos entrega toda la miel que pedimos en la escena onírica cerca del final, sólo para decirnos que "todo fue una fantasía", recordamos que estamos viendo una historia situada en el mundo real, con personajes que, por más que quieran, no pueden entregarse al romance de la misma manera que lo harían los personajes de un musical meloso. El amor que te hace dejarlo todo es propio de la ficción, de un mundo donde puedes imaginar un futuro con hijos sólo con ver al amor de tu vida tocar el piano.

​Es en ese momento cuando tiene sentido que la película esté filmada de esa manera. Todo lo cursi e irreal que es la convención de este formato nos hace asegurar que sólo hay un final posible. Y aunque las miraditas furtivas del final dejan abierta otra posibilidad, nos ahorran el abrazo final que lo arregla todo. Damian Chazelle nos obliga a vertir nuestra propia vida, y decidir si después de ese momento mágico tuvieron las agallas, y el tiempo de luchar por el amor que dejaron ir. Nos arranca de las tripas el final que durante hora y media había construido.
 
Lo que hace que estas dos películas puedan trascender la nostalgia que las inspiró es la búsqueda por darle nuevos aires a formatos pre existentes. Aunque ambas terminan con una nueva esperanza, la sensación agridulce de no tener un final feliz clásico de Hollywood, las hace películas que resaltan entre la mayoría. En ellas se hace uso de la nostalgia de tal manera que no se siente que los realizadores hicieron trampa poniendo a Darth Vader en cuadro, sabiendo que íbamos a brincar emocionados del asiento sólo porque se trata del villano icónico. En ambos casos se cuenta una historia con suficientes elementos tanto pre existentes como nuevos que las hacen algo más que películas complacientes.
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Mariano Murguía 
Es estudiante de dirección en el Centro de Capacitación Cinematográfica, donde ha escrito y realizado dos cortometrajes de comedia. Fanático de la ironía y la exageración, el 50% de lo que dice es mentira. Adicto a spoilear películas taquilleras.

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