Por Cynthia Fernández Trejo Un panorama sobre la situación del Cine y la Televisión Infantil en México Para muchos de los que nos dedicamos a la producción de contenidos para el cine y la televisión, no es ninguna novedad que en México se tiene al público infantil muy olvidado. No obstante, no es un tema que interese a muchos o, por lo menos, no es evidente que a muchos les parezca un problema digno de ser discutido y solucionado. En este sentido me estoy refiriendo quizá un poco más al cine que a la televisión, la cual, mal que bien, desde hace mucho ha tratado de ofrecer espacios para el público infantil en el que puedan consumir programación especial para ellos. Ahora bien, que existan estos espacios no es más tranquilizador, ya que hablar de la calidad de dicha programación es otra historia. “Los niños no tienen el cine y la televisión que se merecen”, afirma Patricia Arriaga en una entrevista exclusiva para Plot Point. Es pertinente señalar que dicha situación no sólo existe en el campo del cine o de la televisión, igual se presenta en cualquier espacio cultural porque, lamentablemente, México es un país en el que el ámbito infantil siempre ha sido relegado a un segundo término. La realidad es que desde hace muchos años los niños han sido víctimas de una supresión, de una mirada negadora, que los ha excluido de la sociedad misma. En el caso de la televisión, la existencia de espacios para niños ha estado históricamente ligada a específicos fines comerciales. Evidentemente, me refiero muy en particular a la programación comercial en la que se mira a los niños únicamente como consumidores. Dado que la televisión comercial tiene como mandato el hacer negocio y la sociedad lo permite, nada ni nadie les obliga a producir algo propio o diferente. Se compran éxitos extranjeros y se olvida el hacer contenidos de calidad que les hablen directamente a los niños mexicanos. La mentalidad que impera en la televisión comercial actual se puede resumir en una pregunta: “¿Para qué producir cuando se puede comprar por 5 mil o 6 mil dólares cualquiera de los éxitos internacionales que además están probados y resultan más económicos que la producción de una ficción?”. Ahora bien, claro que se han llegado a producir contenidos originales para público infantil, no obstante, yo pondría en duda si ese tipo de contenidos son los más aptos para el público al que nos estamos refiriendo. Las ahora ya prácticamente extintas telenovelas para niños, así como los programas de entretenimiento protagonizados por adultos con actitudes infantiloides (Chabelo, el Chavo del ocho, Tatiana, etc.) son un ejemplo concreto de ello. El gran acierto de la televisión pública en este campo fue (y posiblemente sigue siendo) el de mirar a los niños desde un lugar muy diferente al de la televisión comercial, el de explotar el potencial de la televisión para la educación, para la enseñanza, para construir ciudadanía. Patricia Arriaga, quien se formó en este tipo de televisión, nos recuerda una de sus primeras experiencias en el campo de los niños al evocar su paso por Plaza Sésamo, un proyecto que buscaba justamente conectar ese interés por la educación con el contenido y la creatividad. La televisión pública ha comprado como producido contenido pero siempre pensando en que “el niño es un ser integral, un ser en pleno desarrollo que, debido a la etapa en la que está, él o ella se merece los mejores contenidos, la mejor programación”, según Pancho Ortega, supervisor de contenidos de Once Niños. El caso de Once Niños es un modelo que se ha mantenido a lo largo de los años debido a un esfuerzo constante por no sólo ser un espacio de programación infantil de calidad sino una verdadera ventana para hacer llegar toda la oferta cultural infantil a los niños. Así nos lo explica Pancho Ortega: “Supervisamos la oferta cultural que hay en el país, es muchísima pero no toda con la misma calidad. Revisamos todas las obras de teatro que hay, un montón de libros; vamos a ver exposiciones, parques, museos y vemos qué es lo que están ofreciendo a los niños. La gran ventaja que tenemos en Once Niños es que no le debemos nada a nadie, no le debemos a una marca, no le debemos a un museo, nosotros recomendamos sólo aquello que vale la pena. Todo está muy cuidado”
En el caso del cine en México, se tiene la idea de que “los niños no dan estatus”. Vivimos en un país en donde el ámbito infantil ha sido relegado, en donde directores y escritores de cine consideran que hacer cosas para niños es “rebajarse”. Y es que, en el imaginario, escribir o dirigir para el público infantil no asegura un lugar en la carrera hacia los Arieles o hacia un premio en los festivales nacionales e internacionales y, mucho menos, el reconocimiento a nivel mundial. La “obra de arte” que pondrá en la mira a su guionista o a su director no será una obra para niños. “¿Por qué no meterse ahí y pensar que profesionalmente es un buen reto?”, cuestiona Arriaga. Como hace poco decía en una entrevista el director de esta revista, Rafael Martínez: “Guionistas, directores y productores deberían ponerse a pensar un poco más en el público, en TODOS los públicos, al momento de hacer películas y no sólo en hacer cine para festivales.”. Asimismo, el sistema de exhibición y la falta de regulaciones que favorezcan al cine nacional han golpeado, por supuesto, al cine infantil. En México, el cine para niños es extranjero y lo poco original que se llega a hacer tiene ínfimas oportunidades junto a éste. Afirma Patricia Arriaga: “Tenemos a los grandes competidores (porque los niños sí son un gran negocio, pero aquí no lo hemos podido ver porque no pensamos en los niños, porque nadie sabe cómo o por dónde entrarle a los niños). ¿Y qué hacen los exhibidores? Traen todo Pixar, todo Disney, todo ese cine extranjero, y llenan sus pantallas (90% de sus pantallas). El cine para niños que hay es extranjero ¿Cómo puede el cine mexicano competir contra ese aparato de mercadotecnia? ¿Cómo competir contra ese aparato de creatividad, de recursos, desde dónde estamos? […]” Lo que tendríamos que hacer sería, como lo sugiere Patricia Arriaga, organizar seminarios donde nos sentáramos a “desbaratar” las películas para niños que se producen en el extranjero y que se convierten en éxitos con el fin de entender qué se está haciendo con el guión, con los personajes, con la animación, con la producción, etc. Se trata de aprender, de tomar lo mejor de ello y luego capacitar gente en todos los campos para poder llevarlo a cabo. Los niños deberían ser un público prioritario con el que todos los creadores deberíamos sentirnos comprometidos (¡más que con cualquier otro público!). Es en ese público en donde están los futuros escritores, cineastas y más que nada, los futuros adultos… ¿No deberíamos estar preocupados por sembrar una buena semilla en ellos? Lee la primera parte.
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June 2020
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