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Peripecias

Notas, artículos y ensayos

Después del rodaje... la resistencia

1/19/2016

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Por Chamo

Organización popular, trabajo colectivo y construcción de acuerdos. La película Corazón del tiempo no se explica sin esos elementos y sin la participación de las comunidades zapatistas. He aquí una visión del cine como herramienta de cohesión social, en donde “la técnica puede estar centrada en el ser humano y no en la reproducción del capital”.

Imagen

P.D. cinematográfica.
Toma aérea. Llueve.
El gris de arriba y la humedad le
devuelven el verde a estas tierras.
 Las quemas terminaron,
algo nuevo empieza a insinuarse
por entre piedras y montañas.
EZLN, 3 junio 1994.
​


​La luz de la pantalla nos permite observar las caras de asombro de niños, adultos y ancianos. Poco a poco, los rostros de asombro van convirtiéndose en sonrisas y las sonrisas en carcajadas. En la pantalla Chaplin logra retratar irónicamente la tragedia de los “Tiempos modernos” en los que la técnica desarrollada por el capital deshumaniza convirtiendo al trabajador en un apéndice de la máquina. Es 12 de abril de 1967 en las montañas de Baracoa en Cuba, el centro del poblado Los Mulos se ha convertido en una enorme sala de cine, con butacas improvisadas por la propia población y un camión proyector, que permite a los campesinos por vez primera disfrutar de la experiencia del cine. Este momento extraordinario fue inmortalizado por Octavio Cortázar en el documental Por primera vez, en el que muestra el trabajo del cine móvil impulsado por el Instituto Cubano de las Artes y la Industria Cinematográfica (ICAIC) tras el triunfo de la Revolución Cubana, que permitió la utilización de la técnica con fines lúdicos, llevando el cine a las poblaciones más alejadas de todo el territorio cubano.
 
Esta relación entre el cine y la revolución no fue algo inaugurado por la experiencia cubana ni algo que concluyera en ella, ya a inicios del siglo XX, Francisco Villa firmó un contrato con la Mutual Film Corporation para la filmación de las batallas de la División del Norte, lo que hizo crecer su mito y popularidad. De la mano de la revolución de Octubre, Eisenstein revolucionó por completo la técnica cinematográfica y mostró el verdadero potencial emancipatorio de este arte. Durante la Barcelona controlada por los anarquistas en 1936, los trabajadores del cine recuperaron sus medios de producción y rodaron documentales como Barcelona trabaja para el Frente en el que se muestra la ciudad controlada por los trabajadores, y en la que los salones del Hotel Ritz fueron convertidos en comedores populares, los cuales, de acuerdo con la propia narración del documental, antes eran ocupados únicamente por “maquilladas y frívolas damicelas, grandes financieros, capitanes de industria, aristócratas ociosos y aventureros internacionales de toda laya”. La Batalla de Argel de Gillo Pontecorvo y Franco Solinas, es un poema al triunfo del pueblo argelino sobre el colonialismo francés. La lista podría extenderse indefinidamente, pero lo que me interesa destacar es la innegable importancia del cine dentro de los procesos revolucionarios.

De la mano de la revolución de Octubre, Eisenstein revolucionó por completo la técnica cinematográfica y mostró el verdadero potencial emancipatorio de este arte.



​En el caso del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) esta importancia no ha sido menor. Desde su irrupción pública el 1 de enero de 1994, el cine documental ha sido una herramienta fundamental para dar a conocer su propuesta de lucha por democracia, libertad y justicia. Inolvidables son las imágenes de ese amanecer del año en el que miles de indígenas insurrectos tomaron por medio de las armas y la palabra, la ciudad de San Cristóbal de las Casas, pero también lo son las imágenes de los proyectos de salud, educación, producción y comunicación que han construido los pueblos zapatistas a lo largo de 20 años de lucha y por medio de los cuales se han vuelto dueños de su vida. Una doble mirada nos ha permitido acercarnos a esta experiencia, por un lado, la de colectivos de todo el mundo que han retratado esta importante experiencia de autorganización popular, y por otro, la propia mirada zapatista que hemos podido conocer a través del proyecto de videastas autónomos. Por otro lado, es de resaltar la primera película de ficción elaborada por los zapatistas, Corazón del tiempo, con guión de Hermann Bellinghausen y Alberto Cortés, dirigida por éste último, y protagonizada y coproducida por las bases de apoyo del EZLN.
 
La presentación del filme se realizó el 8 de agosto de 2008 en la comunidad de La Realidad con mil 700 asistentes de las comunidades aledañas. “Al principio, reconocer los lugares, las personas y hasta los animales, era motivo de risa. Luego, poco a poco, se fueron metiendo en la película, y al final estaban completamente dentro”, declaró Cortés.  Esta experiencia fue el final de un trabajo que duró casi ocho años. El proyecto de Corazón del Tiempo comenzó con la proyección de películas en las comunidades indígenas zapatistas, muchas de las cuales nunca habían tenido contacto con el cine o la televisión. Rememorando la experiencia del cine móvil de la Revolución Cubana, la primera película en exhibirse fue Tiempos Modernos, pasando por películas mexicanas de los años cuarentas y cincuentas, de Tin Tan, documentales de las propias comunidades y finalizando con la proyección de Matrix y El tigre y el dragón.
 
Este trabajo permitió una relación más cercana del equipo de grabación con las comunidades y el comienzo de la redacción del guión, del cual participaron también los zapatistas, a través de su discusión y revisión. Después se comenzó la selección del reparto, en la cual participaron bases de apoyo de diferentes regiones. Finalmente durante seis semanas se rodó la película. La película fue elaborada a través del trabajo colectivo de las comunidades bases de apoyo del EZLN, que organizaron desde la alimentación y hospedaje del equipo que participó en la filmación, hasta el apoyo en el arte de la película y la asistencia técnica. De manera paralela, un equipo de videastas autónomos de tres de las cinco zonas que conforman el territorio zapatista realizaron el documental Una mirada al corazón en el que retrataron la filmación de Corazón del Tiempo. 


De riqueza extraordinaria, la filmación y exhibición de la película son sólo el punto culminante de un trabajo colectivo que nos permite imaginar otro tipo de cine, uno basado en lo que Walter Benjamin llamaba la politización del arte. 



Corazón del tiempo es una ventana que nos permite asomarnos a la cotidianeidad de las comunidades zapatistas. La historia de amor entre Sonia (una joven de comunidad) y Julio (un insurgente del EZLN), sirve como pretexto para conocer la reconfiguración del conjunto de relaciones comunitarias a través del complejo proceso de construcción de la autonomía por parte de los pueblos zapatistas. Sin necesidad de partidos políticos ni patrones, los zapatistas van decidiendo de manera colectiva todos los aspectos de su vida, desde la instalación de una turbina que permite la generación de electricidad en las comunidades rebeldes, hasta las relaciones más cotidianas como las relaciones familiares y de pareja, el trabajo en la milpa y la fiesta.  Al mismo tiempo la historia nos muestra valores que los pueblos zapatistas construyen como la solidaridad, la construcción de acuerdos y la lucha por el respeto a los derechos de las mujeres. Finalmente el filme nos muestra la resistencia de tres generaciones de zapatistas, quienes han construido una vida digna para sus pueblos bajo un constante acoso por parte del ejército federal y los grupos paramilitares.
 
De riqueza extraordinaria, la filmación y exhibición de la película son sólo el punto culminante de un trabajo colectivo que nos permite imaginar otro tipo de cine, uno basado en lo que Walter Benjamin llamaba la politización del arte. Sin búsqueda de fama ni riquezas, producto de la organización del EZLN en su lucha por la humanidad y contra el capitalismo, Corazón del tiempo nos muestra que la técnica puede estar centrada en el ser humano y no en la reproducción del capital. Quizá en la elaboración del filme se resuma la apuesta zapatista de una vida digna, de eso algo nuevo que empieza a insinuarse por entre piedras y montañas, y que se expresa en todos los actos de las comunidades zapatistas que apuestan por la construcción de un futuro para todos, pues como señala uno de los compañeros bases de apoyo “después del rodaje todo vuelve a la normalidad, quedarán las casas como estaban y seguirán los compañeros, las compañeras trabajando cotidianamente y yo creo que van a seguir con el movimiento porque el camino sigue adelante…”



Chamo (Ciudad de México, 1983)
Es etnólogo con maestría en Estudios Latinoamericanos. Docente en la Escuela Nacional de Antropología e Historia y en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
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