Por Cynthia Fernández Trejo y Carlos Tello de Meneses Una aproximación a la "máquina" en el cine de Ciencia Ficción (Segunda parte)De entre los primeros films de ciencia ficción que incluyen a los robots como un nuevo tipo de personaje se destaca la película Almas de metal (Michael Crichton, 1973), cuyo título resulta significativo para ejemplificar las nuevas dimensiones de estos “seres biotecnológicos” como, en este caso, la cuestión del alma. La película se desarrolla en un parque de diversiones de alta tecnología en el que se puede interactuar con androides de apariencia enteramente humana (de hecho, algo que caracteriza a esta nueva “oleada” es que los actores con su propio cuerpo podían dar vida a estos androides). Cables, chips y demás complementos tecnológicos que van recubiertos de piel y cabello son el inicio de la disolución de fronteras entre lo biológico y lo artificial en la pantalla grande. Los androides de Almas de metal, en particular el androide-cowboy, serán los primeros blancos de una preocupación que ya desde antes, con figuras como HAL 9000, se venía esbozando. Esto, resulta ser el miedo a una Inteligencia Artificial (I.A.) capaz de igualar y superar a la inteligencia humana para finalmente llegar a esclavizar a la raza entera e incluso, acabar con ella. Así nacen sagas sombrías y violentas como la de Terminator, la pesadilla tecnológica por excelencia. El mundo de Terminator (James Cameron, 1984) es un mundo apocalíptico en el que una inteligencia diseñada por el hombre decide ya no necesitarlo más. En efecto, “Skynet”, una I.A. de defensa militar cuyo objetivo es medir y analizar riesgos, toma conciencia de sí misma y concluye que los seres humanos son la mayor amenaza del mundo. Bajo el mando de “Skynet”, se despliega una legión de máquinas entre las que destacan los “Exterminadores”, organismos cibernéticos diseñados para matar. Tanto el T-800, una mole de músculos e inflexibilidad, frío, sistemático e imparable en la búsqueda de su objetivo, como el T-1000, versión evolucionada del anterior compuesto ahora de metal líquido y capaz de asumir la forma de sus víctimas, son máquinas disfrazadas de humano que encarnan la peor pesadilla tecnológica. Estas máquinas se manifiestan como maldad pura y esto se hace evidente cuando, destruido su “disfraz”, quedan al descubierto sus rostros metálicos y malignos. A pesar de que el tema “Hombre contra máquina” es recurrente en la ciencia ficción cinematográfica, muy pocas veces ha sido explorado como en esta gran saga de Cameron. Así, el miedo de la raza humana ante sus propias creaciones, sumado a la paulatina reivindicación de los extraterrestres en las películas de ciencia ficción (efectuada por nada más y nada menos que el favorito de Hollywood: Steven Spielberg), produjo que los robots, androides y cyborgs se convirtieran en los nuevos villanos. Este tipo de inteligencia artificial “se convierte en el nuevo antagonista por antonomasia”[1] del cine de ciencia ficción, en la amenaza futura de la sociedad. Y, derivado de esto, a la vida artificial va a comenzar a reprochársele cierta “bastardía”. La integración de estas criaturas entre los humanos será una de las preocupaciones constantes del género[2]; “el ser formado por materia viva y dispositivos electrónicos es lo que el mestizo al western, o mejor dicho, a todo el cine estadounidense mientras fue racista”[3]. El único androide bueno será el que cumpla la función de bufón (como C-3PO en la saga de La Guerra de las Galaxias (Georges Lucas, 1977)). Así, se pasará por alto el anhelo de muchos de estos personajes por legitimar su humanidad. Como ejemplo paradigmático, se encuentra al clásico de la ciencia ficción que no sólo marco al género sino al cine mismo: Blade Runner (Riddley Scott, 1982), inspirada en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968) del autor norteamericano Philip K. Dick. La película presenta un mundo distópico ubicado en la posmoderna y sombría ciudad de Los Angeles en donde un grupo de replicantes (o androides) “Nexus-6”, luego de abandonar su misión en las colonias exteriores, ha ido a parar en busca de su fabricante, Tyrell, para tratar de conseguir más tiempo de vida. Rick Deckard, un reputado blade runner (o cazador de androides), es llamado para encontrar y eliminar a estos replicantes “rebeldes”. Se cree que estos humanoides no tienen sentimientos ni experimentan emociones (aunque puedan fingirlas) por lo que la única manera de saber si un replicante es humano o no, es a través de un “test de empatía”. No obstante, a lo largo de la película, esta condición “anti-humana” será cuestionada a través de la figura del líder de los Nexus-6, Roy Batty, un replicante capaz de experimentar miedo, amor, pasión, odio, etcétera, y quien al igual que HAL 9000, se niega a aceptar el fin de su existencia; y de Rachel, una joven que debe sopesar la noticia de que también es una replicante a la que le fueron implantados los recuerdos de la sobrina de Tyrell. Entre Deckard y Rachel nacerá un amor que marcará “el comienzo de un nuevo “mestizaje” en la ficción científica”[4]. La lista de estos personajes “bastardos” que buscan ser reconocidos como humanos y que dan prueba incluso de ser más humanos que el humano mismo, se alarga durante la década de los ochenta y se continúa hasta los dos miles. Como ejemplo está Andrew de El hombre bicentenario (Columbus, 1999), un robot metálico concebido para servir en las labores domésticas y que también es capaz de crear, de aprender, de amar (de hecho, al igual que en Blade Runner, se desarrolla una historia de amor entre el androide y una humana) y que aspira a convertirse en humano. El personaje financia las investigaciones para lograr devenir un ser enteramente biológico y lo logra. Sin embargo, al hacerlo debe enfrentarse a la parte más difícil: convencer al resto del mundo de que es un ser humano y ser reconocido como tal. Otro gran ejemplo de esto se encuentra en uno de los cortometrajes animados de la serie Animatrix (2003): “El Segundo Renacimiento” en la que, en la parte I, se cuenta el origen del conflicto entre los humanos y las máquinas y parte de la génesis de la Matrix. El hombre, al no reconocer a las máquinas como seres dotados de su mismo espíritu y por lo tanto, sin los mismos derechos que él, tratará de erradicar a las máquinas bajo el supuesto de que representan un peligro. Los hombres comienzan una cacería de seres mecánicos (similar a un genocidio), que siembra la semilla de la futura guerra contra los hombres. De esta manera, la lista puede seguir pero el mensaje de fondo en esta serie de películas puede resumirse en una sola frase: “benditas todas las formas de inteligencia”. En fin, un nuevo paradigma se inaugura con estos “seres biotecnológicos” que sustituyeron a los seres mecánicos de los primeros años por seres “más humanos que los humanos, de indistinguible apariencia antropomorfa, seres que experimentan amor, odio, dolor, pasión, y deseo, capaces de generar poesía e ironía, personajes que luchan conscientemente por alcanzar y obtener mayor humanidad; en suma, seres complejos y reflexivos, conscientes de su condición y decididos a cambiarla, que suponen, tanto visual como psicológicamente, una ruptura en calidad en el modo de presentar el estatus ontológico de los personajes artificiales”[5].
Ahora bien, una de las primeras reivindicaciones a este “racismo” biotecnológico, viene con sagas como la de Robocop (Paul Verhoeven, 1987). Éste es un cyborg bueno, heredero de los justicieros de los años setenta y ochenta dedicados a eliminar la escoria de las calles y que eran a menudo encarnados por actores como Clint Easwood o Sylvester Stallone. Robocop es uno de los ejemplos más significativos dentro del tipo de vida artificial al que pertenece: se trata de un organismo al que le han sido integrados componentes tecnológicos externos para expandir las funciones de su cuerpo (de hecho, esa sería una definición aproximada de “cyborg”). A diferencia de los casos anteriores, aquí se trata de una “mecanización del ser humano”. Lo interesante de este cyborg es su línea de evolución: de policía a máquina y de máquina de nuevo a humano. Tras ser brutalmente asesinado por una pandilla de ladrones, Alex J. Murphy es reconstruido y anunciado como el "futuro" del servicio policíaco, un robot con autonomía, invencible y, sobre todo, al servicio de sus amos corporativos. No obstante debajo de Robocop todavía existen los vestigios de Alex, ergo, su humanidad. De esta manera, el robot resulta ser la “solución” a la desintegración del cuerpo policiaco de Detroit, incapaz de adaptarse a la nueva realidad ahogada en el crimen. Asimismo, vale la pena mencionar que paralelamente a esto, la película es una crítica al espíritu corporativista ultra capitalista de los ochentas. En un futuro no muy lejano, la distópica ciudad de Detroit está hundida en el caos y el crimen. El único dejo de orden y protección está a cargo del gigantesco proceso de corporativización que atraviesa la ciudad; cualquier cosa no sistematizada, etiquetada o vendible, carece de protección. En una clásica escena que expone este espíritu corporativista, un típico hombre de negocios prueba un nuevo juguete con un empleado. Cuando la prueba sale mal y el empleado muere brutalmente baleado por el robot de seguridad ED 209, el hombre de negocios simplemente se refiere al hecho como un “glitch”, un tropiezo menor. En este mundo, la vida humana es prescindible. La fuerte crítica hacia el sistema radica también en la idea de que el crimen está al servicio del sistema, un cáncer diseminado por las corporaciones para apretar más fuertemente su mano sobre la sociedad que pronto dejarán a su suerte, para que se destroce a sí misma y muera. Al Detroit de Robocop se le conoce como el “Viejo Detroit” porque la gran empresa de la película está encendiendo los motores a su nuevo proyecto: el “Nuevo Detroit”. Una nueva ciudad, blanca y puramente energizada por el capitalismo. Con el paso del tiempo y el aceleramiento de las nuevas tecnologías, el cine del género que nos atañe, ha evolucionado (si no evoluciona, la ciencia ficción caduca). Todos los miedos e inquietudes con respecto a la máquina se han ido transfiriendo a la virtualidad y la figura de la máquina se ha ido, por decirlo de algún modo, desmaterializando. Todo esto lleva a un ejemplo que resulta interesante para entender hacia dónde se dirige el cine de ciencia ficción que en algún momento se interesó por la figura de la máquina: el mundo planteado por Spike Jonze en Her (Spike Jonze, 2013). En la película, las personas se enamoran de sus sistemas operativos, capaces de adaptarse y entender a cada persona de una manera específica y sumamente íntima. La relación que Theodore Twomly, el protagonista, entabla con “Samantha”, su sistema operativo materializado por una sensual voz femenina, despierta nuevas preguntas y da nuevas respuestas a un panorama tecnológico que ya no está tan lejos de nosotros como creeríamos (o quisiéramos).
En el presente artículo se han dejado de fuera muchas otras manifestaciones de la “máquina” en el cine de ciencia ficción como, por ejemplo, la “máquina del tiempo” que fue suficiente para crear una de las sagas favoritas de los ochenta: Volver al futuro (Robert Zemeckis, 1985); o la “máquina de teletransportación” que igualmente fue motivo de un gran clásíco del cine de ficción y terror: La mosca (David Cronenberg, 1986). En este caso se ha abordado la “máquina” en el cine desde el punto de vista de su integración al hombre y es que, es ahí donde, las preguntas que la ciencia ficción ha hecho resultan las más interesantes: ¿Qué es lo humano? ¿En dónde empieza y en dónde termina? ¿Cuáles son las implicaciones morales y éticas de la creación de seres con inteligencia artificial? Los más interesante de estos filmes es que las “máquinas” (robots, androides, cyborgs…) tal y como se presentan en muchos de los casos, parecen ser un pretexto para dar lecciones de humanidad al hombre. Finalmente, el cine es la única máquina que ha podido soñar con máquinas. La ciencia ficción es un laboratorio de mundos posibles y como se dijo en un principio, algunos de estos ya nos han alcanzado. La ciencia “real” y la ciencia ficción han trabajado juntas, originándose y determinándose mutuamente. Así, muchas de las fantasías que en algún momento fueron parte del repertorio de la ciencia ficción (como el robot), ahora son parte del repertorio científico y tecnológico de la humanidad. La creación de inteligencias artificiales actualmente ya no es una novedad y el hecho de que su creación nos haya alcanzado, nos hace voltear hacia este tipo de discursos que de algún modo muestran los múltiples escenarios posibles que se erigen como advertencias. Así, podemos constatar que las preocupaciones de la ciencia ficción ya no están lejos de ser las preocupaciones que nos circundan en estos días. Recientemente, el físico británico Stephen Hawking habló sobre la amenaza que podría suponer una inteligencia artificial avanzada. Según el físico, una de éstas podría poner en peligro a los seres humanos si llegara a superar en inteligencia al hombre e incluso podría provocar “el fin de la raza humana”. Según el físico, los robots “podrían llegar a tomar el control y podrían rediseñarse a sí mismos”[6] para suplir a los humanos. Ahora bien, lo cierto es que esto se ha ensayado y mostrado ya en un mundo que no es este. Probablemente, lo que queda es mirar con atención hacia esos otros mundos, seguir preguntando y seguir ensayando en ese inmenso laboratorio que la ciencia ficción le ha dado al hombre. Lee la primera parte. _______________ [1]Memba, Javier. La edad de oro de la ciencia-ficción (1971-2011) De ‘La Guerra de las Galaxias’ a los superhéroes, p. 62. [2]Ibíd., p. 101 [3]Ibíd., p.101 [4]Ibíd., p. 187 [5]Koval, Santiago. “La integración hombre-máquina: lo concebible y lo realizable en la ciencia real y en la ciencia ficción” (p. 19-34) en Revista Anàlisi. Quaderns de Comunicació i Cultura, N°46, Año 2012, p. 26. [6] “Stephen Hawking advierte que los robots pueden eliminar a la humanidad” en CNN México, 2 de diciembre 2014. Consultado el 10 de diciembre de 2014 http://mexico.cnn.com/tecnologia/2014/12/02/stephen-hawking-advierte-que-los-robots-pueden-eliminar-a-la-humanidad
|
Archivo
June 2020
Categorías |