La Fuerza estará conmigo... siemprePor Antonio Kurt Recuerdo cada día ir a buscar mis juguetes a un cajón e imaginar batallas espaciales. Mis favoritos: una Y-wing y un AT-ST que al presionarle un botón se destruía. Me emocionaba ir a casa de mis primos y ver la enorme cantidad de figuras de Star Wars que tenían. Para mí, era inacabable, y al ver a Jabba the Hutt (más grande que los demás) se despertaba mi envidia infantil. Así crecí, recreando e inventando nuevas campañas espaciales con mi hermano. Además de mis juguetes, mi acercamiento previo a Star Wars sólo había sido la proyección en el cine de El Regreso del Jedi de la que no recordaba mayor cosa, hasta que cierto día, el canal 11 transmitió las tres películas de Star Wars, una tras otra. Mi papá, que ya las conocía, se preparó junto a la videocasetera y -bajo un criterio bastante personal- comenzó a grabar lo que, a la fecha, creo serían sus escenas favoritas. Como resultado de este maratón, quedó grabado un resumen de las tres películas en un Betamax a lo máximo de su capacidad. La primera escena grabada es la de Luke comprando los androides y la última, la caída del Emperador al núcleo de la Estrella de la Muerte. Muchas (incontables) horas las pasé frente a mi televisión viendo este videocassette Beta. Es esta cinta la que se volvió la más vista de mi vida, al grado de aprenderme los diálogos doblados y muchas secuencias de memoria. Para un niño como yo, este mundo resultó un lugar cautivador y un potenciador de mi imaginación. Pasaron los años y esa galaxia creció conmigo. Esto último, por supuesto, fue aprovechado por los que han manejado este negocio multimillonario. Con el paso de los años, he consumido mercancías de todo tipo marcadas con el sello de Star Wars. Al parecer, soy un nostálgico incurable. Las ediciones especiales me dejaron ver en pantalla de cine estas películas a pesar de algunos desafortunados cambios porque todos sabemos que “Han disparó primero”. La llegada de los nuevos episodios me emocionó mucho: funciones de media noche y largos periodos entre películas. Tuvieron que pasar 5 años después de La Venganza de los Sith para que pudiera aceptar mi decepción y enojo por la terrible calidad de las precuelas. George Lucas pudo crear este universo siguiendo al dedillo esquemas narrativos muy tradicionales, tomando todos los arquetipos que fue capaz y gracias a los cuales, construyó un imperio multimillonario. Sin embargo, al inicio fue honesto al querer contar una sencilla historia a través del cine y por ello, logró una película con innovaciones tecnológicas que hicieron posible la creación de estos mundos y que, finalmente, hicieron que Star Wars marcara profundamente la historia del cine. Esta galaxia, que nos sigue divirtiendo y ha inspirado miles de historias más, nunca dejará de explotarse ni de vender, aunque, a pesar de todo, hay algo más en este sobreexplotado producto. En este universo hay una magia que ha cautivado a muchas personas, quienes seguiremos buscando más aventuras de estos inolvidables personajes de una galaxia muy muy lejana. Galaxia de permanencia voluntariaPor Carlos Tello de Meneses Nada como ver La Guerra de las Galaxias una tarde de sábado por el canal 5. En mi niñez pocas cosas se comparaban en emoción, anticipación y religiosidad como el ver la trilogía completa cuando las pasaban por la tele. No recuerdo la “primera” vez que las vi, extrañamente siempre han estado ahí. Siempre he sabido que Darth Vader es el padre de Luke, que Leia es su hermana y que la Alianza Rebelde gana al final. Me sé las películas de pies a cabeza y no porque desde niño haya sido un fan acérrimo de las películas, sino porque eran parte del panorama cultural de cualquier niño que pasaba sus fines de semana pegado a la programación del canal 5. También conozco a fondo Robocop, Terminator (las dos de Cameron), Depredador, Rocky, Rambo, Duro de Matar, el Batman de Burton y todos los clásicos básicos del cine de permanencia voluntaria. Y aún así, a pesar de que muchos de los clásicos del canal 5 son estampas del cine americano de los 80’s, La Guerra de las Galaxias siempre era un evento especial para la audiencia. Cada vez que las pasaban, las conversaciones durante el recreo del lunes sobre la estrella de la muerte, el halcón milenario y Chewbacca eran inevitables. Ese impacto en su audiencia, esa renuencia a pasar desapercibidas siguen siendo, incluso hoy en día, muestras del poder de la trilogía de Lucas. Son especiales para mucha gente, yo incluido. Por eso siempre estuve ahí, cada vez que algo nuevo de ese universo salía estuve ahí. Phantom Menace, Attack of the Clones, Revenge of the Sith. En las buenas y en las malas, malas, malas. Esperemos que The Force Awakens sea de las buenas. Mientras tanto ya tengo mis boletos en la mano. Recuerdos de velocidadPor Rafael Martínez García La imagen más antigua de Star Wars que tengo en mi memoria es la de la persecución de speeder bikes en los bosques de Endor y pertenece a la última entrega de la trilogía original: Return of the Jedi. La vi en su reestreno en cines que tuvo en 1997, cuando yo tenía seis años y, obviamente, no entendí NADA. No había visto ni un poco de las anteriores películas y no tenía idea de quién era Luke Skywalker o Darth Vader. Aún así, el espléndido trabajo sonoro de esa escena y la forma en que la cámara se movía velozmente entre los árboles, me dejó impresionado. Tanto que sigo recordando ese momento con mucha claridad. Recuerdo incluso los detalles, como que la vi en un Cinemex del Estado de México, donde viven mis tíos Laura y Alfonso, a quienes habíamos ido a visitar. El que se tratara de un Cinemex era novedoso para mí porque, en aquéllos días, en Celaya sólo había un pequeño Cinemas Gemelos que luego se convirtió en un boliche y hoy no sé qué sea. Era tan distinto entonces que en los Cinemex vendían Coca-Cola y en los Multicinemas de los Ramírez (hoy Cinépolis) tenían Pepsi. Vi Return of the Jedi esa noche en compañía de mi padre, mi madre, mi hermana y mis tíos, y todo desde mi punto de vista de niño me parecía enorme: un complejo enorme, una sala enorme, una pantalla enorme y el volumen altísimo. Un par de años después de eso, se estrenó en salas el Episodio I: The Phantom Menace, y de él la primera imagen que recuerdo es la cara del estúpido Jar Jar Binks y la de la Reina Amidala en la caja de una Pizza Hut. Ya cuando vi la película, la escena que se grabó primero en mi cabeza fue, obviamente, la de la carrera de pods que gana Anakin en Tatooine (¿Qué tenía yo con la velocidad?). El Episodio I lo vi en una incómoda, calurosa y pequeñísima sala de un complejo chafa que operó por algunos años en la ciudad donde crecí, se llamaba “Cine Star”, y a pesar de que ya tenía ocho años, tampoco entendí NADA de lo que había visto. ¿Federación de Comercio, boicot de rutas comerciales, negociaciones, sesiones del Senado, cancilleres, embajadores y virreyes? ¡¿Qué quiere decir todo eso?!
Me aburrió muchísimo, tanto que no volví a visitar la galaxia lejana hasta el estreno del Episodio III: Revenge of the Sith en 2005, ya a mis catorce. Tampoco olvido que la vi saliendo de la secundaria, con un amigo de la escuela llamado Iván (que sí sabía mucho de Star Wars), en la grande y bien acondicionada sala 6 de Cinépolis Las Américas, Celaya. Esa tarde tenía una gripa horrible y pensé que le pasaría fatal en el cine, pero no fue así, la enfermedad se me olvidó por completo y la película me encantó. Ahora todo tenía sentido. Cuando por fin me vi atrapado e interesado por la mitología de Star Wars (ya tarde, he de aceptar), mi papá me platicó de las películas “viejitas”, de Darth Vader y su paso al lado oscuro, y de sus hijos gemelos que protagonizaron aquella aventura. Luego me compró la trilogía original completa en DVD (la de la cajita negra de Vader) y las tres precuelas por separado, y desde ese momento ya nada fue igual. Soy un fanático tardío, uno al que le apena confesar que la trilogía de Anakin no le parece taaan mala, uno al que las horribles correcciones digitales de George Lucas nunca le molestaron tanto (porque así conoció las películas) y uno que, además, nunca tuvo interés por el universo expandido. Aún así, puedo decir que realmente amo todo lo que este universo ha ofrecido en la pantalla grande, sus estupendos personajes y sus apasionantes historias. Mi último recuerdo valioso de Star Wars fue ver en pantalla grande el tráiler de The Force Awakens antes de Spectre a lado de mi padre, no sé sí el se emocionó tanto (estoy seguro que no había visto antes nada de la nueva entrega), pero yo sí solté la lagrimita, al igual que cuando meses antes vi a Chewbacca junto a un viejo Han Solo que decía: “Chewie, we’re home!”. Y la música de Williams… ¡esa música de Williams me eriza la piel siempre! Sensible a la FuerzaPor Luis Mariano García Hace algunos años, no tantos pero suficientes para hacerme sentir viejo al pensar en ellos, mi mamá me habló de unas películas que había visto como década y media atrás en el cine, y que estaba segura a mí me encantarían. No logro recordar que tanto me dijo de ellas, pero sin duda fue más que suficiente para provocarme una inmensa emoción al respecto y unas ansias incontenibles por ver esas películas lo antes posible. En aquella época, al menos para mí, sólo existía un lugar dónde podría encontrar dichas cintas: el VIdeocentro, ese pionero de la renta de videos que murió a manos del ahora difunto Blockbuster. Cierro los ojos y aún puedo ver el estante exacto del que tomé los cassettes BetaMax. Las películas por supuesto eran las saga de La Guerra de las Galaxias y mi mamá tenía tazón: me fascinaron. Las rentamos varias veces seguidas pues no podía parar de verlas. Cada aspecto de esas películas me atrapaba y mandaba mi cabeza a una galaxia muy, muy lejana. Desde la música inicial acompañado a ese legendario texto en perspectiva, que corría demasiado rápido para mis entonces primarias habilidades lectoras, hasta la última imagen de los créditos. Me era imposible despegar los ojos de la pantalla. En aquel único Videocentro de mi pueblo natal, sólo tenían los episodios IV y V. No existía una copia de El Regreso del Jedi ahí, así que para mi no existía conclusión a la saga. Si bien resultaba un tanto frustrante ver las aventuras truncadas en tremendo cliffhanger como es el final de El Imperio Contraataca, la falta de conclusión resultaba el pretexto perfecto para imaginar que había más allá del pietaje disponible. Imaginar algo dentro del universo presente en esas películas es demasiado sencillo, se trata de un universo muy bien construido y rico en detalles pero que a la vez posee limites maleables, el extensísimo universo extendido hoy descanonizado lo demuestra. En mi parecer, ésta es una de las principales razones de la grandeza y trascendencia de Star Wars. El mundo creado por George Lucas es único, y aún más único resultaba en su momento. Se trata del primer mundo fantástico nacido para el medio audiovisual que es el cine, y como tal muchos de sus aspectos icónicos se dan en lo auditivo y lo visual. Imágenes tan poderosas y memorables como el cielo con dos soles de Tatooine o el viaje a la velocidad de la luz. Los diseños únicos de personajes, naves y props. El sonido no se queda corto con el gruñir de Chewbacca, la voz de Darth Vader o, por supuesto, el sonido de un sable de luz.
Cada elemento de este mundo fue creado para la película, lo que crea un mundo peculiarmente único. Pero más allá de lo que vemos o escuchamos, todo está dispuesto de cierta forma que es imposible no pensar que hay algo más allá. Se trata de un mundo vivo que evidentemente se extiende pasados los limites de lo que percibimos. Parte importante para crear esta sensación, me parece, está en aquello que está en la película pero no se puede ver ni escuchar: la Fuerza. La Fuerza es una de las partes más importantes de Star Wars. Es tan esencial y representativa de Star Wars como el casco de Darth Vader o el Halcón Milenario, pero es un concepto abstracto. Esta intangibilidad, que el mismo Lucas intentó matar con sus malditos midichlorians, ayuda a reforzar lo basto e incontenible del universo construido. Ayuda a elevar esta saga a un nivel mítico. De ninguna manera digo que el mundo lo sea todo, por supuesto que la historia es de suma importancia aquí. Un mundo de niveles míticos requiere una historia a la par. Claro que se trata de una historia de trama sencilla que algún cínico podrá llamar cliché, pero justo ese es el punto. La universalidad del mito requiere cierta sencillez. Al igual que con el mundo, una gran virtud de la historia es esa sensación que nos da de tan sólo estar viendo una pequeña parte de un todo mucho más extenso. Por una parte, gracias a la extensión del mundo es fácil imaginar más historias ocurriendo en otros planetas. Por otra, el simple hecho de titular a Una Nueva Esperanza como Episodio IV, abría la expectativa de que sucedió antes. Y no importa que años más tarde Lucas haya respondido esa pregunta de manera tan poco satisfactoria, pues la idea de algo más ya está sembrada y se extiende a la posibilidad de historias previas o posteriores. Con este terreno de juego tan acogedor no es de sorprender la enorme cantidad de productos relaciones a Star Wars que existen. Uno no quiere abandonar este mundo. Lo he constatado viendo las películas originales, leyendo comics, viendo caricaturas, jugando videojuegos y en su tiempo, jugando con los juguetes. Star Wars es el mito de nuestra época, narrada con el arte de nuestra época. Como buen mito es maleable, reinterpetrable y adaptable. Por supuesto que no todo lo que ha nacido de ella es digna de revisión, o siquiera de visión, y es difícil pensar que algo llegue a ser tan trascendente como la trilogía original. Sin embargo me emociona la posibilidad de revisitar ese mundo tantas veces como sea posible, pues existe la esperanza de encontrar más relatos entrañables en él. Ahora muchos años después espero con emoción y ansiedad muy similares a las de niño que se estrene El Despertar de la Fuerza. Se podría atribuir tal similitud de sentimientos a una falta de madurez de mi parte, pero quienes conocen Star Wars, saben que no se puede esperar Star Wars de otra forma.
|
Archives
December 2015
Categories |