Por Erick Baena Crespo y Rafael Martínez García El director y escritor de The Burning Plain (2008), que impartió una conferencia magistral en días pasados, expone en entrevista su punto de vista sobre la escritura cinematográfica. “No me gusta la palabra guión porque es muy despectiva. Significa que nosotros hacemos guías para que un director haga la obra. ¡Ni madres!”, suelta Guillermo Arriaga, con humor, apenas se sienta en la mesa, en medio de Paula Markovitch y Adriana Jiménez, durante la presentación de la Maestría en Escritura Cinematográfica en la Universidad de la Comunicación, en el marco del Foro Latinoamericano de Coproducción Audiovisual (FLICC). Ante una centena de estudiantes de la Licenciatura en Comunicación Visual y la Licenciatura en Cine, Arriaga toma el micrófono y se levanta. “Para que me vean los que están hasta atrás”, dice. Y cuenta un chiste que provoca las risas de los asistentes. “Tenemos que reivindicar la figura del texto cinematográfico. En algún momento se llamaba Libro Cinematográfico. ¿En qué momento pasamos de ser autores a escribanos?”, afirma Arriaga. Y más adelante, agrega: “¿Por qué se le quita la palabra autor a quien escribe una obra original?” Tras la conferencia, Plot Point tuvo la oportunidad de charlar brevemente con el escritor de trilogía Amores perros (2000), 21 gramos (2004) y Babel (2006), quien habla de su postura sobre la escritura cinematográfica y su proceso creativo. PREGUNTA. ¿Qué debe de hacer el escritor para devolverle el valor artístico al libro cinematográfico, como tú lo llamas? RESPUESTA. En principio, cambiar la palabra guión por escritura cinematográfica o libro cinematográfico. Y en esa batalla llevo muchos años. También hay que pensarla como un género literario, un punto en el que he insistido mucho. Y no hay que tener miedo de decirlo. Beneficia al cine tener personalidades fuertes. Alguien me decía: “Es una lucha de egos”. Y yo le respondí: “Afortunadamente”. Si no hay egos, y posiciones fuertes, todo se reblandece. A veces se necesitan esos choques (entre director y guionista) para poder crear una obra. El escritor cinematográfico no es un oficinista que está siguiendo las órdenes de un jefe. Creo que beneficia al cine que haya dos posiciones distintas y que se enfrenten. Siempre estamos asustados del conflicto. Y no hay por qué asustarnos del conflicto. Hay que pelearse. Eso no va a demeritar la autoridad del director, pero tampoco tiene que demeritar la autoridad del escritor.
P. ¿Cómo debe afrontar el escritor cinematográfico el formato? Y, dentro de ese formato, ¿es posible tener una apuesta prosística, estilística? R. El cine es un arte muy joven del que apenas vamos descubriendo las formas de narrar. Así como se habla de los 3 actos, que se supone que era la única forma en que se podía narrar, ese tipo de formato –se dice- es el único que se debe de cumplir. Yo siempre he querido que mi obra huela, se sienta. Hay que escribir esas cosas y obligar a quien dirige, seas tú o sea otro, a reproducir esas atmósferas. Que el espectador se sienta completamente involucrado con la historia. P. Háblanos de tu proceso creativo, ¿cómo es la ruta que va de la idea al texto cinematográfico? R. Yo siempre voy en contra de lo que se enseña. No escribo nunca un argumento. No hago investigación. No tengo ningún pasado de los personajes. No sé el final… ¿Por qué? Porque, para mí, escribir es descubrir. Cuando pitcheo las historias y me preguntan: “¿Cómo va a terminar?” Yo les respondo: “Muy bien. Va a quedar chingón”. Me han dicho en Hollywood: “¿Quieres que te compre esta historia y no sabes cómo va a terminar?”. “¿Como voy a saber cómo va a terminar si no la he escrito?”, les digo. Mi proceso creativo es bastante caótico. Es más, yo no sé qué estructura voy a utilizar al principio. Yo la voy descubriendo conforme voy escribiendo. Te presentamos fragmentos de lo que dijo, y contó, durante la conferencia:
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December 2015
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