Por Rodrigo Hernández Antes de contestar la pregunta tenemos que preguntarnos, ¿hay cine de género en México? Si una película de género cumple con la expectativa de la audiencia no importa el país en que fue hecha. Babadook no es terror australiano; Big Bad Wolves no es thriller israelí y, The Raid no es acción indonesia. El Santo contra las momias no es Terror, es el Santo y su conjunto de adorables artefactos, situaciones, diálogos, monstruos y cajas con focos. Nadie lo pone para espantarse. De la misma manera en que no es terror, no se usa como película de terror. Porque los géneros tienen usos específicos para los espectadores: las chick flicks para ir con las amigas, las de terror para el ligue y las de acción para la boys night. ¿Hay cine de género en México? No conozco la respuesta. Lo que sí hay en abundancia son los géneros “a la mexicana”. Acción que en lugar de coreografías de unos buenos chingadazos y patadones presenta a unos gorditos (tipo Chuy Ochoa) gritándose palabrotas y medio corriendo con armas ridículas. Terror que en lugar de tener efectos verosímiles y guiones ingeniosos tiene chistes y mucha sangre color naranja con iluminación tipo telenovela. Pero la gran mayoría de la producción gira en torno a esta mexicanización de lo que el realizador mexicano entiende por género. Y al final se abusa del espectador de género, que en su nombre lleva la penitencia: es generoso. No para de ir de forma entusiasta a festivales y cónclaves donde el horror, el scifi, gore y demás exquisiteces se degustan. No se le entrega un filme pensado, bien sonorizado, bien iluminado, bien postproducido, con buena historia ni buenos actores; pero el fan está ahí, viendo, consumiendo, leal y entregándose a sí mismo. ¿De dónde viene esta lealtad? En los géneros vemos los reflejos más directos de las inquietudes de todos. El cine de “autor” y el de circuitos culturales pretende validarse en la especial realización de sus temas y puntos de vista de los directores. El imperio de la subjetividad y las referencias snob/elitistas. Es poco accesible al espectador silvestre, de a pie, de a pesero y de a metro.
Nosotros llegamos al cine cansados de la chamba y nos comimos una torta para ahorrar y poder pagar el boleto de la nueva de James Bond o la nueva de Terror, o lo que sea que tenga explosiones y unos buenos karatazos. Y es ahí donde el género funciona. Funciona en los ojos de nosotros, los comunes, los que nos emocionamos con el olor de las palomitas y las playeras fosforescentes. Los que atesoramos más un velocirraptor original del 94 que la cena que tuvimos en Lisboa con algún director de documental escandinavo que nadie conoce. Porque el cine de género te recuerda las cosas simples e importantes de la vida: Tiburón (proteger a los que queremos a toda costa), Terminator (el bien común es una lucha de todos), Blade Runner, (¿Cómo vivir una vida que valga la pena?). En fin: la lista es interminable. Y mientras las películas de género sigan poniendo en tela de juicio éstas grandes cuestiones, que nos sensibilizan a todos, seguirán siendo relevantes para la sociedad. Cuando estudié Filosofía en la UNAM los maestros estaban hartos de los ejemplos que tenían que ver con The Matrix. Berkeley se puso de moda en la mente de todos; otro ejemplo es V de Venganza que dio cara a varios movimientos contraculturales que hoy en día son líderes en la guerra de la información. Algunas características de la realización del cine en México nos alejan de una buena producción del cine de género. Directores que se creen todólogos y escriben el guión, producen la película, meten a sus amigos a actuar… y ni siquiera saben bien cómo funciona el lenguaje cinematográfico (y no hablemos de ejes porque ni las miradas pegan), productores que le roban a la película desde antes de hacerla y que desde el guión van tachando lo que “no se puede hacer” o “es muy caro” y que eliminan puestos claves de las producciones como DIT, VFX, supervisor o postproductor. Crew que no tiene una formación técnica óptima… etc. Estamos lejos de la perfección técnica que requieren las verdaderas obras maestras del género. Las huestes de entusiastas que se compran una cámara y van con sus amigos a filmar horror me enternecen pero no me esperanzan; fundan su praxis en la pura voluntad desprovista del dominio técnico y teórico que permite al realizador generar miedo, asombro, repulsión y toda la gama de emociones que vienen junto con la buena ejecución de la narrativa cinematográfica. Narrativa que, cuando se planea y ejecuta de la mano de una gran historia (que generalmente escriben los guionistas, no los autores-directores) siembra imágenes y sonidos en nuestras cabezas proveyéndonos de sueños y pesadillas para toda una vida.
¿Vale la pena hacer el cine de género? Es una gran pena que te digan que tu película “no se puede hacer”. Que está muy cara, y que mejor la hagas “chistosa” o como “las del santo”. Que vayas contra la corriente intentando hacer el mejor set, los mejores props, la mejor música; y sin el apoyo que generalmente brotaría a chorros si tuvieras una protagonista niña-indígena-lesbiana-invidente, víctima de violencia de género (que sufra como Precious). Y cuando logras terminar la película que estaba en tu mente (más o menos) te tienes que chutar todos los comentarios rarísimos nacionalistas: “El problema es que no es una película que realce lo mexicano”. Nacionalismo que, sin duda, es patente en los festivales. Y lo digo por experiencia porque mi breve filme, de high concept scifi, estuvo primero en otros continentes y competencias que en las pantallas de México. Lo triste es que la cosa no para ahí porque incluso dentro de los festivales te ponen sólo como la “rareza” y como una muestra de lo que “se puede hacer con efectos”. Pero al final, la película llega a oídos y ojos que la ven sólo por verla. No por evaluarla ni clasificarla ni decidir si merece ser llamada “cine”. Y son éstos ojos los que la disfrutan, los que encuentran los detalles. Son éstos oídos los que se maravillan y encuentran mensajes que ocultaste como huevos de pascua para el conocedor del género. Y cuando subes triste al camión para regresar a tu casa del festival en el que los críticos y promotores dijeron que tu película no es ni cine ni viable porque no es “arthouse” o “indie” oyes que otras personas normales, como tú, que viajan en camión, hablan de la programación: –¿Y estuvieron chidas las películas? –Ni sé, las que no me jeteaban eran puras mamadas. –No mames, ¿todas? –Hubo una de un clon que está como atrapado y lo persigue una araña robot gigante, ésa está chida y sonaba cabrón. Y te aguantas volviendo a pensar que, aunque sea muy grande, vale la pena.
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May 2021
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