Por Xésar Tena “¿Qué tipo de películas te gusta ver?” –le pregunta un chico a una chica en su primera cita. Después de mucho titubear ella se decanta por las películas románticas y él por las de zombies. Según el momento de vida que nos encontremos, son el tipo de películas que escogemos. Lo mismo con la música, libros, exposiciones, etc. El estado anímico es un timón predominante que nos conduce muchas veces a los puertos donde puede abastecerse de reforzadores. Si hoy creemos que nuestra vida es una tragedia, nos satisface encontrar obras con las cuales equiparar ese sentimiento de agonía y grandeza. Ayer lidiamos con una intriga y nuestro día era una vorágine de suspenso. Otras más, nos seduce definirla como drama aunque en realidad estemos viviendo una malograda y patética comedia. Así como el teatro ha llegado al posdrama y trascendido convenciones y principios antes irrefutables, el cine experimenta una etapa pos-género. La mejor película es la que tiene un poco de todo: comedia, acción, drama, suspenso, fantasía, terror, ciencia, romance, etc. Si una película puede complacer a la mayor cantidad de audiencias, es probable que se logre taquillera. Sin embargo, esto es posible gracias a dos hechos: el espectador no sabe qué quiere, cómo se siente ni qué le gustaría ver y por otra parte, parece ya no poder sostener la atención en un mismo asunto o atmósfera por largos periodos de tiempo. Estos factores son los que hacen producir historias de géneros compuestos o multigenéricas. Entendiendo género como un tratamiento específico sobre el tema, que además goce de coherencia interna. Una misma historia puede ser contada prácticamente desde cualquier óptica y si el gusto del público es diverso entonces se pretende ofrecer un tratamiento variado. Es decir, una bonita horchata audiovisual. Conviene saber primero si somos buscadores de arte o entretenimiento. Y sí, el arte también explora el estado de vacío, aunque un acercamiento tibio deviene en craso aburrimiento. He venido hablando de éxito[1] y como sabemos, alinear el éxito personal con el artístico y el artístico con el taquillero, no es tarea fácil. La recuperación económica es directamente proporcional a la plataforma pero sobre todo a la masa. Resulta simpático pensar en un grupo nutrido de gente como masa. Lo no tan grato es pensar en la masa de criterio amorfo. El juicio es lo que le da forma al pensamiento; también perfil, dirección y con mucha suerte, brillo. Hugo Hiriart dice que la pobreza de juicio crítico nos convierte en semi-humanos y con justa razón, siendo la razón un componente esencial en la definición de persona. Ir por la vida cojos o incompletos nos impide diseñar una trayectoria propia. El melodrama es un género que por ejemplo, nos reduce, aplana y simplifica como seres humanos. Los protagonistas en general no son responsables de su destino, sino víctimas de las circunstancias (casualidades) en contraposición a la tragedia donde el personaje, naturalmente en clave fatídica, debe responder ante sus faltas. Aventurándonos mucho, podríamos decir que cada género representa una visión de mundo, ergo una filosofía de vida. No por nada, el susodicho melodrama[2] es el gran vencedor en cuanto a rating/consumo, debido a que adoctrina de manera perfecta al individuo, obligándolo a refugiarse en la utopía amorosa para no hacerse cargo de su trágico destino colectivo. En pocas palabras no eres tú, si no la emoción regente quien escoge la película.
Cada género tiene un grupo de seguidores como una extensión a su modelo. Se supone que los geeks aman las películas de ciencia ficción y los darks las películas de vampiros… hasta que se convirtieron en filmes para quinceañeras enamoradizas. ¿Cómo sería posible comparar el Nosferatu de Murnau con el Crepúsculo de Hardwicke? Si ambas son películas de vampiros ¿no les correspondería el mismo género? Desde luego es una pregunta tramposa, pero hay dudas que pesan y comparaciones que matan. Se dice que no existen los géneros puros. En lo personal, me gustan aquellos que gracias a su congruencia nos llevan a explorar un estado de ánimo determinado en profundidad y complejidad. Claro que al hablar de complejidad parece una contradicción pues ésta obliga diversidad, sin embargo aquí la diversidad radica en las distintas formas de acentuar y producir el mismo estado de ánimo, átmosfera, ritmo, etcétera, aun por la vía del contrapunto. Finalmente, el género sólo le importa a la academia y a los ejecutivos de marketing para hacer entregas precisas a la necesidad anímica del cliente. Si una historia necesita plasticidad, la usa a su favor o se lapida en el intento. Estamos acostumbrados a la superficialidad como una consecuencia del cómodo hedonismo prefabricado ¿analizar o banalizar? La ilusión de alternativas que ofrece la cartelera no siempre satisfacerá su necesidad emotiva, pero como un atavismo natural de pertenencia, es probable que acomode su complejidad humana, a la película del momento. ¿Qué íntima necesidad satisface su género favorito? No lo sé, pero en lugar de deambular por las salas, podría agotar los hitos de su género preferido. Apuesto encuentra gratas sorpresas. Tomará valiosas horas agotarlo, pero la ventaja es que todo cuanto se agota, se transforma. [1] http://www.plotpoint.mx/escaleta/exito-privado-para-las-artes-publicas [2] Género explotado hasta la náusea por la telenovela, teniendo una mejor reputación en cine y una dignidad aparte, en teatro.
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May 2021
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