Por Arisbeth Márquez ¿De dónde viene todo lo que escribo? ¿Del pozo de las historias y de las ideas? Alguna vez leímos algo así en clase. Pero, si nos ponemos estrictos, no es un pozo muy original. Hitchcock decía: “Vale más partir del cliché que llegar a él”. Esa frase me consoló cuando un muy buen amigo guionista me dijo que una escena de un largometraje que escribía en ese entonces le recordaba a Juego de Gemelas. La revisé, no era igual pero ciertamente se parecía, había una fuerte inspiración: niñas, perforaciones… Y a eso se le agregaba una pizca de Mean Girls. Descubrí que ¡Linsday Lohan vive en mi insconsciente! Era de esperarse, vi Juego de Gemelas al menos unas 50 veces, mi hermana fue testigo. Todos de niños tuvimos una obsesión fílmica; lo más probable es que tenga que ver con Disney y que ahora viva en nuestro inconsciente, saliendo cada que puede en las escenas de nuestros guiones. Lo terrible o magnífico (como quieran verlo) de escribir, es que en algún momento eres transparente, todo sale tarde o temprano en tus textos: daddy issues, mommy issues, el spanglish de tu cerebro, los problemas con el ex novio, los miedos, las frustraciones, nuestros deseos, sueños e ideales. Es como andar sin ropa por la calle. Te tomas una foto y revisas los detalles, lo que falla. Eso se llama re escritura. No hay escapatoria de uno mismo. Lo peor es que es algo que haces por gusto. Regresando a la reflexión inicial sobre el cliché: ¿Somos una repetición de todo? ¿Es decir que soy un soldado más del sistema mediático? Probablemente sí, y no solo yo, aunque quizá muchos piensen lo contrario. O solo son los vestigios de mi pensamiento universitario: teorías de comunicación, agujas mediáticas y esas cosas. Como dice Elle en Legally Blonde, “todo comenzó con mi cabello”, con esa tremenda necesidad de teñirlo de colores. Fui feliz pero pronto noté la expansión de cabelleras coloridas en esta ciudad, hasta llegar al punto en el que mis amigos me confundían con la vendedora de dorilocos del metro. Regresé a ser castaña oscura y mi cabello lo agradeció. Después sucedió algo similar con la temática en películas. La abundante oferta de historias sobre drogas y juventud en un contexto urbano se hizo presente y, un día, yo misma me encontraba también escribiendo un largometraje con dichas características. Las tendencias y modas se cuelan en el arte. Siendo fatalista mediática, pensé: ¿Y si es un acuerdo de Rupert Murdoch y todos los medios para que todos los jóvenes creativos generemos cosas de esa índole, un status quo? (Es una idea para una película de ciencia ficción tipo 1984). Me fui a la médula espinal de mi vida. ¿Por qué escribir? ¿Por qué el cine? ¿De dónde salió esto? Mi primita de doce años quiere ser directora de cine, como yo quería serlo. Parece que, si vives en un ambiente de abundancia mediática, terminas creyendo que la única forma de expresión son las películas y la televisión, y quieres ser parte de eso. Las tendencias mediáticas del internet, del cine, de las revistas y demás, se reflejan en lo que soy y en lo que escribo, por eso #Soytendencia. Es decir, lo que me define es una mezcla de distintos gustos que consumo a través diferentes medios: libros, películas, música, etc. Después de digerir todo eso, lo inmortalizo en bonitas historias que escribo. Como una maquina de moler café. ¡Soy una maquina de historias! Inserte gustos, ideas, imágenes y concepciones inconscientes del mundo… Espere un momento… Su guión se está mezclando… Listo: ¡Un largometraje! La verdad, no es tan fácil. Algunos dirían: ¡No son enchiladas! Pero yo jamás he cocinado dicho platillo así que diré: ¡No son palomitas de maíz para horno de microondas! Lo comento por si estaban pensando ir con un guionista y decirle: “Tengo la idea de un balcón en la noche con luz verde y amor. ¡Escríbeme una película!” Pero esta columna no es un buzón de quejas (saben que sí). El objetivo era hacerlos conscientes de la reproducción ideológica en nuestras historias. Creo que la sinceridad sin pretensión es prudente aunque al ego de la originalidad le duela, pero no hay de otra. Esto no tiene que ser malo, recordemos a Hitchcock y lo que decía del cliché. Si crecimos viendo telenovelas, obviamente habrá algo de aquellos diálogos o de aquellas escenas “hiperexpositivas”. No se avergüencen, seguramente a más del 80% de los mexicanos que escribe les sucede, y quizá no sólo al escribir. Eso sí, si el problema persiste para el tercer tratamiento del texto, se debe atender. Hasta aquí termina esta emisión explicativa.
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May 2021
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