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Columnas

Sobre aniversarios y clásicos

3/19/2017

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Por Carlos Tello de Meneses
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El viernes 10 de marzo de este año se cumplieron 20 años de la emisión del primer capítulo de la serie Buffy the Vampire Slayer. Como celebración, muchos críticos y analistas de cultura popular escribieron artículos sobre la serie  a manera de conmemoración. Algunos de estos versan sobre los elementos feministas de la serie (muchos de estos aún vigentes), sobre sus brillantes episodios y sobre su revolucionaria estructura que rompió muchos de los esquemas casi “decimonónicos” de las grandes cadenas televisivas americanas. Buffy fue, y sigue siendo, celebrada como una de las series más importantes de todos los tiempos. Buffy no sólo influenció la televisión (y la cultura popular en general) sino que ha sido motivo de un gran número de artículos académicos de un tiempo para acá [1]. Cabe agregar que la serie tiene todavía un fandom [2] robusto y activo.
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​​Dos días después del aniversario de Buffy, se cumplieron 15 años de la emisión del primer capítulo de The Shield, otra de las grandes series de principios del siglo XXI. Revolucionaria para los estándares de la televisión de cable básico, la serie de FX irrumpió en la escena televisiva a principios de la tercera era de oro de la televisión americana. A pesar de ser una gran obra, The Shield es muchas veces pasada a segundo plano por haber compartido temporalidad con series más emblemáticas durante el mismo periodo tales como The Sopranos, Six Feet Under y The Wire. Ahora bien, no es tampoco coincidencia que estas tres últimas tengan como común denominador la cadena en la que fueron emitidas: HBO, la cual se volvió la líder de la “televisión de calidad”, batuta que pasó a AMC durante la segunda mitad de la era de oro, marginando de nuevo injustamente a la cadena FX, la cual no obstante mantuvo una programación general más constante que las otras dos durante el mismo periodo (Terriers, Damages, Rescue Me, Louie, It’s Always Sunny in Philadelphia) Ni modo, la crítica especializada raramente premia la constancia.
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“ […] es curioso cómo varios programas, incluso programas revolucionarios, van pasando poco a poco a segundo plano hasta que de pronto un día, son olvidados”.
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​​A pesar de su influencia en el medio, The Shield sigue siendo una idea tardía para muchos. El número de artículos sobre su aniversario en comparación con el número de artículos sobre Buffy lo confirma. Después de todo, el universo fantástico de Buffy, su juego con los arquetipos, el viaje del héroe inherente a su protagonista y sus temas ligados al paso de la adolescencia a la vida adulta invitan a que la audiencia se involucre de manera mucho más activa [3] que otros tipos de programas. La cantidad de fan fiction escrita sobre Buffy podría llenar el Gran Cañón de ser impresa (esto no significa que no haya fan fiction sobre The Shield, de hecho hay fan fiction sobre casi cualquier cosa).
 
No es que los fandoms de ambos programas estén peleados. Uno puede ser fan de más de un programa. Mientras más variada sea la dieta televisiva, mejor. Sin embargo, es curioso cómo varios programas, incluso programas revolucionarios, van pasando poco a poco a segundo plano hasta que de pronto un día, son olvidados.
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“Desde que inició la televisión, su contenido ha estado inevitablemente ligado a una inexorable sensación de “desechabilidad” en el espectador. Las primeras emisiones eran desechadas porque nunca se imaginó un futuro en el que la televisión tendría una plataforma de apreciación similar a la del cine o de la literatura”.​


​Ahora bien, más interesante aún, este año se cumplen 30 años de la última transmisión de Hill Street Blues, la serie policiaca que revolucionó la televisión en la década de los 80s. Sin la obra cumbre de Steven Bochco y de Michael Kozoll no habría ni Buffy, ni The Shield, ni Deadwood, ni The Sopranos. Bochco y Kozoll, junto con un equipo de escritores entre los que se encontraban David Milch (creador de Deadwood y co-creador de NYPD Blue junto a Bochco), Mark Frost (co-creador de Twin Peaks junto a David Lynch), Lee David Zlotoff (creador de MacGyver), Dick Wolf (creador de la franquicia Law and Order) y Anthony Yerkovich (creador de Miami Vice), no sólo inventaron todos los clichés que hoy se pueden ver en series como SVU, Criminal Minds y NCIS, sino que introdujeron técnicas narrativas que serían explotadas y perfeccionadas durante la tercera era de oro. Uno de sus aportes principales fue la introducción de la serialización al formato de case-of-the-week [4], después perfeccionado por Whedon en Buffy. Esto no podrá parecer mucho, pero la idea de que un caso no fuera resuelto en el mismo episodio, o que los personajes poseyeran una vida íntima más allá del recinto policiaco (o el hospital o donde fuera que trabajaran) que estuviera entrelazada al caso y que tuviera consecuencias través de varios capítulos, fue una idea que redefinió la manera de hacer televisión.

​Hill Street Blues se estrenó hace 37 años y, en muchas maneras, es producto de su tiempo. Su influencia, presente en la mayoría de los programas representativos de la tercera era de oro, crea una sensación de déjà vu al ser vista por una audiencia moderna. Si es que es vista por ella. Hill Street Blues ha pasado de ser “televisión esencial” a “televisión esencial para guionistas de televisión”, a “televisión legendaria y referencial pero pocas veces vista”. Y es una lástima, porque genuinamente es un gran programa que a pesar de los años y de lo “anticuados” que son algunos de sus elementos, todavía posee una gran capacidad de conmover y entretener. Desafortunadamente, poco a poco, programas como Buffy y The Shield sufrirán destinos similares. Desde que inició la televisión, su contenido ha estado inevitablemente ligado a una inexorable sensación de “desechabilidad” en el espectador. Las primeras emisiones eran desechadas porque nunca se imaginó un futuro en el que la televisión tendría una plataforma de apreciación similar a la del cine o de la literatura. Sólo hasta hace muy poco, con la llegada de Los Sopranos y Breaking Bad, fue que en el medio se empezó una discusión seria sobre el estatus artístico de la televisión.
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“Gracias a los efectos de la tercera era de oro y a la migración de muchos cineastas y escritores a la televisión, la media de calidad de un programa moderno es mucho más alta que la media de calidad de hace 20 años”.


​Muchos de los actuales televidentes rechazan darles una oportunidad a estos programas precisamente porque este pensamiento persiste. Se comenzó a pensar en el posible valor artístico de la televisión hasta el siglo XXI, no antes. Sin embargo, incluso si esto fuera cierto (*spoiler alert: no lo es) un medio no se convierte en arte de un día para otro. La televisión no empezó con The Sopranos. Y aquellos que tal vez estarían dispuestos a darles un espacio a estos programas de décadas atrás tienen otro fenómeno jugando en contra: la saturación de contenido. En la era de la Peak TV hay demasiado contenido para aquellos que incluso se dedican a verla y analizarla. Gracias a los efectos de la tercera era de oro y a la migración de muchos cineastas y escritores a la televisión, la media de calidad de un programa moderno es mucho más alta que la media de calidad de hace 20 años. Se ha llegado al punto en el que ver series se vuelve una tarea, una responsabilidad porque hay demasiadas series que valen la pena.
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“Ya no queda mucho tiempo para decantar las series, para realmente sentir y apreciar la naturaleza episódica del formato […] Pero el vínculo, que muchas veces dura años, sigue siendo una de las características principales del medio. Si una serie no te puede convencer de regresar cada hora, cada semana, cada año, ha fracasado”.


​Ver una serie de televisión sigue siendo una relación a largo plazo. Más larga que una película y mucho menos flexible que una novela (que podemos leer en cualquier lado a cualquier hora), la televisión siempre había invitado al ritual, sobre todo al ritual social. La tele se veía en la noche, en familia. Su naturaleza episódica y sincronizada (todos veíamos el capítulo cuando se transmitía, no antes y pocas veces después) invitaba a la discusión con amigos y compañeros. Ahora, con el streaming y los formatos caseros, tenemos a nuestro alcance tanto contenido que no sabemos qué hacer. A veces, cuando por fin nos ponemos al tanto de la serie de la que todos hablan, ya se está hablando de otra. Para muchos, ahora la televisión se vive por ciclos. Ciertos meses les pertenecen a ciertas series (cuando Netflix o el distribuidor en turno lanza todos los capítulos de la temporada). Se consumen, se discuten en redes sociales y luego a pasar a la serie que sigue. Ya no queda mucho tiempo para decantar las series, para realmente sentir y apreciar la naturaleza episódica del formato (si se analizan muchas series de Netflix es muy fácil detectar que muchas de ellas cojean estructuralmente de manera similar, en los capítulos de en medio). Pero el vínculo, que muchas veces dura años, sigue siendo una de las características principales del medio. Si una serie no te puede convencer de regresar cada hora, cada semana, cada año, ha fracasado. Y con tanto contenido diseñado a nuestros gustos particulares (otra de las características de la Peak TV), ¿quién tiene tiempo para ver una serie de hace 20 años? Familiarizarse con los clásicos siempre es una tarea laboriosa y tal vez la audiencia promedio nunca vuelva a ver Trial by Fury (Hill Street Blues, tercera temporada, capítulo 1), Hush (Buffy the Vampire Slayer, temporada 4, capítulo 10) o Family Meeting (The Shield, temporada 7, capítulo 13), pero estos episodios, se encuentran entre las mejores horas de televisión jamás contadas. Horas que rivalizan con cualquier cosa que The Wire o Mad Men tengan que ofrecer. Lo peor que nos puede pasar al adentrarnos en una obra del pasado es descubrir que no nos gusta, o que tal vez no es tan buena como todos dicen que es. Pero incluso, en ese caso, hemos ganado perspectiva y un entendimiento más profundo del medio, su historia y su relación con el presente. Cada vez que vemos un gran episodio de Deadwood o de The Wire, estamos experimentando fantasmas de Hill Street Blues y de Homicide: Life on the Streets; vivimos ecos de The Shield a través de Breaking Bad; sentimos el alcance de Buffy cuando vemos Daredevil o Jessica Jones. Aventurarse a descubrir cualquiera de estos programas no es una mala apuesta. Y quién sabe, tal vez descubramos algo que lleguemos a amar.
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​Puedes encontrar Buffy the Vampire Slayer: The Complete Series, The Shield: The Complete Series y Hill Street Blues: The Complete Series en amazon.com.mx. Buffy the Vampire Slayer también está disponible para streaming en Netflix México.

[1] Para muestra, pueden consultar este artículo que habla justamente de la influencia de Buffy en la academia. https://www.theatlantic.com/entertainment/archive/2015/10/the-rise-of-buffy-studies/407020/

[2] Fandom es una comunidad activa de fans de una ficción que particularmente atiende a los universos fantásticos o de ciencia ficción. Las series como Game of Thrones, LOtR, Star Wars, Star Trek tienen fandoms. Una característica esencial del fandom es la discusión (en línea o en persona) de los temas, personajes y tramas del trabajo de ficción, así como la producción de material propio basado en el mismo.

[3] Audiencia Activa: Es la audiencia que participa en foros de discusión sobre el programa, discuten con otros fans (y a veces con los creadores), y escriben análisis, recaps y hasta fan fiction.
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[4] Case-of-the-week: Es el formato de televisión que se usa principalmente en los Procedurals, programas en que cada capítulo tratan un nuevo caso (un asesinato, un paciente enfermo, un cliente nuevo) que es resuelto en el mismo capítulo. Law and Order, Hawaii Five-O y Grey’s Anatomy siguen este formato.




Carlos Tello de Meneses Vega (1989) es guionista egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica. Escribe sobre cine y televisión.  @gurthrogsolrac
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