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Sepultados en la Edad de Piedra

4/10/2017

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Por Antonio Kurt
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La sala de cualquier museo de historia natural es una mirada hacia el pasado olvidado, al momento en el que la ausencia de la civilización nos convertía en “salvajes”. En los años 60, los Picapiedra, producidos por Hanna-Barbera, comenzaron a transmitirse como una parodia de la familia suburbana estadounidense de la posguerra. Es uno de los programas televisivos más exitosos y repetidos de la historia, y, con los años, tuvo que ceder su lugar a una nueva familia irreverente: los Simpsons.
 
En 2016, DC Comics tomó varios personajes de Hanna-Barbera y actualizó sus historias dándoles un giro diferente. Así, The Flintstones, escrito por Mark Russell e ilustrado por Steve Pugh, se convierte en una de las series más críticas e interesantes de la casa editorial estadounidense.

Russell logra reinventar estos personajes tan icónicos satirizando la sociedad consumista, individualista y hedonista de principios del siglo XXI.  El autor retoma la Edad de Piedra y a sus habitantes para mezclarlos de manera absurda con dinosaurios funcionando como máquinas y electrodomésticos, pero con un tratamiento más sombrío y menos inocente que el de la caricatura. Todos los personajes principales están de vuelta; los amigos Fred y Barney (Pedro y Pablo para nosotros), Wilma, Betty y los niños (ahora millennials), Pebbles y Bamm-Bamm.
 
Desde las primeras páginas, la sátira invade la lectura al ver Bedrock (Rocaplana en nuestros doblajes) como el escenario cúspide de la civilización. Tiendas como “Spears and Roebuck”, “TarPit”, el infaltable “Starbrkks Coffee”, la marca “Oscar de la Raptor”, la galería “PleistoScene” y el incluyente lugar gay “Homo Erectus”, son prueba de ello.
 
¿Por qué los ciudadanos de Bedrock viven con tanta prosperidad y paz? Los noticiarios televisivos lo responden: sus ciudadanos son mejores que los demás.  Y como ejemplo está el señor Slate, dueño de la cantera de la ciudad que, gracias a su visión empresarial, ha logrado ser un hombre exitoso. Después de todo, en esta civilización, y según sus palabras, un hombre sólo es recordado por sus logros. No importa que para ello haya tenido que sacrificar trabajadores antes que parar la producción, realizar despidos masivos o contratar cromañones “menos civilizados” (neandertales, en realidad, pero a Slate poco le importa) para pagar menores salarios. Pero así es el sistema en Bedrock, como lo explica el economista de la ciudad: “cuando engañas a alguien para participar en un pequeño fraude, es un timo, cuando el timo es tan grande que la gente no tiene opción excepto participar en él, es llamado economía”.
 
El sistema económico que rige Bedrock es uno en el que el dinero sirve para comprar algo que alguien más odió fabricar. Fred visita el mall y vuelve a su hogar con artículos que no necesitaba. Dice Gazoo, el observador intergaláctico, que: “los humanos hacen lo mejor que pueden para llenar el vacío dejado por la lucha por la supervivencia, obteniendo cosas que no necesitan y volviendo por más”. El economista experto añade: “mientras más basura se produce, más se compra y, mientras más se compra, la civilización crece permitiéndole crear mas basura”.
 
Como meca de la civilización, Bedrock y sus habitantes tienen a los gobernantes idóneos elegidos por medios puramente democráticos. Clod the Destroyer es electo por mayoría de votos después de una campaña sustentada por los medios y celebridades, y con un apoyo total porque: “Clod dice las cosas que quisiéramos fueran verdad y el voto cuenta, aunque no sepas lo que haces”. Más vale elegir al abusador que será capaz de enfrentar las amenazas externas. O al títere capaz de obedecer al sistema sin chistar. El objetivo de la civilización es que alguien más mate por ti.  Clod cumple sus promesas de campaña: mayor presupuesto para armas y menos hospitales infantiles. Después de todo, los niños se siguen enfermando. Más vale estar preparados ante las constantes amenazas a la vida civilizada.
 
Y siguiendo con amenazas a las instituciones de Bedrock, cómo olvidar las movilizaciones sociales en contra del matrimonio. Nada como el sexo libre en las cavernas, la expresión más natural que existe. ¿Matrimonio para qué? Eso es solo una aberración antinatural disfrazada de progreso que da una ilusión de seguridad.  Ya lo grita un distinguido miembro de la sociedad en Bedrock: “¿Cuánto falta para que se comiencen a casar con postes de luz?” Bendita civilización que controla a quién y cómo amamos.
 
Y bendita religión también que nos permitirá expiar nuestros pecados a cambio de una módica suma. El perdón divino mediante intermediarios terrenales. En Bedrock tenemos en Morp a un dios en crisis. Con la civilización viene su descrédito y la religión se tiene que actualizar. ¿Por qué seguir a un dios que me ha abandonado? Entonces aparece Gerald un nuevo dios, un dios... invisible. Un dios con un nuevo enfoque mercadológico que le permite seguir obteniendo ganancias a sus intermediarios, hasta que la próxima religión llegue y pase de ser adorada a perseguida.
 
Fred se pregunta que por qué somos una especie que no toma en serio su supervivencia. Y esa pregunta permea a todo lector que se asome a esta gran adaptación hecha por Russell. “Si la civilización perdura, será porque aprendimos a hacer una sola cosa: preocuparnos por la gente que no significa nada para nosotros”, remata Flintstone. Un anhelo bastante distante y quizá en un lugar diferente de al que se dirige nuestra sociedad actual.
 
Así, mientras Superman y Capitán América continúan en defensa de los valores de un mundo que se cae a pedazos, The Flintstones se coloca como una interesante opción en las tiendas de cómics. Las historias contadas en esta re-imaginada Edad de Piedra no nos pueden dejar indiferentes. De hecho, nos hacen reflexionar acerca de cómo nuestros medios modernos de vida son menos apropiados y más salvajes, incluso, que los de cualquier humano antes de la llamada “civilización”.



Antonio Kurt (Ciudad de México, 1980)
Es guionista y comunicólogo especializado en producción audiovisual. Ha participado en grupos de teatro y fue bajista de una banda tributo a los Beatles. Es ecléctico y ha realizado desde videoarte hasta cuento. Se alquila para desarrollar ideas ajenas.
@antoniokurt5

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