Por Jaime García Estrada y Orlando Merino "La grandeza de las actividades se mide por la responsabilidad La escritura para televisión, cuando se trata de productos con formatos extensos, confiere al guionista la capacidad de mantener el control no sólo sobre la estructura sino también sobre los contenidos fundamentales del libreto. Esto al menos en teoría. Para muchos colegas que han escrito televisión sólo por necesidad, porque se han dedicado al guion cinematográfico, ciertos productos televisivos comerciales, como la telenovela, son calificados, al mejor estilo de Pávlov, como vómito de palabras exacerbadas y diarrea de lugares comunes. Aseguran, sin el menor titubeo, que el oficio televisivo no se puede emparentar con el noble y culto oficio del autor de historias para cine. Escribir para televisión era, hasta hace muy poco, en nuestra denostada profesión, el equivalente a prostituirse. Nosotros sólo nos limitamos a escuchar esas airadas y dolidas palabras y pensamos que independientemente del medio en que –si tenemos suerte– se lleguen a realizar, sólo hay de dos tipos de guiones: los mal escritos y los bien escritos. Es la proyección de la anécdota, a lo largo de los capítulos de un serial, el verdadero reto en la concepción, diseño y desarrollo de un programa secuenciado. Plantear cómo se armará la trama y subtramas a corto, mediano y largo plazo confiere al guión de series televisivas un reto de creatividad que puede devenir en un oficio profesional de alto rendimiento. Muchas veces hemos hecho la analogía entre la labor de guión de telenovela con el entrenamiento físico que requiere un atleta profesional. No hay tiempo para hilar telarañas y a veces la presión aumenta al grado de terminar en el hospital. Lo que importa es sacar adelante el trabajo, pero tampoco de cualquier manera, aunque esto depende de las empresas, de cada producción y sobre todo de cada equipo de escritores. Se puede optar en ocasiones por llenar páginas con material reiterativo, ilógico y tedioso. Como decía Buñuel: “Se vale lo que sea, menos aburrir al público”. La prioridad es entonces atrapar al espectador con una historia que divierta y emocione. Es una mala idea hacer episodios rellenos de paja sólo para sacar la chamba con el menor esfuerzo. Hay escritores que así han trabajado y que no lo saben hacer de otra manera. Es como el deportista que llega a la meta tomando un atajo. Estos guionistas talacheros se arriesgan no sólo a ser descalificados de las competencias, sino a que nadie quiera volverlos a ver en la pista por su mal desempeño. Estamos en la ruta de realmente profesionalizar el medio. Las televisoras deberán romper con sus círculos viciosos que algunos escritores maletas y corrompidos se empeñan en defender con uñas y dientes. La carrera cada vez es más competida porque atrás vienen atletas mejor preparados que no sólo han entrenado más, sino que quieren demostrar que ellos lo pueden hacer bien. En todo caso, la última palabra siempre la tendrá la audiencia. Continuará...
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November 2020
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