Por Orlando Merino y Jaime García Estrada Los seriales televisivos nunca se venden a partir de una buena idea. Las ideas, por brillantes que parezcan, no son suficientes para determinar si una serie o telenovela puede llegar a interesar a la audiencia. Es equivalente al sastre que nos vende un traje del cual queremos sentir la textura de la tela, su caída, las variaciones del color y los detalles en los acabados y no tan sólo un boceto en papel. Ésta es la razón por la que siempre se debe desarrollar el guión del programa piloto, si es una serie lo que planteamos, o de los episodios de al menos la primera semana al aire, si de telenovela se trata. Nadie se interesará en un proyecto en abstracto, sino en cómo pretendemos contar la anécdota. Estas primeras aproximaciones estarán sujetas, más que en ninguna otra fase del proceso, a múltiples versiones y aproximaciones, según sea la opinión del productor. En la televisión convencional, si el espectador se harta del programa que mira simplemente nos “zapea”, lo que es el equivalente electrónico a darnos una patada en los bajos e irse. La velocidad de la producción televisiva obliga al equipo de escritores a cumplir con cuotas de entrega de capítulos muy apretadas. Siempre hay poco tiempo, sobre todo una vez que arranca la grabación. El guionista es quien elabora la materia prima que entra a una desbocada línea de producción. Si se toma en serio el trabajo y se es consciente del impacto mediático que el producto televisivo posee, uno está obligado a entregar guiones de calidad.
Los buenos libretos de televisión son aquellos que hacen avanzar la historia, que pintan el carácter de los personajes y que consiguen que luzcan los valores de producción. Pero eso es apenas lo elemental. Nuestros guiones deben cumplir además con otras condiciones como cuidar el presupuesto, que los contenidos incidan positivamente en la sociedad, que hagan promoción a un destino turístico, que apoyen la carrera de actores, técnicos, directores y productores y hasta, en ocasiones, tenemos que integrar comerciales que vendan productos y servicios en medio de las escenas que sean más pertinentes. Ah, y nunca hay que olvidar que el público tiene como principal objetivo divertirse con nuestros materiales. A lo largo de la historia de los medios audiovisuales, el contenido de los materiales que se producen masivamente se ha visto sujeto a distintos filtros, desde la censura hasta las opiniones no siempre calificadas de cadenas difusoras, empresas productoras, departamentos de evaluación, ejecutivos de todos los niveles, productores, directores, actores, programadores y patrocinadores. La batalla del guionista de televisión se da en todos estos campos y, a veces, en otros aún más sesgados y arbitrarios. Se puede uno enfrentar a exigencias fundamentalistas y comentarios ambiguos de gusto personal, disfrazados de objetivos a través de análisis externos que pueden manosearse, como los focus de público y los números estadísticos que se pueden prestar a malabares y cuchareos. El guión también puede convertirse en el campo de batalla entre fuerzas que se dan patadas por debajo de la mesa para obtener o mantener cierto poder. Conflictos de intereses e inseguridades de todo tipo pueden irrumpir en las reuniones de trabajo con los escritores para presionar con mayor o menor energía e intentar cambiar el rumbo de las líneas dramáticas a seguir en una serie, tanto adaptada como original. Continuará…
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May 2021
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