Por La Abuela Ser abuela es una de las experiencias más maravillosas que me ha sucedido en la vida, diría Silvia Pinal si estuviera en nuestro consejo editorial. ¿Eso ya lo dije una vez? ¿Sí? ¡Ah, perdón! Ya no me acordaba. ¿Cómo empezar este texto? Me pidieron una presentación y pues mejor no me desvío y voy al meollo del asunto: no sé si sea el verano, la calors o que todas las noches me desvelo con mis clases de bordado, en las que he aprendido esto del arte de tejer historias, pero, en esta ocasión, me puse algo poética y melancólica. A ver qué les parece. Un amor olvidado en la lejanía del tiempo, un ideal. ¿Una ilusión?
El universo permanece en cada poro, en cada aliento de mi visión fracturada, en cada forma, en todas… siempre, siempre, siempre estoy… y siempre soy. Siempre escribo. Resisto y confío. Sufro y olvido pero despierto con el corazón herido y sigo y sigo y sigo hasta que me alcance aquel enemigo y se evapore cualquier elemento, cualquier enfermo. Me nutro del viento, del fuego, de esa pasión enredada en mi cuerpo. Escribo y violento, destruyo y empiezo todo de nuevo. Despierto. ¿Despierto? Respiro y siento mi cuerpo vibrando en asbesto, en hielo. Fantasía. Fantasmas del texto que surgen ante el golpe de mis dedos, demonios de acero defienden aquel tremendo deseo, inmarcesible, indestructible. Escribo y descubro que animo, que vivo. El aire me arranca las pieles de aquellos que estimo. No importa, yo sigo. Mi cuerpo se arruga, mi rostro se borra pero nunca mi texto. Mis letras, mi vida avanza y llenan de una nueva esperanza ese edificio vacío. Escribo y violento, destruyo y empiezo de nuevo. |
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May 2021
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