Lanzan miniserie documental “Vientos de sangre” a un año de la masacre de San Mateo del Mar, Oaxaca5/27/2021 El Colectivo de Víctimas y Sobrevivientes de la Masacre del 21 de junio, ocurrida en Huazantlán del Río, población de San Mateo del Mar, Oaxaca, lanzó la serie documental “Vientos de sangre”, a casi un año de los hechos, con el fin de exigir justicia y castigo a los responsables.Paragraph. Haz clic aquí para editar. El pasado 21 de junio de 2020, en el municipio de San Mateo del Mar, Oaxaca, ocurrió una de las tragedias más cruentas de la región del Istmo: el brutal asesinato de 15 personas, quienes fueron torturadas, lapidadas y quemadas vivas por una turba de aproximadamente 160 personas. Los agresores, de acuerdo al testimonio de los sobrevivientes, obedecieron a la órdenes de los autores intelectuales y materiales de los hechos: José Luis Chávez Salinas, Camerino Dávalos Larrinzar, Pedro Dávalos Larrinzar, Laura Fiallo Sandoval, Máximo Leyva Piamonte, Teófila Ochoa, Emmanuel Villaseñor Bustillos, entre otros.Paragraph. Haz clic aquí para editar. Un total de 16 personas sobrevivieron a la agresión, quienes levantaron una denuncia en la Fiscalía del Estado sin que, a la fecha, existan avances significativos en la investigación. Por Ariana Juárez La obra de teatro El Paraíso de la Invención es una reelaboración del mito de Medea que se estrenará vía streaming por la plataforma Teatrix México (https://www.teatrix.com/), con tres iniciales fechas del 27 al 29 de noviembre.
Además de juntar los talentos de Marina de Tavira y Alfonso Herrera, también estarán en escena: Regina Blandón, Miguel Jiménez, Pablo Bracho y Luis Miguel Lombana. El texto es de Isabela Coppel y la dirección de Lorena Maza. Talipot Studio y MIO Projects buscan apoyar la reactivación de la cultura en nuestro país, que se ha visto tan afectada por el coronavirus. Además de mostrar la capacidad de adaptación que tiene el teatro para incluir algunos elementos de narrativa visual, propios del cine, con la finalidad de mejorar la presentación de una historia. La Reina roja Queridos súbditos, amigos de la corte y demás plusvalía social. Adoro ir al teatro. Tomar mi palco y ver desde mis impertinentes estas nuevas dramaturgias gestadas en nuestro territorio.
Antes de entrar al tema debo afirmar que cuando era muy pequeña, mi nana me contaba muchas historias, muchas de ellas antes de dormir. Esas narraciones eran intensas, prolíficas, casi como ver una obra llena de acciones con actores, aunque todo ocurría en tu cabeza. Con esto debo decir, durante los últimos años he acudido al teatro y he tenido que revisar mi boleto para ver si había entrado a una obra o a una sesión del cuentacuentos Iván Martínez desdoblado en muchos personajes. La narraturgia, señores. La narraturgia, tonta reina poco ilustrada. Ahhhh. Y ahí tienes esa obra poderosa llamada El cielo en la piel de Edgar Chías o los graciosísimos/ enternecedores textos de Alejandro Ricaño, por usar los nombres más conocidos. Y entonces dije, vaya, qué novedad, qué vitalidad, qué gracia, qué ingenio. Hoy, queridos amigos, desde mi palacio y tomándome este té, puedo decir que la narraturgia, esa vanguardia revolucionaria del teatro contemporáneo mexicano, ha comenzado a aplanar, en todos los sentidos, la creación para la escena en nuestro país. En el último año he sido testigo de obras donde los actores parecen recitar de memoria su texto en lugar de encarnarlo; y si lo hacen, resulta un patrón repetitivo que, como las células con sus telómeros, se desgasta y termina por morir. Los dramaturgos, liberados del odioso realismo y la convención irritante de los géneros, descubren que son poetas y narradores los cuales, a diferencia de mi nana, no tienen ningún sentido dramático, y si lo tienen, es para ser chistosos, usar lugares comunes o simplemente mostrar su uso poderoso de “las imágenes poéticas”. Quizá los únicos que se salven un poco de esa planicie sean los directores, en su esfuerzo por hacer lúdico un texto de entrada fabricado como una lectura en voz alta en clases de Español. Sin embargo, resistí, pero hubo dos gotas que derramaron la copa de mi vino: La Bala de Sergio López Vigueras y el festival de la Joven Dramaturgia en Querétaro. La primera obra, ganadora del premio de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo 2017, posee la virtud de tener un título que resume el objeto que todos quisiéramos tener enterrado en nuestras sienes tras acudir a su montaje. Si bien los tres actores despliegan todos sus recursos para dar una buena función, el texto y la dirección los anclan a una experiencia insustancial y bastante pretenciosa. De entrada, un asalto en el transporte público. Dejando de lado el tratamiento de porno miseria realizado por el autor (término robado a cierto cine mexicano que pondera la pobreza, la justicia y la violencia como mexican curious para ciertas clases acomodadas), la obra nos sitúa en una situación límite que se antoja interesante por su distensión en cuanto a proyectar “el tren de pensamiento” en un momento que quizá podría durar diez minutos. Sin embargo, el cliché de los personajes, y hasta del mismo acontecimiento, orilla a tragarnos elaboradas líneas como “la luz otoñal se refleja en la bala que recorre…”. Si a eso le sumamos lo sumamente sobrexpositivo al poner a los personajes contar lo que hacen mientras los actores lo hacen, el tedio abruma y llega al grado de que nos interese más el potente diseño sonoro de la escenificación. Segunda gota. El festival realizado en Querétaro es uno de los más importantes de proyección e impulso a jóvenes dramaturgos en México. Este año, parece haber oficializado el canon que da aplauso y palmada en la espalda a los escritores teatrales y es, copiar sin pudor una “forma – estilo” que apareció hace más de una década como una ruptura a la forma dramática “realista”. Todas y cada una de las obras presentadas en la muestra festivalera, incluyendo los textos ganadores del premio de Dramaturgia Manuel Herrera 2018 y el Vicente Leñero 2017, La piedad del asfalto de Eurídice Coronado y La gota y el mar de Estefanía Ahumada, alimentaron dicha “corriente”. Algunas otras como 1DMX, Ojalá esto no fuera un simulacro o N.N.N Sin título, eran buenas ideas con una dosis de falta de rigor y obviedad ideológica que estoy segura quedarán bien cimentadas con sesiones continuas de tallereos. En ese mismo festival, el famoso dramaturgo Mauricio Kartun Dijo “Lo que están haciendo algunos en la narraturgia es que generan un lago de acopio creativo o metafórico, donde el agua se expande, se expande, pero no corre, sólo se va llenando y se queda así, hasta que se naturalizan los errores”. Luego entonces, ¿estamos hasta la corona de las obras de narraturgia? Yo creo que depende como se use, quien lo dirija y hasta quién lo escriba. Nada adaptación realizada por Bárbara Perrín de la novela homónima de Janne Teller o Wences y Lala de Adrián Vázquez, muestran una vitalidad que rodea al espectador y lo hace debido a lo siguiente: la primera rompe constantemente con el recurso y la plasticidad de las voces generan una red que te impide no ser parte de ella; la segunda, coloca una convención del “narrar” al otro, casi como una plática de sobremesa de dos personajes que te avisan “estamos muertos”. Narrar por narrar, genera una lista de recuerdos, enunciación de acciones y sentimientos que recuerda al peor cine con voz en off que te cuenta lo que está uno viendo o peor, hace explícita emoción. La narraturgia está influyendo de la misma forma que Béla Tarr y Carlos Reygadas influenciaron al cine mexicano de la última década con los resultados pedantes, aburridos y a veces hasta risibles del “cine contemplativo”. Con el agravante de un distanciamiento todavía más pronunciado entre el cine nacional y su público, cosa que la industria fílmica, y mucho menos el teatro mexicano, se pueden dar lujo de provocar. Considero, y hay que estar conscientes de ellos, que si Chías, Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio, Alejandro Ricaño, Angélica Lidell, Arístides Vargas, Roland Schimmelpfenning, Jaime Chabaud, lograron llegar a hacer obras magníficas, bajo una técnica que ellos consideraron de ruptura y novedosa, fue porque reunieron conocimientos y “cayo” dramático para desarrollarla de forma exitosa. Como dirían mis sirvientes, “si quieres bailar quebradita sin calentar, toda la patita te vas a quebrar”. Y miren. hasta en los talleres de uno de los dramaturgos y directores representativos del posdrama mexicano, Alberto Villarreal, se plantea de inicio conocer el canon narrativo y dramático clásico de pe a pa para poder, después, romper con ello y generar un nuevo lenguaje o revolucionar imágenes ya dadas. Yo me atrevería a agregar que el riesgo actual de uniformar y validar esta forma de creación, deshabilita la posibilidad de una forma que dé identidad a los nuevos autores, invisibiliza la variedad de formas y técnicas por las que supuestamente tanto pelea esta generación. En su momento el realismo fue una vanguardia. Si un joven hace realismo, farsa,, cabaret, clown o posdrama, con una voz propia fuera de la narraturgia,¿no será tomado en cuenta para montajes o premios? Respaldo lo dicho por Ricardo Ruiz Lezama en su texto “En defensa de la narraturgia” escrito para Aplaudir de pie: la narraturgia es teatro. Sí, cuando es consciente del recurso, de la forma y no permite jactarse de la carencia o bautiza sobradamente obras que parecen estar en working progress. En ese mismo texto, Ruiz Lezama argumenta: la “narraturgia” es una forma “joven” y no necesariamente dramática. Me pregunto si el joven ha entendido bien el estilo que tanto defiende. Es más, me llego a cuestionar si leyó el texto publicado por José Sanchis Sinisterra sobre dicho concepto, al cual cataloga de “lapsus”. Hasta me atrevería a cuestionar cuál es la noción que tienen él y los dramaturgos jóvenes (¿que no hacen drama?) sobre el “Drama”. En una clase sobre el Ensayo, la investigadora y escritora Liliana Weinberg señaló que actualmente se vive una “ensayización” del arte contemporáneo, con lo cual, de alguna forma, se banaliza el ensayo, el cual por su forma y búsqueda no tiene “reglas” asimiladas como otros géneros de siglos explorados. En la misma clase, hablando sobre el prólogo de los Ensayos de Montaigne, dijo lo siguiente sobre los autores antítesis del escritor francés, y que me parece muy sintomático de lo que le ocurre al teatro mexicano, “Escriben para su propia gloria. Por ello se repiten a sí mismos”. Más allá de llamar a esto la “corriente narraturgista”, yo la llamaría “la corriente pastichista”, y si no, vean Bye Bye Bird de José Manuel Hidalgo y piensen a quién les recuerda. Córtenles la cabeza: La fiebre de las series biográficas no para. Ya tuvimos a Juanga, Paquita, Luismi, José José, Lupita Dalessio… Ahora es la oportunidad de los poetas contemporáneos mexicanos radicados en Ciudad de México”. Si usted es fan de Ashauri López y sus pujidos, digo poemas, no puede perderse la serie web “Los fotocopiadores”. Serie autogestionada por poetas, sobre poetas, actuada por poetas, para poetas. Esperen ansiosos su estreno y busquen el tráiler de esta comedia se ve muy bonito, gente guapa, conflictos existenciales, crisis creativas, relaciones tormentosas, poemas. Porque obviamente sus vidas son sumamente interesantes … Espero ya estén grabando la segunda temporada con Juan Villoro y Charly Girón como protagonistas. Por Carlos Tello de Meneses Hace unos días, acusaciones de agresión sexual surgieron en contra de Sylvester Stallone. Y como de costumbre, nuestra primera reacción es sobre nosotros: “¿Cómo me afecta esto?”. Esta reacción es simplemente producto de la naturaleza humana. Sin embargo, tristemente, casi nunca damos el siguiente paso. Rara vez nos involucramos en conversaciones más profundas, en hacer preguntas más dolorosas. Se nos olvida preguntar cómo nos afecta esto como sociedad, cómo se debe investigar y castigar (si es que se hace). Más importante aún, se nos olvida tener la conversación sobre las vidas que ya han cambiado para siempre. Vidas perdidas, vidas arruinadas, vidas silenciadas. Silenciadas por nosotros.
Por Antonio Kurt Sé que te encontraré en esas ruinas, |
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May 2021
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