Por Rafael Martínez García En una escena de Annie Hall (1977), Alvy (el personaje interpretado por Woody Allen) se molesta con Annie (Diane Keaton) cuando ésta llega tarde a su cita en el cine. Un empleado de la sala les dice que la película lleva apenas dos minutos de iniciada, así que no está tan mal, ¿o sí? ¡Pues claro que sí! Alvy hace un berrinche porque ya es demasiado tarde pero Annie no entiende por qué tanto alboroto… ¡sólo se han perdido dos pequeñísimos minutos de la película! Yo sí que entiendo al pobre Alvy y por eso aplaudo su decisión de irse a otro cine (aunque después deba lidiar allá con un insoportable profesor y su “vasto” conocimiento cinematográfico). Yo también soy de los que tiene que ver una película desde el minuto 0, desde los logos de entrada, si no, NO CUENTA. Cuando la hora de la función se acerca peligrosamente y yo sigo atrapado en el trayecto al cine, detesto escuchar la famosa línea: “¡Si alcanzamos! Son 10 minutos de comerciales”, pues aunque hay mucha certeza en eso (tan solo 5 de esos 10 minutos de publicidad se los chinga el Partido Verde), tengo incluso la necesidad de estar listo en mi butaca para el momento en que se apagan las luces. Estoy seguro de que Alvy, al igual que yo, no quería perderse lo que hoy conocemos como la Imagen de Apertura gracias al famoso libro ¡Salva al gato! de Blake Snyder. Para mí es muy importante diseñar este momento con suficiente cuidado desde el guión. Se trata de la primera impresión que tendrá el público de tu película y desde ahí puedes dejar claro el género, el tono, el ritmo y el estado de ánimo en el que piensas sumergir al espectador. Dicen por ahí que tienes unas quince páginas de guión para enganchar a tu audiencia, algunos otros dicen que hasta más; incluso la cadena Cinépolis tiene su famosa Garantía en la que, si la película "garantizada” por ellos no te gusta en sus primeros 30 minutos, te regalan un boleto para otra función. ¡Pues las cosa no es así! La película debe sorprender desde el primer plano; desde la primera secuencia. Es el equivalente en la literatura a la primera frase: “En un lugar de la Mancha…”, “Vine a Comala porque…” o “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento…” Estas palabras se quedan contigo para siempre, y no solo porque estuviste obligado a leerlas en la prepa. Es una idea muy romántica, sí, pero podríamos asegurar que el cine nació con una de esas grandes e inolvidables imágenes con La llegada del tren a la estación, de los hermanos Lumière. Igualmente, una de mis películas favoritas sorprendió al público con su imagen inicial por allá en 1977 (Qué buen año, ¿no?): en medio de un vasto mar de estrellas emerge la cálida superficie del planeta Tatooine y sus dos lunas; una pequeña Nave Rebelde atraviesa el cuadro y poco después una imponente Nave Imperial la sigue, cubriendo casi por completo la pantalla... ¡WOW! ¿Y a qué voy yo con todo esto? Pues a que, estimados y estimadas lectores y lectoras, están ustedes en este momento frente a la Imagen de Apertura de nuestra Revista "Plot Point", un proyecto que emprendí junto con mis compañeros de la generación de guión “Las abuelitas” del CCC a principios de este año, y al que le hemos puesto todo nuestro esfuerzo y cariño. ¡De verdad que sí! Hemos trabajado en este primer número consientes todo el tiempo de que se trata de la primera impresión que daremos al público. Tenemos la misión de atraparlos desde ahora, ¡no hay una segunda oportunidad! Por ahí dicen que lo que bien empieza, bien termina. En un proyecto de esta naturaleza pensar en que “termine bien” no es precisamente lo mejor, pero sí nos gusta pensar que aquí, como en las películas “lo que bien empieza, mejor se va poniendo”. O al menos así debería de ser… Y así será, ¡se los prometo! ABRE DE NEGROS: INT. PLOTPOINT.MX El guión de cine como obra terminada es el tema de portada. Divididos en 5 secciones, 22 textos originales escritos por un total de 23 colaboradores, esperan a que el lector de el primer clic y siga leyendo hasta el final.
Por Josué Almanza Primera Parte: Ciencia Ficción. Robots Universales Rossum de Karel Capek a partir del cuadro de sistemas interrelacionados de Carl Malgrem.En una época caracterizada por la hibridación, los géneros clásicos tal vez se transforman o tal vez ceden paso a nuevas construcciones narrativas cuyas cualidades son virtudes en el reciente y acelerado mundo de la ciencia y la tecnología. En lo que respecta al teatro, cabe señalar la importancia del lenguaje, no sólo en su semiótica, sino en su capacidad comunicativa a través de la cual el juego y la imaginación generan nuevas posibilidades de convenciones, de escenificación, de representación. Los recursos, limitados o espectaculares, forman parte de su revolución, pero no la sentencian. Es justo el entramado, aquel sistema de interrelaciones en escena lo que permite la exploración de los nuevos géneros. Carl Malmgren establece que los novum o elementos extrañados [1] muchas veces son tan distantes de la realidad que pareciera imposible generar un nexo que lo torne cognoscible; no obstante, a partir de las interrelaciones con otros novums es que se construye el sentido. En su libro Worlds apart: narratology of science fiction establece que existen cuatro sistemas interrelacionados que conforman el mundo ficcional: actantes, orden social, topografía y leyes naturales. Los actantes son los personajes que existen en la ficción y cuyas características pueden ser extra cotidianas. Las siguientes tres categorías se refieren al ambiente en que se desenvuelven los actantes y en consecuencia los afectan y/o radicalizan. El orden social se refiere al sistema de organización o estructura que afecta el comportamiento del actante, puede ser político, económico, etc. La tipografía se refiere al espacio físico que habitan, mismo que puede estar anclado a una realidad semejante a la nuestra o puede construir escenarios distantes. Por último, todo obedece a leyes naturales que funcionan en la ficción para generar una lógica. Resulta interesante hacer este ejercicio analítico del género con la primera obra dramática de ciencia ficción. Robots Universales Rossum de Capek es una ficción que conlleva una importante reflexión acerca de la humanidad y su pretensión de perfección y omnipotencia. El autor escribe la obra en el año de 1920 en un contexto de posguerra y sin el menor temor a hacer una crítica a los artistas italianos del futurismo recientemente convertidos al fascismo. Como antecedente directo cabe mencionar el llamado teatro sintético [2] y el teatro de variedades. Narra la historia de una industria de robots que, poco a poco, acapara todas las actividades humanas hasta perder el control, al tiempo que los robots adquieren cualidades humanas tales como la inteligencia y la sensibilidad. En la ficción, los actantes son los robots, son una especie de símil humano construido para rendir obediencia a éste y asumir todas sus responsabilidades laborales. Estudios posteriores señalan que Capek, además de introducir el término robot al lenguaje universal, propone una visión bastante adelantada a la época, pues sus robots no únicamente están construidos a partir de materiales inorgánicos, sino que refieren a materiales químicos y/ orgánicos que les otorgan sensaciones. El descubrimiento de la genética es posterior a la escritura de la obra, por lo que el universo planteado formula una especie de predicción a partir de los deseos científicos de los estudiosos de principios de siglo XX. El orden social es tal vez el elemento más interesante por su estrecha relación con el desarrollo político y social europeo. Capek plantea un orden político en conflicto bélico el cual, tras la producción de robots, se encuentra en su peor crisis y genera la propia extinción de la raza humana. La industrialización provoca el deterioro de las relaciones humanas y políticas, generando guerras por ideologías o supremacía de razas. Los actantes humanos científicos que crearon los robots, paradójicamente, no han creado a los símiles para generar riqueza, sino para lograr colocar a la raza humana en la punta de la escala de la perfección. Incluso los humanos son presentados como personajes extraños, insensibles, incompatibles, confundidos en el universo de las emociones y rendidos a la inmediatez pese a ser seres racionales. Las relaciones entre robots y humanos en un principio están construidas tal cual un humano se relaciona con un objeto. Sin embargo, es el personaje de Elena, la voz de todo el movimiento humanista que apela por la dignificación de la existencia de los robots, dotándolos de cualidades sensoriales, psicológicas y empáticas. Rumbo al final de la obra la balanza cambia, siendo los robots aquellos dispuestos a exterminar a una raza menor como lo son los humanos, pues la supremacía se encuentra en la ciencia y en la razón. La topografía por su parte también es un novum peculiar, pues todo se desarrolla en lo que parece ser una isla o un terreno privado alejado. Finalmente las leyes naturales, mismas que son iguales a las de la realidad, permiten el planteamiento de la tesis de la obra pues sólo los humanos son capaces de reproducirse y así perpetuarse. Pero Capek escribe su epílogo en el cual dicha ley se transgrede, dando paso a una nueva naturaleza en la cual los robots adquieren las características antes privativas de los humanos: la empatía emocional y la reproducción. Capek construye una realidad extrañada en todos sus elementos y cuya interrelación permitió en su época construir al espectador una realidad alterna perfectamente lógica. En los años 20’s había otro proceso de extrañamiento correspondiente a los referentes de la época, pero ahora en el nuevo siglo, frente a los avances tecnológicos y científicos ¿cómo generar ese extrañamiento cuando aquello forma parte de nuestro cotidiano? La reflexión resulta interesante, para lo cual sírvase este espacio a fin de acercar al guionista a imprescindibles estudios teóricos y propuestas dramatúrgicas que dialogan con el arte cinematográfico.
Bibliografía: CAPEK, Karel. R.U.R Robots Universales Rossum. Ed. Alianza 1966 FABRETTI, Carlo. Ciencia ficción. Dialéctica y Teatro. MALMGREN, Carl. “Worlds apart: narratology of science fiction” United States of America, 1991 SUVIN, Darko. “Metamorfosis de la Ciencia Ficción” Fondo de Cultura Económica. México, 1984
Por La Abuela Ser abuela es una de las experiencias más maravillosas que me ha sucedido en la vida, diría Silvia Pinal si estuviera en nuestro consejo editorial. Afortunadamente, rechazamos su solicitud. Dicen que nombre es destino y como no somos partidarios de Edipo, estamos dispuestos a honrar nuestro sino. Las abuelas tienden a mezclar todo (nombres, lugares, recuerdos) y, al mismo tiempo, en nuestro imaginario no hay aguja sin abuela, ni abuela sin aguja. De ahí el mashup que titula este abreboca. Valga dicha aclaración para todo lo que sucederá en esta revista: se mezclarán colaboradores, confundirán nombres, caducarán fechas, hornearán chismes y desde luego… tejerán historias. A las agüelas no sólo se les permite la irreverencia… ¡es algo que se espera de ellas! Otro rasgo que nos hereda el nombre es la experiencia: una agüela siempre sabe más de lo que dice y piensa más de lo que sabe. Cuidado. Cada arruga es una historia, una persona, un dolor, una vivencia. Las agüelas no somos anticuadas, sólo reservadas. Sabemos que las modas son modas y todas se cumplen. Permanecer vigentes requiere algo distinto. Vendrás cada edición arrastrado por los sentidos porque en este lugar se cocina tu platillo favorito. Nunca estudiamos ‘medecina’ pero intuímos vario remedio. Desde siempre hemos trabajado de parteras: facilitamos la vida, pues no tenemos miedo de ella. A veces nos llaman ‘nana’ -canción de cuna- o ‘yaya’, según la prisa. Pero prisa, en nuestro regazo se transforma en brisa… a veces la confusión, es el primer paso de las metamorfosis. Una agüela puede aburrir, pero nunca se aburre porque ha comprendido cómo funciona el tiempo. Se cansa de hablar, pero no de escuchar. Comprende que sólo hace falta tiempo y silencio para que aparezcan las buenas historias. No vamos al cine para “tocar” asteroides que saltan de la pantalla, ver ninfómanas, holocaustos o perdonavidas. Todas esas florituras lo único que pretenden es entregar una buena historia. Y cuando necesites una buena historia… ¡pídesela a tu abuela! Por Jaime García Estrada y Orlando Merino "La grandeza de las actividades se mide por la responsabilidad La escritura para televisión, cuando se trata de productos con formatos extensos, confiere al guionista la capacidad de mantener el control no sólo sobre la estructura sino también sobre los contenidos fundamentales del libreto. Esto al menos en teoría. Para muchos colegas que han escrito televisión sólo por necesidad, porque se han dedicado al guion cinematográfico, ciertos productos televisivos comerciales, como la telenovela, son calificados, al mejor estilo de Pávlov, como vómito de palabras exacerbadas y diarrea de lugares comunes. Aseguran, sin el menor titubeo, que el oficio televisivo no se puede emparentar con el noble y culto oficio del autor de historias para cine. Escribir para televisión era, hasta hace muy poco, en nuestra denostada profesión, el equivalente a prostituirse. Nosotros sólo nos limitamos a escuchar esas airadas y dolidas palabras y pensamos que independientemente del medio en que –si tenemos suerte– se lleguen a realizar, sólo hay de dos tipos de guiones: los mal escritos y los bien escritos. Es la proyección de la anécdota, a lo largo de los capítulos de un serial, el verdadero reto en la concepción, diseño y desarrollo de un programa secuenciado. Plantear cómo se armará la trama y subtramas a corto, mediano y largo plazo confiere al guión de series televisivas un reto de creatividad que puede devenir en un oficio profesional de alto rendimiento. Muchas veces hemos hecho la analogía entre la labor de guión de telenovela con el entrenamiento físico que requiere un atleta profesional. No hay tiempo para hilar telarañas y a veces la presión aumenta al grado de terminar en el hospital. Lo que importa es sacar adelante el trabajo, pero tampoco de cualquier manera, aunque esto depende de las empresas, de cada producción y sobre todo de cada equipo de escritores. Se puede optar en ocasiones por llenar páginas con material reiterativo, ilógico y tedioso. Como decía Buñuel: “Se vale lo que sea, menos aburrir al público”. La prioridad es entonces atrapar al espectador con una historia que divierta y emocione. Es una mala idea hacer episodios rellenos de paja sólo para sacar la chamba con el menor esfuerzo. Hay escritores que así han trabajado y que no lo saben hacer de otra manera. Es como el deportista que llega a la meta tomando un atajo. Estos guionistas talacheros se arriesgan no sólo a ser descalificados de las competencias, sino a que nadie quiera volverlos a ver en la pista por su mal desempeño. Estamos en la ruta de realmente profesionalizar el medio. Las televisoras deberán romper con sus círculos viciosos que algunos escritores maletas y corrompidos se empeñan en defender con uñas y dientes. La carrera cada vez es más competida porque atrás vienen atletas mejor preparados que no sólo han entrenado más, sino que quieren demostrar que ellos lo pueden hacer bien. En todo caso, la última palabra siempre la tendrá la audiencia. Continuará...
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May 2021
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