Diana C. Vega Santiago El guionista es el pintor que dibuja la historia, elige los colores, y les da un matiz. Es aquel que pausa las palabras, y observa desde fuera: analítico, quisquilloso, es su crítico más deseable o el más inconveniente. Otras veces cierra los ojos, ve hacia dentro. Entiende que, dando más de sí, escribe mejor. Sabe que todos los temas han sido contados, así que se esfuerza en el cómo. Sigue adelante, puede llegar a pedir ayuda, pero ¿a quién?, si está solo. Hoy le interesa saber qué hace un médico, cómo viste, qué lugares frecuenta. Mañana querrá conocer todo sobre faunos o la gravedad en el espacio. Nunca es igual, ni suficiente. Quiere leerlo, y entenderlo todo. Eso le ha dejado poco tiempo para socializar, es más difícil que con los libros. Entonces se aparta de las fiestas, de las personas, de la pareja, sólo para obtener más conocimiento. Por eso se llega a pensar que los guionistas disfrutan más el trabajo en solitario, que no les gusta ir a reuniones de producción, y mucho menos socializar en set. No importa cuántas horas o años de reescritura haya llevado ese guion, aún habrá más. El guionista se recluye, su mejor cita es con la computadora o la hoja de papel. En ocasiones sale, necesita aire, respira. Sale de nuevo, necesita material, diálogos, saber cómo habla la gente, qué llevan puesto. Observa, escucha, escribe sobre cómo luce la escena; qué viste la actriz, su estado de ánimo, qué percibe. Aunque tiende a ser muy detallado, sabe que en su momento habrá personas especializadas que resuelvan esos aspectos. No se confunde. No es un director o un productor que equivoca su puesto e intenta escribir, pensando que aquello será un “hit”. |
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May 2021
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