Por Antonio Kurt ![]() En los días posteriores al terremoto del 19 de septiembre de 1985, se vivió uno de los más grandes actos de solidaridad por parte de la sociedad civil que México ha presenciado en la historia. Las brigadas de rescate que se crearon ante la falta de apoyo y coordinación por parte del gobierno demostraron que los habitantes de la Ciudad de México son capaces de organizarse. Fue necesaria una tragedia de magnitud 8.1 grados, pero la población logró solidarizarse y ayudar, sin necesidad de esperar la acción de un gobierno descoordinado y rebasado. En la película 7:19 de Jorge Michel Grau, con guión del propio Grau y de Alberto Chimal, dos personajes de distinta condición social y económica quedan atrapados bajo los escombros de un edificio derribado por este terremoto. La propuesta claustrofóbica de Grau nos sumerge en una gran metáfora que abarca más allá del sismo del 85 para mostrarnos algunos rasgos de la idiosincrasia del mexicano. Estos personajes dispares, el velador Martín, y el burócrata Pellicer (con grandes actuaciones de Héctor Bonilla y Demián Bichir, respectivamente), son aparentemente igualados por la tragedia y es, en su interacción, que vicios enraizados en nuestra cultura salen a relucir. En un principio, estos personajes se reconocen y el guión fluye muy bien; sin embargo, llega el momento en el que (rozando los clichés del “funcionario abusivo”) el personaje interpretado por Bichir sufre un ataque de conciencia y revela toda la corrupción “propia” de un burócrata. En contraste, el “jodido e inocente” velador, sufre el peso (literal) de las corruptelas de este servidor público. Pero, ¿quién es en realidad este velador que sufre su trabajo desmoralizante por años? ¿quién es el licenciado Pellicer que se rige bajo el eterno “el que no transa no avanza”? Los estereotipos se regocijan en su inmutabilidad cuando el espectador es el reflejo exacto de ellos. Entonces, ¿dónde quedó nuestra solidaridad de los días posteriores al temblor? La tierra se sacudió hace décadas, pero la mentalidad del “no pasa nada” sigue arraigada en nosotros. Todos, desde el funcionario que construyó edificios con materiales “chafas” hasta cualquiera que es incapaz de respetar la hora a la que se le citó, hacen que los cimientos de nuestra vida diaria tiemblen a toda hora. Actualmente, de manera extraordinaria, seguimos de pie, y para eso tenemos varios mecanismos que sujetan con hilos esta manera de funcionar. Nuestra risa, ese sentido del humor tan negro que siempre nos ha permitido burlarnos de nuestra propia desgracia (otro gran lugar común de nuestra sociedad), es uno de ellos. Esta hilaridad constituye un gran alivio ante la situación actual de nuestro país. Fiel reflejo de esto es el humor contenido en la película que desata la risa automática del espectador en varias escenas… aunque estemos con todo el peso de la situación encima, aún podemos reír. Ya lo dice el velador: lo único que nos queda es aguantar. Aguantar mientras los escombros de esta realidad nos caen poco a poco. Aguantar, sentados 40 años frente a un escritorio. Aguantar hasta que alguien venga a ayudarnos. Y si nadie viene, qué más da si, al fin y al cabo el edificio se nos va a venir encima a todos, y por fin llegará aquello que realmente nos hace ser iguales… la muerte. Después de las 7:19 de aquella mañana lejana parecimos despertar, pero la rutina nos volvió a tragar, así como el terremoto devoró una parte de la ciudad. Está en nosotros (y no nada más en cada quien) saber cómo afrontar las tragedias que nos acometen a diario y que no se miden en grados Richter. Mientras optemos por aguantar, el techo nos oprimirá sobre nuestro viejo escritorio. Para muestra de ello, está Martín el velador. Y, aunque parezca que el corrupto Pellicer sufre las consecuencias de sus actos, la impunidad siempre existirá si hay personas que la aguanten. El falso consuelo de que el terremoto igualó a estos dos personajes se desvanece al notar que, como siempre, algunos tragaremos tabaco nacional de 70 centavos mientras que otros mascarán habanos importados. Todo por aguantar, como no lo hicieron muchos edificios aquella mañana, a las 7:19.
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May 2021
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