WIT: Despertar a la vida para luego “¡Morir... quedar dormidos...Dormir... (y) tal vez soñar!"5/11/2017 Por Robert Ascher Villanueva ¿Por qué estamos aquí? ¿Realmente tiene algún sentido el estarlo? ¿El sufrimiento tiene algún noble propósito? ¿Hay algún tipo de vida después de la muerte? ¿Obtendremos las respuestas a todos estos acertijos "cuando del mundo no percibamos ni un rumor"? ¿O simplemente nos convertiremos en nada y todos estos misterios y enigmas quedarán sin resolver? Todos estos son cuestionamientos ineludibles, seculares, que nos han asediado a todos sin importar quiénes seamos, si el mismísimo Alejandro Magno, el Imperioso César o el pobre Yorick, bufón de la corte. Y lo son porque también la muerte es algo inevitable o, como señaló alguna vez el grabador, ilustrador y caricaturista mexicano José Guadalupe Posada: "La muerte, es democrática, ya que, a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera". Democrática, sí, pero también la muerte puede llegar a ser una obsesión o, todo lo contrario… un tabú. Pero, si asumimos que, efectivamente, “hay un tiempo para vivir y otro para estar muerto”, y lo repetimos como un mantra (como lo haría el famosísimo policía ficticio Kurt Wallander), la muerte, el dolor físico y el sufrimiento carnal también pueden llegar a convertirse en enormes fuentes de aprendizaje. Y eso, es exactamente lo que pasa con la profesora Vivian Bearing, el personaje principal de la obra de teatro WIT: Despertando a la vida, la cual está de regreso para una segunda vuelta después de una exitosa primera temporada en el 2015. Bearing (interpretada magistralmente por la imponente, valerosa y prestigiosa Paloma Woolrich), es una solitaria profesora de literatura inglesa de 50 años de edad, experta en la poesía metafísica del siglo XVII (particularmente en los “sonetos sagrados” del poeta inglés John Donne), que se somete a un largo tratamiento experimental de cáncer de ovario en etapa avanzada. El hospital en el que está, es un hospital universitario y el Dr. Óscar Kesnel (interpretado aquí por el primer actor Pablo Bracho) no es solamente su médico, sino que también es un académico, como Vivian. “Democrática, sí, pero también la muerte puede llegar a ser una obsesión o, todo lo contrario… un tabú" “Vivian Bearing es un personaje que ha tenido MIEDO A VIVIR y que, gracias a este proceso, en el que su cuerpo se va consumiendo por la enfermedad, encuentra una conexión con su parte más profunda, sabia y humana. En ella, este proceso de aceptar su humanidad es alcanzar un estado de gracia”, declara el joven director mexicano Diego del Río quien, en el caso de WIT, se encargó de hacer una ligera adaptación de la extraordinaria traducción hecha por Paula Zelaya Cervantes. Incluso la misma Margaret Edson ha utilizado la palabra “gracia” con respecto al tema principal de la obra: “I wanted to write a play about grace and about one woman’s coming into her own true self”. Y no es que estemos hablando precisamente de “redención” ni de “salvación” en un sentido religioso, sino de encontrar la verdadera fuerza después de haber hecho un exhaustivo ejercicio de introspección y de haber aceptado nuestras debilidades, nuestros vicios de carácter y nuestros errores para después tratar de hacer algo por mejorar, para crecer como seres humanos. En el caso de Vivian Bearing, ese ejercicio, es descubrir que ha sido demasiado severa con los demás, que se ha vuelto demasiado fría, implacable e intelectual. Todo esto de “¿por qué esperar a que la muerte esté tocando a nuestra puerta para empezar a aprender a vivir?” podría llegar a sonar cursi, pero WIT es todo menos eso. Es una obra ingeniosa, conmovedora, ágil y astuta en la que no hay intermedio. Paloma Woolrich nunca sale del escenario, pero sí conocemos, entre otros, al ya mencionado Dr. Kesnel, a su alumno el residente Alan Dresser (Luis Arrieta), a la enfermera Susie Monge (Pilar Flores del Valle) y a la inolvidable mentora de Vivian, la profesora Emma Alexander (Concepción Márquez/Tina French). WIT: Despertando a la vida es una obra que sí toca fibras sensibles, pero que jamás es sensiblera. El texto es verdaderamente sublime, está cargado de ironía, juegos de palabras, subtexto, etc. Y la dirección de Del Río es magistral. Vale muchísimo la pena darse una vuelta al Helénico un miércoles por la noche y ver esta obra, cuyo texto original se hizo acreedor al Pulitzer Prize for Drama en el ‘99. WIT: Despertar a la vida. Miércoles, 20:30. Centro Cultural Helénico. Duración: 120 min. Última función: 12 de julio.
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