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Un niño y su tigre: La magia de "Calvin & Hobbes"

3/22/2016

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Por Robert Ascher Villanueva
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Estuvo de moda por muchísimo tiempo: pesero que veías, pesero que tenía la calcomanía. O por lo menos, uno de cada cinco. Era casi tan de cajón como el famosísimo cláxon que tocaba el tema de "El Padrino" o como las también icónicas calcomanías de Bart Simpson enseñando las pompas, la de Garfield devorando lasaña o la de la sonriente Mafalda con las manos ocultas detrás de la espalda (tanto Mr. Watterson como los señores Groening, Davis, Quino y Rota, se sentirían, muy muy orgullosos y honrados).
 
Y es que es difícil quitarse esa imagen de la cabeza: la del pequeño Calvin orinando de manera tan desafiante y tan rebelde. Se adhiere a la mente casi tan fácilmente como la de la jovencísima Marjane de "Persépolis" portando una chamarra que dice "Punk is not Ded" en la espalda, la del diminuto fan del Feyenoord Rotterdam pintando dedo desde las gradas o la de la carismática Olive Hoover bailando como se le pega la gana en el concurso de belleza infantil en Pequeña Miss Sunshine.
 
¿Porqué? Porque, como dirían en Estados Unidos, "Kids will be Kids" y es muchísimo más divertido ver a los niños y adolescentes comportarse de manera libre y/o anárquica que haciendo su tarea, comiéndose sus verduras y acostándose a buena hora como se los recomendaría la familia Telerín. Es el fenómeno "Daniel el Travieso", "Little Rascals", "Zéro de conduite", "Les Mistons", "Melody", "Moonrise Kingdom" "Billy Elliot" o "Arya Stark" y es... ¡Infalible!.


Y no solamente lo sabían Hank Ketcham, Hal Roach, François Truffaut y Jean Vigo. Lo sabían también Buñuel y el mismísimo James Matthew Barrie y el novelista británico William Golding y ahora lo saben Waris Hussein, Alan Parker, Wes Anderson, Roman Coppola, Stephen Daldry, Lee Bell, George R.R. Martin, David Benioff, D.B. Weiss y muchos muchos otros: a los lectores (y al público en general) nos encanta ver a los niños revelarse y tratar de gobernarse a sí mismos simple y sencillamente porque está en nuestra naturaleza. Justamente por eso es que amamos tanto a personajes como Peter Pan, como Pedro y el Jaibo, como Antoine Doinel, como Mouchette, como Suzanne en A nuestros amores y como François en L’enfance nue (ambas del cineasta francés Maurice Pialat): porque la autonomía y la independencia son cosas que todos anhelamos desde el momento en que empezamos a tener uso de razón y ningún adulto va a venir a decirnos qué hacer.
 
Y si a esta fórmula agregásemos otra igual de atractiva y cercana a nosotros como la es la de los amigos imaginarios e hiciéramos que nuestro protagonista fuese un personaje como los que acabamos de mencionar y hiciésemos, además, que el co-protagonista fuese un tigre de peluche que en la imaginación del niño es un tigre antropomórfico parlante... ¿Qué pasaría? "¿Mr. Watterson? ¿Está usted ahí?". Entonces tendríamos la tira cómica "Calvin y Hobbes", creada en 1985 y escrita y dibujada por el estadounidense Bill Watterson.
 

[...] es muchísimo más divertido ver a los niños y adolescentes comportarse de manera libre y/o anárquica que haciendo su tarea, comiéndose sus verduras y acostándose a buena hora.



​Una tira cómica que, a treinta años ya de su creación (y a más de 20 que su última edición), sigue dando mucho de qué hablar. Y es que su dibujante, nacido el 5 de Julio de 1958 en Washington D.C. y egresado en Ciencias Políticas por la Universidad de Kenyon (o Kenyon College) de Gambier, Ohio, decidió convertirla en una tira extremadamente inteligente. Para empezar, el chamaquillo y su tigre reciben sus nombres de dos grandes mentes europeas de los siglos XVI y XVII: Juan Calvino, teólogo francés y uno de los padres de la Reforma Protestante y Thomas Hobbes, filósofo político inglés y autor del libro Leviatán o La materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil (en el original: Leviathan, or The Matter, Forme and Power of a Common Wealth Ecclesiasticall and Civil), publicado en 1651. Eso solamente para empezar: al niño de 6 años (y perpetuamente, porque durante 10 años jamás lo vimos rebasar esa edad) y a su tigre de peluche o no de peluche (usted decida si le quiere creer a Calvin o a los demás personajes) los vamos a barnizar, respectivamente, con un poco de calvinismo y un poco de absolutismo político.

 
Luego, ese tigre al que todos los demás personajes ven como pequeño y de peluche y que casi siempre está sentado en una posición inclinada, lo vamos a convertir en un sardónico y orgulloso felino que no solamente camina sobre sus dos patas traseras y le dobla la estatura a Calvin sino que también, lo vamos a dotar de rasgos de personaje interesante (como el hecho de que deletrea las palabras de forma extraña, ya sea porque no las sabe deletrear o porque lo hace deliberadamente) y de sarcasmo, de raciocinio y de una ideología propia: es más, vamos a hacer que, muchas veces, se convierta en la voz de la razón; en su conciencia externa. Además, vamos a hacer que sea más viejo que Calvin y menos impulsivo, haciendo que así, represente la madurez potencial de Calvin: un niño travieso, cínico, soñador, impaciente, efusivo y enérgico, impetuoso e irreverente,  socialmente torpe, hiperactivo, con una imaginación exorbitante y un vocabulario muy muy extenso para un niño de su edad.
 
Y es que, como lo sabría cualquier buddy film (y aquí podríamos mencionar como ejemplos a personajes como Vincent Vega y Jules Winnfield o como Murtaugh y Riggs o como Felix y Oscar o Timón y Pumba o Sulley y Mike Wazowski o esos Dos Tipos de Cuidado Jorge Bueno y Pedro Malo o cualquier película de El Gordo y El Flaco, de Abbott y Costello o de Viruta y Capulina) la magia está en los caracteres opuestos: mientras que uno luego no se puede poner bien ni la playera ni los pantalones porque está más preocupado por ser considerado un genio o un gran inventor, el otro es escéptico, pragmático y está orgulloso de no ser humano. Mientras que uno no sabe ni siquiera sumar bien, el otro sabe matemática avanzada. Mientras que uno solamente ve una caja de cartón, el otro ve toda una serie de posibles inventos. Pero lo mágico es que (como en todos los ejemplos ya mencionados) a pesar de todas estas diferencias, hay una camaredería que los une y ambos se ayudan mutuamente a crecer y a enriquecerse como individuos.
 
Y bueno, si a esta fórmula le agregamos además el hecho de que, muchas veces, hay una especie de comentario o de crítica social generalizada; ya sea del "American Way of Life" y de la clase media gringa (Calvin vive con su papá abogado de patentes y con su mamá ama de casa en un típico suburbio del Midwest Estadounidense) o de los medios de comunicación y la cultura del consumismo y el hecho de que de repente viene cargada de referencias a obras de la talla de Hamlet y El Quijote... en fin, razones para seguir leyendo a Calvin & Hobbes siempre van a haber miles. Es una tira cómica, igual que el niñito y su tigre, carismática y entrañable, escrita con muchísimo ingenio y agudeza mental y con excelente dominio del punchline y del uso de ironía. Y Calvin (o el superhéroe Stupendous Man o el explorador interplanetario Spaceman Spiff o el detective privado Tracer Bullet o cualquiera que sea su identidad en ese momento) es un personaje con el que, yo en lo personal, me identifico mucho: Si Mafalda quisiese algún día tener un noviecito gringo, Calvin sería un gran gran candidato. Eso sí, seguramente serían una pareja explosiva (en todos los sentidos) y probablemente, se estarían agarrando de la greña todo el día pero... yo por lo menos, si leería esa tira cómica con muchísimo muchísimo entusiasmo.
 


Robert Ascher Villanueva (Aurora, CO., EE.UU. 1982)
Es comunicólogo y guionista. Es Egresado de La UDLA Ciudad de México y del CCC (Curso de Guión Cinematográfico; Generación Pérezgruvis: 2010-2011). Desde el 2012, trabaja en el área de acervos del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC).
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