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Soñé una ciudad amurallada; el amor en los tiempos de crisis

5/18/2017

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Por Gustavo Ambrosio
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Fotografía: Hugo Villalvazo
Los triángulos amorosos son una construcción dramática común que generalmente se desenvuelve en una lucha de opuestos o de “competencia” por el objeto del deseo. Sin embargo, muchas veces el planteamiento va más allá y, en lugar de la confrontación, se trenza una relación amorosa de tres puntos, como en Vicky Cristina Barcelona de Woody Allen, o Jules et Jim de Francois Truffaut.
 
En la Casa del Teatro se presenta Soñé una ciudad amurallada de Juan Carlos Franco, dirigida por Alan Uribe. Una puesta que desarrolla el concepto del amor a partir de un triángulo que parece definido, un rompimiento de esquemas, y una visión sobre el poliamor en una sociedad a la que se le complica la estabilidad y la solidez, hasta de los sentimientos.
 
Plot Point habló con el autor de la obra, Juan Carlos Franco, y esto fue lo que nos dijo:

¿Cómo nace tu colaboración para hacer esta obra?
 
Alan Uribe Villarruel me habló de un proyecto en el que estaba trabajando. Él quería hablar del amor hoy, pero también de la familia, y había encontrado que el hablar de una relación de tres era la forma correcta de hacerlo, pero sin los lugares comunes a los que estamos acostumbrados. Todavía no sé bien por qué me llamó a mí, pero desde que me contó el abordaje del tema, me interesó muchísimo.
 
 
Los tríos amorosos son algo que pareciera recurrente en la ficción, pero, de hecho, poco se sabe de su impacto en la vida real porque no son tan “comunes”... ¿Qué implicó en el trabajo dramático y de personajes explorar este ámbito sexual y amoroso?
 
Lo que es común en las narrativas pasadas es el triángulo amoroso, no la relación de tres. Antes de la apertura sexual y la libertad romántica de los últimos años (que no está ni cerca de estar consumada), el tercero era siempre un elemento en discordia, un pretexto dramático para construir a los personajes frente al conflicto exterior: una persona llegaba a interrumpir la unidad indivisible del amor entre dos personas. En esta obra ya no funciona así, y es una de las cosas que me emociona más: los tres no son en sí mismos un conflicto al romper con la construcción del amor de una pareja, sino que proponen un camino distinto de relación entre ellos, y eso trae sus propias consecuencias. De hecho, en la obra, se tratan los mismos problemas que tienen estas relaciones en la vida real: comunicación, dinero, espacio, futuro, libertad. Es una relación amorosa común, excepto porque nos hace evaluar nuestra propia concepción del amor.
 
 
La obra es un retrato de nuestra generación, una generación que construye muros para protegerse del dolor, y crea a veces espejismos de lo que es estar “bien” emocionalmente... ¿Qué es para el autor de la obra, la emoción y las relaciones amorosas actuales?
 
La obra no trata sobre la poligamia. Nada más lejano. Es, precisamente, una obra sobre las relaciones hoy, sobre cómo, al romper algunos tabús o ciertos límites impuestos desde el pasado, encontramos nuevos desafíos. Estamos en un tiempo de crisis en todos los sentidos, y el amor no podía salir ileso. No sólo se trata del giro derivado de la libertad romántica, sino de muchas otras cosas: la libertad sexual, el cambio de roles y la deconstrucción paulatina del machismo, la concepción no binaria de la sexualidad, el nacimiento del ligue digital, etcétera. Hemos abierto una cajita de Pandora, y nos queda apenas la esperanza de que el amor romántico sigue allá afuera, pero estamos aprendiendo a asumir que nos tomará tiempo reconciliarnos con nuestros monstruos, que son los monstruos de nuestra época.
 
Hablas mucho de la libertad... ¿Es una obra sobre la libertad? ¿Qué te dice a ti ese concepto sobre todo en la actualidad? ¿Somos libres?
 
Soñé una ciudad amurallada es una revisión de lo que implica para tres personajes el asumirse (y sentirse) libres, no sólo en sentido romántico y sexual, sino también en muchos otros, sobre todo el intelectual. En esta obra no me interesaba pensar a los jóvenes desde las dificultades que pasan o desde los lugares comunes de los que hablan los adultos hoy: el desinterés, la ignorancia, la vagancia o la alienación digital. Más bien, estos personajes son curiosos, investigan, saben, y por eso se sienten libres. Creo que es, al mismo tiempo, el vicio y la virtud de los intelectuales hoy, y quería cuestionar eso a través de estos personajes. ¿Somos libres? ¿Al entender algo más sobre el mundo, sobre el sistema o sobre nosotros mismos somos más libres que otros? ¿Quiere decir algo la libertad en medio del capitalismo salvaje en el que vivimos? No lo sé, pero esas preguntas guiaron la obra.
 
 
Tal pareciera que las relaciones “open” y los tríos tienen un aspecto de “experimentación” que pocas veces logra cohesionar o que pueden dar pie a construir algo… ¿A qué crees que se deba?... Tus personajes, por ejemplo, no soportan el embate de la muralla que construyen en torno a ellos…
 
Creo firmemente que, si esas relaciones no cohesionan, es porque tenemos una concepción del amor que no embona con las nuevas formas de relacionarnos, y por eso, se le sigue llamando "experimentación". Como pasa con el arte, cuando llamamos a algo "experimental" a menudo se trata de algo que no entendemos, que no podemos explicar. Claro que estamos experimentando con nuevas formas de amar, pero no hemos cambiado las expectativas tradicionales, sobre todo en cuanto a la fidelidad y la planificación de un futuro juntos. Me gustaría pensar que los personajes de la obra entienden bien esto, pero se encuentran con que el mundo afuera sigue girando. Eso también duele.
 
 
Hay cierto patetismo en los personajes, la seriedad de la vida parece estar evaporada… ¿Cómo ve el autor a esta generación que retrata?... A esta generación que escucha acerca de la construcción de muros, de ciudades y países protegidos de lo que venga de fuera…
 
La que se retrata en la obra es mi generación, así que tengo una relación muy particular con ella: de cercanía, de empatía y reconocimiento, pero también de una sospecha enorme. Somos una generación llena de expectativas rotas, y más hoy, cuando incluso las promesas políticas y económicas se están derrumbando. Seremos una generación de transición, y eso nos vuelve muy vulnerables. Pero al mismo tiempo somos una de las generaciones más afortunadas; tenemos un acceso a la información que va acercándose a ser universal. Hemos decidido hacer frente al pasado para reivindicar nuestros derechos, sabemos de la farsa constante del sistema. No sé si todo esto sirva para algo, sobre todo si eso significa estar cada vez más solos. En todo caso, sé que hay que hablar de eso. No podemos dejárselo a la nostalgia de la próxima generación o a la mirada ingenua y condescendiente de la que ya está consolidada. Debemos hacerlo nosotros, ahora, crítica e inteligentemente, con el humor y dolor que nos significa.
 
 
Juan Carlos Franco tiene un particular interés por el triángulo en su construcción dramática, la trilogía, lo tripartito, la triada… ¿A qué se debe? ¿Es una búsqueda formal o más bien algo que surge por impulso creativo?
 
Ha sido una búsqueda creativa, pero que se ha dado un poco por coincidencias. Al pensar la Trilogía del Reino, lo que había comenzado como una obra sobre la experiencia gay en el siglo XX, se transformó en un paisaje de relaciones distintas, uno que pudo abarcar también las relaciones lesbianas y las heterosexuales. Fue una decisión creativa, pero también una necesidad. En este caso, era la forma de mostrar el amor para nuestra generación desde otro punto, uno que dejara de lado los clichés de la relación de pareja en crisis. Más que hablar de la muerte de una relación amorosa, quería hablar del nacimiento de una forma nueva de acercarse amorosamente a los otros y, para eso, necesitaba a tres personajes. Es bonito porque, si lo pensamos, lo que está sucediendo hoy es el resquebrajamiento de las dualidades, de las polaridades. Hay muchas más opciones, y hay que hablar de ellas. Yo, de casualidad, empecé por el amor.

La obra se presenta en La Casa del Teatro hasta el 28 de Mayo,  sábados y domingos a las 19 hrs.


Gustavo A. Ambrosio Bonilla (Pachuca, 1992)
Periodista en Grupo Milenio. Crítico de cine en Corre Cámara. Fue reportero de espectáculos en Filmeweb y Hey. Antes que cineasta, cinéfilo. Estudia guión en el CCC. Su película favorita es Las Horas de Stephen Daldry. Su cortometraje ¡Están curados! fue seleccionado para participar en el séptimo Rally Universitario GIFF 2015.
@guskubrick

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