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Sandman: un ensayo sobre la esperanza

5/19/2015

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Por Carlos Tello de Meneses
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Imagen: crisiscreativa.files.wordpress.com

Hay una secuencia en el primer tomo de Sandman (llamado Preludios y Nocturnos) que me confundió la primera vez que lo leí, hace ya más de 10 años. Una escena que para un adolescente podría haber parecido anticlimática se me revela, ahora en mi madurez, como una de las escenas más potentes que he leído en un cómic.

La escena en cuestión es el duelo entre Morfeo, protagonista de Sandman, y un demonio menor llamado Chorozon. Para Morfeo hay mucho en juego en ese duelo. Si gana obtendrá el tesoro por el que descendió al infierno. Si pierde se convertirá en su esclavo. Derrotar a Chorozon, en teoría, no debería ser un problema para Morfeo, quien es uno de los Siete Interminables (Representaciones Antropomórficas de los Aspectos del Universo). Sin embargo, Morfeo (también llamado Sueño) ha pasado la mayor parte del siglo como prisionero de un hechicero, y mucho de su poder se ha desvanecido y fragmentado. Su viaje al Infierno es un peldaño necesario para reconstruir su Reino y recuperar su poder.

Pero, ¿qué clase de duelo podrían tener un demonio y el Señor de los Sueños? Un duelo de filosofía, por supuesto.

La reglas del juego son, en apariencia, simples. Uno de los contrincantes dice ser algo, un concepto que se materializa detrás de ellos. El otro tiene que enfrentarlo, a su vez, evocando algo que destruya esa materialización. Y así, hasta que uno de los dos no sepa qué responder. Por ejemplo, el demonio empieza con un lobo; Morfeo responde con una cazadora a caballo. El demonio mata a la cazadora con una mosca que pica al caballo y la tira. Morfeo materializa una araña para que coma a la mosca. Entonces Morfeo materializa al Universo, que lo contiene todo. Chorozon, en respuesta, clama a la Anti-Vida, la bestia del Juicio: la oscuridad que termina todo. Morfeo sonríe y le dice: "Soy la Esperanza". Y al final, ante una audiencia de demonios estupefactos, Morfeo gana. Y cómo no habría de ganar, pues, ¿qué puede destruir a la esperanza?

En el mundo de Neil Gaiman, la esperanza es la gran fuerza que construye y conecta el universo. En un intercambio legendario, Morfeo es cuestionado sobre el poder de los sueños en el Infierno. El responde que es absoluto, pues qué poder tendría el abismo de la perdición si los condenados no pudieran soñar con el Paraíso. Con esa gran revelación humilla a Lucifer frente a las legiones infernales y se gana su enemistad, con lo cual pone en marcha eventos que tendrán consecuencias en el resto de los 75 números (11 tomos) de la saga.

En el mundo de Gaiman la esperanza y el sueño son conceptos que van de la mano, unidos en el alma humana como gran conciliador de la realidad. Con un poder tan magno que incluso puede alterarla. En muchas instancias los personajes tienen todo en su contra, con la esperanza como única arma, y a veces, sólo a veces, es suficiente para una pequeña victoria.

“Para Gaiman, las historias son la destilación de los sueños y las pesadillas que navegan el estrecho río que divide a la esperanza de la desesperación”.



El primer tomo de Sandman está lleno de escenarios así, en los cuales la esperanza es la única arma verdadera de los personajes. Sólo así puede Morfeo conllevar su encierro de 70 años. Con esperanza y paciencia, a la espera de una oportunidad. Junto a esto hay otro elemento importante en este juego, esencial en el mundo de Gaiman: las historias.

Para Gaiman, las historias son la destilación de los sueños y las pesadillas que navegan el estrecho río que divide a la esperanza de la desesperación. Por eso aquellas situaciones aterradoras son aquellas donde esa esperanza no sólo no está presente, sino que la consciencia y autonomía son arrebatadas del ser. Ahí recae la crueldad del castigo que le otorga al hijo de su captor. El despertar eterno. Una realidad onírica interminable donde cada despertar es una entrada a otra pesadilla. Ese es el Morfeo con el que iniciamos la historia. Frío, distante y cruel.

Mientras lo vemos luchar por recuperar su poder, su prominencia e, incluso, su relevancia, Morfeo sufre derrotas, humillaciones y revelaciones que poco a poco le recuerdan su propia fragilidad. Lo vemos convertirse, a pesar de ser algo enteramente inhumano, en alguien más sincero e incluso capaz de misericordia. Al tener la oportunidad de volver a distribuir un castigo ejemplar, Morfeo decide no sólo perdonarle la vida a la persona que casi destruye su realidad sino darle aquello que no ha tenido en décadas: una noche de sueño pacífico. Paz que le regala a toda la humanidad por una noche.

Sin embargo no está contento ni satisfecho. Morfeo está consciente de su lugar en el universo, pero se da cuenta que la búsqueda que llevó a cabo era el único móvil que tenía. Ahora que es de nuevo el Rey del Sueño no tiene objetivo real ni esperanza. De ahí viene el poder del conmovedor número final, epílogo a la historia del primer tomo donde se nos presenta a la Muerte, hermana mayor de Morfeo.

Con el aspecto de una alegre y jovial chica gótica de piel de porcelana, y una mujer sabia, más allá de la comprensión (todo esto mientras cita a Mary Poppins), la Muerte reprimenda a su hermano menor por su depresión y desesperanza. Acompañándola a través de un día de trabajo, ella le enseña el valor de la mortalidad humana. Vemos gente vieja, joven, hombres y mujeres, comediantes, artistas y deportista. Todos muriendo y recibiendo a la muerte de una u otra forma. Al verlos recoger almas juntos nosotros hacemos lo mismo. Morfeo se da cuenta que usamos el tiempo que tenemos como podemos. Encontramos algo porque vivir y si lo alcanzamos o se revela como una imposibilidad, encontramos algo más. Esa es, y siempre ha sido, la única forma de vivir. Eso y consumir historias. 


Carlos Tello de Meneses (Estado de México, 1989)
Es guionista, maestro y artista marcial. Fundador del Mamastrofismo. Crea universos fantásticos  y diseña batallas y peleas compulsivamente. Actualmente estudia el Curso de Guión Cinematográfico en el CCC.
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