Por Graciela Manjarrez a @BreatEstonEllis, quien me refirió a 50 Shades of Grey En un sentido estricto 50 sombras de Grey es la versión “moderna” de un cuento de hadas (o, con sus muy debidas distancias, del clásico de Shakespeare Romeo y Julieta), es decir una chica conoce a un chico: inserte aquí la imposibilidad. En el caso de la “novela” escrita por Erika Leonard James una chica guapa, inocente, virginal y estudiante de literatura inglesa tropieza –¡literal!- con el chico guapo, astuto, multimillonario y con un pasado tormentoso; la imposibilidad que tendrán que superar (en 540 páginas de mala prosa) es la falta de experiencia sexual de la primera vs la falta de “experiencia” emocional del segundo. Un poco de historia. 50 sombras de Grey nació como una continuación en línea de la novela de vampiros y humanos guapitos Twilight, de Stephenie Mayer. En un principio, el fanfiction respetaba el hilo argumental (la fórmula anteriormente descrita), los nombres de los protagonistas (Edward y Bella) y algunos recursos narrativos: una voz femenina enteramente sesgada y subjetiva que cuenta el relato; personajes mínimos, planos y aburridos; largas, larguísimas descripciones del poder adquisitivo del protagonista y un nuevo “conflicto” en cada siete párrafos. Cuando Master of the Universe fue fichada por la casa editorial Vintage Books algunas cosas tuvieron que cambiar: Edward se convirtió en Christian Grey y Bella en Anastasia Steele. Las entradas en línea generaron una trilogía: “Cincuenta sombras”. Y lo demás es historia. 100 millones de ejemplares vendidos alrededor del mundo. Ganancias editoriales valuadas en 95 millones de dólares anuales. El título a Erika Leonard James como una de las personas más influyentes en el mundo. Estar 50 semanas entre los libros más vendidos para The New York Times. Un nuevo “género” el Mommy Porn. Y, finalmente, la venta de la sucesión de derechos a Universal Pictures y Focus Features para hacer la versión cinematográfica de la trilogía. El problema con la versión cinematográfica de 50 sombras de Grey es que generó, gracias al marketing y al morbo, expectativas muy altas que le fueron imposibles de cumplir a su directora Sam Taylor-Johnson. Pero, ¿quién en su sano juicio esperaría una película acertada que nace de una novela poco acertada? A pesar de que el libro de E.L James se ciñe a la estructura clásica de un cuento de hadas (una fórmula de éxito probada), entremezclada con un relato “erótico” y con prácticas de BDSM: el resultado es decepcionante. No se puede esperar mucho de una “novela” que presenta un nuevo “conflicto” exterior (peleas insulsas o distanciamientos risibles) cada dos páginas para mantener la tensión dramática que los protagonistas son incapaces de sostener por sí mismos. Y es así porque tanto el Sr. Grey como la Srita. Steele carecen de una problemática interior clara. En ella la mayor complicación es el desconocimiento de su sexualidad (que, hacia el final de la novela, dominará gracias a la oportunidad dada por el Sr. Grey y su famoso contrato) y en él es que es incapaz de apegarse emocionalmente a alguien debido a que fue engendrado por una “puta, adicta al crack” *. Así, la autora centró todos sus esfuerzos (involuntariamente) en construir la complejidad o arco dramático de sus protagonistas a partir de monólogos interiores francamente risibles, que producen pena ajena más que catarsis en el personaje de Anastasia: “mi diosa interna está en pie esperando su medalla de oro”, “mi diosa interna estás vistiendo su ropa de gladiadora”; o en la verbalización del poder adquisitivo del Sr. Grey, que compartirá con la Srita. Steele, y que se da con una frecuencia de cada dos líneas por página: –Bueno, para relajarme, como dice usted, navego o vuelo y me permito algunas actividades físicas. –Cambia de posición en su silla-. Soy muy rico, señorita Steele, así que tengo aficiones caras y fascinantes. O en la narración explicita de los encuentros sexuales de los protagonistas, que parecen un loop interminable (salvo por la presentación del cuarto de juegos o cuarto rojo), y que poco o nada tienen que ver con lo descrito en Justine o los infortunios de la virtud, o La historia de O, o Nueve y media semanas, o Inmaculada o los placeres de la inocencia, por citar sólo algunos ejemplos. Tomando en cuenta el panorama anterior, lo hecho por Kelly Marcel en la adaptación del bestseller al blockbuster es un trabajo bastante digno. De entrada, eliminó esos latosos monólogos interiores de la Srita. Steele; dotó al personaje femenino de cierta gracia (que en la novela NO tiene); eliminó la arrogancia del personaje de Grey y su cuestión con la verbalización de su poder adquisitivo; se centró en la anécdota y escogió aquellos diálogos que le sirvieran para potenciar y construir una historia que, a veces, es inexistente en el libro (eso implicó simplificar páginas y páginas inútiles de la novela). Y muchas horas de lectura para entender de qué iba el texto de E.L James. Se dice que en el ámbito de las adaptaciones cinematográficas hay que saber leer y tomar buenas decisiones. En mi opinión, creo que la decisión más acertada que tomó Marcel fue la de potenciar el encuentro de dos personajes carentes de experiencia (sexual o emocional) que se conocen, se descubren y se complementan. Que si E.L James no la dejó hacer su trabajo, que si la obligó a apagarse fielmente a la “novela”, que si en la filmación se cometieron excesos, eso es harina de otro costal. Chica conoce a chico [inserte aquí una novela muy mediocre]. _______________ * Todas las citas de la novela proceden de la siguiente edición: James, E.L. (2012). Cincuenta sombras de Grey. trad. Pilar de la Peña Minguell y Helena Trías Bello. México: Grijalbo, p. 21.
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