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Videojuegos, web, cómic, música y otros medios

¡No quiero ser un personaje de Chéjov!

10/5/2018

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Por Gustavo Ambrosio

¿En qué se parecen autores tan aparentemente distantes como Antón Chéjov y Juan Rulfo?

“En ambos, los personajes buscan algo, quieren cambiar pero a veces es imposible, ya sea por el ambiente o porque han llegado tarde”, lo anterior lo explica Talia Yael , autora de la obra Vine a Rusia porque me dijeron que acá vivía un tal Antón Chéjov.

Obra donde cinco amigos esperan en una casa el regreso de “alguien” mientras queman libros para soportar el denigrante invierno; sin embargo, un desencuentro con quemar o no los libros del autor de Las tres hermanas los hace salir para buscar un lugar mejor: Rusia.

Talia Yael extrae la esencia de los personajes chejovianos y los coloca a su propio estilo y manera en escena (y texto). El hombre impulsivo pero apagado, la joven que sueña con ser actriz en Rusia, un intelectual cobarde, una mujer atrapada en el pasado de una relación y una chica que apenas puede comunicarse con los demás.

Una mezcla que busca romper su propia naturaleza. No ser personajes de Chéjov. Actuar. Hacer algo. Cambiar. Moverse. Irse de su lugar de origen y no volver porque da mala suerte.

La obra explora el excitante y triste camino de darnos cuenta que nos movemos en círculos, que la vida no está hecha de grandes decisiones, porque las grandes decisiones en comparación con la vida son muy pequeñas. Que la expectativa y la realidad son espejos que dan reflejos opuestos. Que el camino para conseguir lo que deseamos es quizá el fin mismo de la existencia.

Con una primera parte que tarda en arrancar, la puesta se acelera al ritmo del viaje que emprenden los personajes, irrumpida por un cuadro de ciencia ficción que ayuda a potenciar el tono y el tema, que al llegar al final te deja con una sonrisa melancólica.

Todos somos personajes de Chéjov porque la mayoría no tiene la energía suficiente para romper con todo. Para rebelarse. Nuestra época actual de la comodidad al cien por ciento, del placer al alcance de un botón, no nos hace darnos cuenta que vivimos encerrados en una casa como los personajes de Yael, aparentemente seguros, con lo suficiente para estar “bien”. Pero un día, el cuadrado (circular) del encierro hará mella, ni el té ni los libros, ni un bonito sillón o cama serán suficientes. Pero ahí siempre habrá una puerta, aunque sea demasiado tarde para abrirla.

¡No seamos los personajes de Chéjov!

Vine a Rusia porque me dijeron que acá vivía un tal Antón Chéjov, bajo la dirección de Luis Ángel Gómez, se presenta en el Teatro Orientación del Centro Cultural del Bosque del 4 de octubre al 11 de noviembre, de jueves a domingo.


Gustavo A. Ambrosio Bonilla (Pachuca, 1992)
Antes que cineasta, cinéfilo. Becario en la Fundación para las Letras Mexicanas en Dramaturgia. 
Periodista. Crítico de cine. Guionista del CCC.
Dirigió el corto “¡Están curados”. Ganó el Festival de Guión Cinematográfico en la categoría de cortometraje en 2016.
Ha sido seleccionado con guiones de largo y corto en Oaxaca Film Festival y Shorts México. 
​Su película favorita es Las Horas de Stephen Daldry
@guskubrick

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La obra que sale mal

7/30/2018

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Por Gustavo Ambrosio
Un clásico de Susie H. K. Brideswell. Texto extranjero con tensión dramática, intriga y misterio. Escenografía fastuosa. Actuaciones del método.  Todo eso compone Asesinato en la mansión Haversham, montada en el Centro Cultural Helénico por la compañía de teatro de la Universidad Tecnológica de Tlalpan.

La obra prometía pero “algunos desperfectos” y “complicaciones” hicieron de esta, una Obra que sale mal, pero que respeta desde el inicio la máxima del teatro, el show debe continuar. Todo en nombre del prestigio escénico.

La obra que sale mal nos recuerda, desde su ejecución y sin complicación, que las búsquedas teatrales que apuntan a la intelectualización o la taquilla,  son meros absurdos y comedias en pos del prestigio cuando el fin único es el juego de la escena con el público.

El desenfado de la obra dirigida por Mark Bell y escrita por Henry Lewis, Jonathan Sayer y Henry Shields, nos traslada a un círculo envolvente de comedia. Desde el irónico programa de mano hasta los movimientos previos al “estreno”. La risa salta porque lo que sale mal se debe a que los personajes buscan, con sus limitaciones, romper la máxima que citan de Sanford Mesiner “actuar es comportarse con sinceridad”.

La evidente búsqueda de reconocimiento de Chris Pin y el reparto de la mansión Haversham asesta un golpe directo sonoro que sale desde la boca contra el estiramiento, el refinamiento y la pomposidad de quienes buscan, a través del teatro, su propia gloria. Si añadimos la “tropicalización” de algunos chistes y nombres, el efecto se potencia todavía más.

"La obra que sale mal nos recuerda, desde su ejecución y sin complicación, que las búsquedas teatrales que apuntan a la intelectualización o la taquilla,  son meros absurdos y comedias en pos del prestigio ..."

El humor físico, completamente chaplinesco, pone énfasis en la maestría de dirección que se coordina con una sorprendente escenografía. El tempo cómico se mueve sin dejar al público, donde el ritmo crece hasta una locura desastrosa que no merece sino un aplauso de pie. Deja claro que la comedia es uno de los géneros mayores y vivos de la escena, cuya ejecución puede ser mucho más potente que cualquier rebuscamiento posdramático; y si no, pregúntenle al reloj de manecillas sobre el diván.

Del reparto a la altura del tono y la forma, destacan Luis Rodríguez “Guana” (denle un premio, por favor) , como ese actor que resuelve en escena; Artús Chávez como el desesperado y ambicioso director; así como Daniel Haddad y su casi fusión con la escenografía en escena.

La obra que sale mal es un espectáculo que atraviesa la forma comercial con un discurso que parece ser mera diversión, pero que cumple con creces el fin de la comedia: se burla de los vicios ajenos y propios de la gente de teatro. No es un “homenaje”, es una carcajada bien merecida.
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Se presenta en el Teatro Helénico hasta el 26 de agosto de jueves a domingo.

​Gustavo A. Ambrosio Bonilla (Pachuca, 1992)
Antes que cineasta, cinéfilo. Becario en la Fundación para las Letras Mexicanas en Dramaturgia. 
Periodista. Crítico de cine. Guionista del CCC.
Dirigió el corto “¡Están curados”. Ganó el Festival de Guión Cinematográfico en la categoría de cortometraje en 2016.
Ha sido seleccionado con guiones de largo y corto en Oaxaca Film Festival y Shorts México. 
​Su película favorita es Las Horas de Stephen Daldry
@guskubrick
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Thomas Köck, la ruptura de la ficción tecnologizada

6/28/2018

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Por Gustavo Ambrosio
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Ante la aceleración tecnológica y la distopía del cambio climático cada vez más presente, la creación artística se enfrenta a los retos del mundo del consumo. En el caso del teatro, las nuevas dramaturgias han apostado por romper los paradigmas reforzados por la fábrica de entretenimiento del streaming, la televisión y los videojuegos.

Tal es el caso de Thomas Köck, dramaturgo austriaco, recientemente galardonado con el premio Mülheim, el más importante para la nueva literatura dramática en alemán, con Juegos del paraíso, última entrega de su "trilogía del clima", la cual se completa con Paraíso hambriento y Paraísos y mareas.

Juegos del paraíso fue semi montada en la Semana de las Nuevas Dramaturgias: Alemania-Austria-Suiza impulsada por el Goethe Institute y la Coordinación Nacional de Teatro, en la cual participó Köck (su primera visita a México), quien nos habla de su obra, la visión que tiene acerca de la ficción y el teatro contemporáneo.

 Muchos dramaturgos inician sus creaciones con una imagen, algún texto, una noticia, en tu caso, ¿qué detonó Juegos del paraíso?
Leí acerca del incendio en la fábrica de textiles de Macrolotto en Prato, Italia. Empecé a investigar al respecto y vi que las víctimas eran trabajadores migrantes chinos. Entonces, la primera imagen fue la de cuerpos quemados en medio de textiles sintéticos.

La premisa de tu obra, un tren recorriendo a toda velocidad un mundo congelado, nos recuerda mucho a Snowpiercer de Park Chan – Wook.
Es una referencia muy visible. Me gusta mucho la idea (de la película) de ese tren que avanza eternamente hacia ningún lado, lo mismo que la economía. Son imágenes muy hermosas.
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¿Cuál es el empuje ideológico de Juegos del paraíso? ¿Qué busca en sí misma?
El impulso de esta obra es la parálisis hiperacelerada en esta modernidad tardía, uno de los capítulos del texto habla sobre estos trenes modernos que atraviesan Europa, y esto impulsa la trama; un modernismo que ya no sabe lo qué es lo moderno, un modernismo que ya rebasó los límites.
 La aceleración provocada por la tecnología es tan grande que el ser humano ya no se da abasto con eso. Estamos exhaustos, somos incapaces de alcanzar la aceleración de las máquinas.

"Es difícil darle la vuelta a las máquinas, pero sí puedes mostrar cómo funcionan, pasar por el lodo esas imágenes para exponer lo que verdaderamente son.  Esa siempre ha sido una buena estrategia de la literatura, darle un giro a las imágenes"

Las nuevas plataformas de entretenimiento están reciclando un tipo de ficción con una fuerte carga ideológica, como ejemplo pongo a los superhéroes. Una de tus búsquedas como autor es combinar diversas disciplinas y formatos, en ese sentido, ¿cómo usas la tecnología a favor de tu dramaturgia?
Me interesa ese malentendido de la cercanía creada por las nuevas tecnologías. En realidad crean una ilusión de proximidad. El uso de las imágenes y su reproducción incesante, que también abordo en las otras obras de la trilogía, es otra cosa que me interesa. El ritmo dictado por las máquinas y las ideas producidas a través de las imágenes. Me interesa romper esos mundos conceptuales para generar extrañamiento; algo nuevo a partir de esos mismos medios.

Hay una película llamada El Congreso de Ari Folman, adaptación de Stanislaw Lem,  la cual plantea “la dictadura de la ficción”. Esto se conecta un poco con lo que dices de la fabricación de imágenes ideológicas, ¿cuál es tu postura acerca de esta construcción de la ficción? Porque no sólo es en el cine, también en el teatro.
Es difícil darle la vuelta a las máquinas, pero sí puedes mostrar cómo funcionan, pasar por el lodo esas imágenes para exponer lo que verdaderamente son.  Esa siempre ha sido una buena estrategia de la literatura, darle un giro a las imágenes lingüísticas afianzadas.

¿Cómo pueden, el teatro o el cine, volverse una resistencia a este tren imparable del mercado y su escudo ficcional?
El teatro es en sí mismo una forma de resistencia porque no se puede vender como producto. Las películas y la literatura sí pueden venderse como productos, pero tiene que ver en con cómo trabajan los estereotipos y su reproducción de las mismas imágenes de siempre. Yo trato de entrar por detrás de éstas para mostrar que no tienen nada de especial.
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El teatro post dramático partió como una forma de romper paradigmas hace unos años, ahora está encaminándose poco a poco a convertirse en el nuevo paradigma.
El teatro post dramático y su santo patrono Lehmann no hacen referencia a textos que cayeron del cielo, sino a los clásicos o a Brecht. Esto ocurre por la fuerte hegemonía del naturalismo en la escena alemana. Es desenmascarar el naturalismo y no tener una idea tan romántica del teatro.
A veces basta con poner a un personaje a hablar de sí mismo en tercera persona para que los críticos se estén quejando de que estamos reventando el teatro, en ese sentido,  a mí me gustaría que lo post dramático fuera el nuevo paradigma.

​Gustavo A. Ambrosio Bonilla (Pachuca, 1992)
Antes que cineasta, cinéfilo. Becario en la Fundación para las Letras Mexicanas en Dramaturgia. 
Periodista. Crítico de cine. Guionista del CCC.
Dirigió el corto “¡Están curados”. Ganó el Festival de Guión Cinematográfico en la categoría de cortometraje en 2016.
Ha sido seleccionado con guiones de largo y corto en Oaxaca Film Festival y Shorts México. 
​Su película favorita es Las Horas de Stephen Daldry
@guskubrick
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Ángeles en América y la ultraderecha contemporánea

5/26/2018

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Fuente: UNAM

Por Gustavo Ambrosio

Entrevistamos al director de la primera parte de Ángeles en América: El milenio se aproxima, Martin Acosta. Puesta en escena que se presenta por primera vez en México en el teatro Juan Ruiz de Alarcón de la UNAM. 
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Cuando llegaron los años 90 del siglo pasado, las expectativas de la globalización, el libre mercado y la “base de Derechos Humanos” en el mundo proyectaban un futuro positivo para las sociedades occidentales. Parecía que el nuevo milenio “mataría todo lo viejo”, los  residuos de la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, la epidemia del SIDA o la indecencia maquillada de conservadurismo. Y Ángeles en América de Tony Kushner, estrenada mundialmente en San Francisco en 1991 albergaba todas inquietudes.

Luego de la famosa mini serie de HBO con Meryl Streep, Emma Thompson y Al Pacino en 2003, y múltiples representaciones en el mundo, una de las obras icónicas de la diversidad sexual y del teatro estadunidense contemporáneo, llega por primera vez a México, con traducción de David Olguín, y bajo la dirección  de Martín Acosta, quien asegura que fue complicado levantar el montaje en nuestro país por su perfil de producción, es decir su alto costo, pero también debido a que los temas tocaban una parte muy importante de su vida.

Es la primera vez que una obra tan popular como Ángeles en América se estrena en México, ¿por qué cree que tardó tanto en llegar a nuestro país?

Imagino que antes ningún productor comercial se animó o no le vio el potencial para nuestro país. Es una obra con un perfil extraño y amplio y en México parecía que sólo dentro del teatro comercial se podía hacer, entonces, siento que nadie se había animado porque es una obra cara.

En su momento ya me habían propuesto hacer Ángeles, pero yo decía es una obra muy grande, muy complicada; en realidad me resistía un poco porque no quería recordar una época de mi vida de la que acaba de salir y me dolía mucho, que era la epidemia del SIDA. Los 90 para mí fueron muy difíciles, perdí a muchísimos amigos. El tema lo había tocado en otras obras, pero nunca con una postura política y Ángeles en América la tiene.

En Estados Unidos se ha retomado Ángeles en América tras la llegada de Trump a la presidencia y el resurgimiento de las ultraderechas en Europa. En México ¿cuál es la resonancia que tiene esta obra en torno al momento histórico que vive nuestro país?

El mismo. El regreso de las derechas. Cuando Fabián Corres (quien interpreta Prior)  me habló para decirme que tenía los derechos, esa misma semana supe que Trump iba a competir por la nominación republicana para ser candidato a la Presidencia de Estados Unidos. Todos pensamos que era absurdo, sin embargo, algo ya olía muy mal. En ese mismo lapso me tocó ver la marcha Por la Familia en Guadalajara.

Como gay he dicho que debería agradecer por los derechos que tengo. Casarnos, adoptar, sin embargo, siento que hemos sido botín político y eso a la comunidad gay no le ha importado. Hemos festejado por un gol que ni siquiera metimos nosotros. En general tengo la sensación de que como comunidad siempre vamos muy atrás en la lucha por nuestros derechos y que hemos frivolizado una serie de demandas que  deberíamos estar haciendo. De una forma u otra, montar esta obra es regresar a estos temas. Hay quien dice que hablar de SIDA está rebasado; y en parte sí, porque ya no es una enfermedad mortal,  pero creo que no podemos olvidarlo. El teatro es para eso, para recordar fenómenos específicos que no debemos repetir.

Y a pesar de su carga política, el texto de Kushner jamás cae en lo propagandístico…

No, porque Tony Kushner es muy inteligente. Es una mezcla entre Brecht y,  él dice, de Lillian Hellman. Que para él es la escritora del melodrama político en Estados Unidos. Porque lo político no tiene que estar peleado con el drama.

"Creo que todo mi trabajo tiene que ver con cierta orfandad ideológica y creo que Ángeles en América toca ese tema."

¿Cuál fue el mayor reto que tuvo como director al llevar a escena Ángeles en América? Sobre todo en términos creativos, siendo que ya existe la popular mini serie de HBO con Al Pacino y Meryl Streep. ¿Cómo le imprimió su visión?
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La obra es difícil de abrazar en una sola mirada. Creo que aunque me tardé, la clave me la dio el monólogo del rabino. “Muy pronto todo lo viejo morirá”, la idea de que América fue construida por todos estos migrantes y la diversidad de puntos de vista, fue lo que más me interesó en principio. Lo que yo les plantee de origen a mis creativos era la idea de la construcción de América, ir al origen de esa diversidad.

Porque en la obra hay dos sociedades secretas, parte del montaje de la obra tiene que ver con eso, las buenas y malas. Una que es una sociedad secreta de la canallez y del mal norteamericano que empieza en McCarthy y termina con Donald Trump, en medio de la cual Roy Cohn es el vínculo.

Por otro lado, la sociedad espiritual. Donde los personajes se ayudan entre ellos a pesar de sus diferencias. Es la intención de no ver la religión como un opio, más allá de la práctica de lo religioso, hay una voluntad de lo espiritual que te dice qué está bien o qué está mal. Y que frente a ciertas crisis, como la del SIDA, debes tomar una postura y no puedes mirar hacia otro lado, no importa de qué religión seas.

En la obra, estrenada a principios de los 90, se da por sentada la profecía de que “lo viejo morirá”, poniendo en el inicio de un nuevo milenio la esperanza de un cambio de paradigmas. Estamos en 2017 y el espíritu de Roy Cohn abarcó todo.

Lo primero que dijo Donald Trump cuando ganó la presidencia fue “Cómo extraño a Roy Cohn”, lo cual nos habla de esta conexión. Nos moveremos como sociedad cuando olvidemos la palabra tolerancia y veamos todo en el respeto; yo como gay no pido ser tolerado, pido respeto y creo que la obra habla de eso, de cómo las personas aprenden a respetarse y cómo aquellos que pasan por encima de todos deben pagar por sus actos.

A mí me tocó la caída del muro de Berlín, sin ser un militante comunista activo, a mí me quedaba claro de qué lado estaba. Pero a partir del 89 yo perdí ese rumbo, y creo que todo mi trabajo tiene que ver con eso, con cierta orfandad ideológica y creo que Ángeles en América toca ese tema. La realidad es que la caída de las Torres gemelas nos puso en un lugar donde es muy difícil decidir cuál es nuestro lado.
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En definitiva, no hay Ángeles en América…
Es lo que se discute en la obra de que no hay ángeles en América porque no hay un pasado espiritual.

En algún momento recuerdo que Carlos Fuentes dijo algo que me alentó mucho, “No sabemos qué es lo que queremos, pero sí lo que no queremos”. Y por lo menos tendríamos que luchar contra aquello que no queremos y ponerle un frente.  Y lo que sí queremos, aún tenemos que descubrirlo. Mientras tanto, seguimos en la orfandad espiritual e ideológica del 92 cuando Tony Kushner hablaba de estos hijos de Ronald Reagan. Ahora estamos más huérfanos y desamparados que nunca. 

Gustavo A. Ambrosio Bonilla (Pachuca, 1992)
Antes que cineasta, cinéfilo. Becario en la Fundación para las Letras Mexicanas en Dramaturgia. 
Periodista. Crítico de cine. Guionista del CCC
. Dirigió el corto “¡Están curados”. Ganó el Festival de Guión Cinematográfico en la categoría de cortometraje en 2016.
Ha sido seleccionado con guiones de largo y corto en Oaxaca Film Festival y Shorts México. 
​Su película favorita es Las Horas de Stephen Daldry

@guskubrick
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Cinema 35, de lo colectivo a lo individual

5/11/2018

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Por Gustavo Ambrosio y Juan Carlos Franco 
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El número de asistentes al cine se ha reducido de un lustro a la fecha. El teatro fue perdiendo público a lo largo del siglo XX y esto se aceleró en lo que va de nuestro siglo. No son aseveraciones alarmistas, son reales.

Las nuevas generaciones de espectadores ya no encuentran tan atractivo, ni rentable, acudir a una sala de cine o a un teatro a observar o disfrutar algo que podrían fácilmente obtener en su casa, desde su sillón o cama, con las nuevas aplicaciones. La cultura del “hágalo usted mismo” ha empezado a socavar el gozo comunitario por el individual. ¿Síntoma de la conversión social traída por las nuevas formas de comunicación? ¿Muestra del individualismo en masa?

Cinema 35 de la dramaturga estadunidense Annie Baker (Premio Pulitzer, 2014)  llega al Foro Lucerna de la mano de Joe Rendón y plantea justo una reflexión sobre una transición emocional / social de tres trabajadores en un cine que aún proyecta en 35 milímetros, el cual está a punto de mudarse a los proyectores digitales. Tres personajes solitarios, fracasados y deprimidos, los cuales buscan una conexión con el otro, a pesar del “mercado de consumo”  mutágeno de las relaciones humanas en pos de la “comodidad”.

Al respecto, el director Joe Rendón, quien se aventura por primera vez en las tablas a poner sobre la mesa dos de sus pasiones, el cine y el teatro, habla sobre estos cuestionamientos que hace Baker.
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“Cuando la obra sucede, lo que hace Baker es usar como pretexto un miedo generacional a un futuro muy incierto. Sentimos que todo va muy rápido, que apenas te vas acoplando a algo y esto ya cambió. Es un miedo a no saberse adaptar a lo venidero. El 35 mm es una tecnología aún superior al digital. Pero en unos tres años, el digital va a alcanzar la calidad del 35. Este tipo de sensación generada por aferrarse al pasado o a la nostalgia, es de lo que habla Baker en la obra”.

"​lo que hace Baker es usar como pretexto un miedo generacional a un futuro muy incierto. Sentimos que todo va muy rápido, que apenas te vas acoplando a algo y esto ya cambió. Es un miedo a no saberse adaptar a lo venidero. "

El escenario nos muestra butacas vacías. Tres personajes encerrados en un silencio mientras recogen la basura cuando la ilusión del cine se terminó. Avery, un joven negro deprimido y cinéfilo; Sam, un casi cuarentón que vive aún con sus padres, y Rose, una universitaria endeudada con una energía rebelde.

Tres “esclavos” del entretenimiento que pese a todo, parece no alcanzarlos. El cine y su magia en Avery es una forma más de relacionarse, sentirse único; una pasión usada como bálsamo para su triste realidad. El actor Pierre Louis habla de cómo abordó este personaje.

“La forma más sencilla de poder entrar en Avery fue compartir el gusto por el cine, creo en el ritual de acudir al cine y compartir la energía con las demás personas, no es lo mismo a ver una película solo en tu casa. Busca una salida para relacionarse porque está solo, el único referente que tiene para relacionarse con otros es el cine. Pero también pierde sentido de realidad, de su propio yo, incluso usa el monólogo de Pulp Fiction para mentarle la madre a alguien, porque ni siquiera tiene palabras propias para hacerlo”.

Los diálogos bien abordados por los actores, cortan el silencio del escenario, sin dejar de lado un humor negro y una ironía del espacio que sin necesidad de una tropicalización completa, te sujeta, te llama a ver la realidad de la ficción convertida en una dictadura, no en un arte, que aplasta a otros cuyo acceso a este tipo de espectáculos se va haciendo día a día más difícil. Como dato, el promedio del boleto de cine en México es de 80 pesos por persona. Para ir al teatro es de por lo menos 150 pesos.
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“No puedes competir contra el sillón de tu casa. En el futuro, va a ser un privilegio estrenar en cine o teatro. Se debe transformar tu medio para que la experiencia sea otra. Cuando apareció el cine, el teatro se cagaba porque decían, se va a morir el teatro, y no, porque la experiencia es única, tener a un actor en vivo, realizando su arte, es muy impresionante pues eso genera una energía muy peculiar. El cine tiene la ventaja de hacerte salir y sentarte frente a una pantalla que jamás vas a tener en tu casa. Esa experiencia  no se puede replicar.”

​"El escenario nos muestra butacas vacías. Tres personajes encerrados en un silencio mientras recogen la basura cuando la ilusión del cine se terminó. "

El pleito entre el Festival de Cannes y Netflix este año es un reflejo de una lucha de  efecto económico, la cual busca acaparar a los espectadores en sus respectivos espacios. Lo dicho por Joe Rendón es cierto. Los medios tienen que transformarse, vincularse, experimentar, para seguir teniendo vida. Sí, las salas de teatro y cine son más chicas que antaño, pero aún hay un público dispuesto a pagar por ello. Estas transformaciones muchas veces pueden hasta potenciar su capacidad técnica o expresiva. El asunto es el impacto de esa transformación en la sociedad o el individuo, o al revés, que esto sea resultado de la tendencia a querer estar acompañados, pero a distancia, es decir, estar completamente solos.

 “Lo que más me saltó del texto es la soledad de los personajes. La obra toca temas sobre cómo te supera tu entorno, de esa sensación de no estar avanzando  como deberías. Mi personaje es una chica con una carrera pero que está trabajando en un cine por sus deudas y no está haciendo lo que debería hacer alguien de su edad o lo que se supone debería hacer. Es una obra sobre buscar conexión con gente. Son tres personajes distintos que tratan de conectar a como dé lugar”, asegura Ana González Bello, quien interpreta a Rose.

En su número de marzo, la revista francesa Cahiers du cinéma defendió la existencia del cine como lo conocemos. Apeló a algo que el teatro y el cine han logrado desde su existencia, a una vinculación emocional en la colectividad, entre individuos muy diferentes entre sí, tan diferentes como los personajes de Cinéma 35. La tecnología y el sistema económico, advierte entre líneas el texto de Annie Baker, nos está orillando a la supervivencia egoísta y consumir el arte igual a las palomitas grasosas que yacen en el suelo después de una función.
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Cinema 35 dirigida por Joe Rendón, con las actuaciones de Damayanti Quintanar, Ana González Bello, Martín Altomaro, Pierre Louis y Alejandro Romero, se presenta hasta todos los miércoles y jueves hasta el 31 de mayo en el Foro Lucerna.
Gustavo A. Ambrosio Bonilla (Pachuca, 1992)
Antes que cineasta, cinéfilo. Becario en la Fundación para las Letras Mexicanas en Dramaturgia. 
Periodista. Crítico de cine. Guionista del CCC.
Dirigió el corto “¡Están curados”. Ganó el Festival de Guión Cinematográfico en la categoría de cortometraje en 2016.
Ha sido seleccionado con guiones de largo y corto en Oaxaca Film Festival y Shorts México. 
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@guskubrick
Juan Carlos Franco (Ciudad de México, 1989)
Escritor, director de escena y periodista. Licenciado en Filosofía por la UNAM. Sus proyectos más recientes son la Trilogía del Reino, Soñé una ciudad amurallada y Ella miró un pájaro blanco cruzar el cielo y pensó que podía ser una gaviota. Actualmente de becario de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de Dramaturgia.  

@juandearcadia

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#SúperSmashCritics: "Tijuana"

5/7/2018

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Crédito: Lagartijas tiradas al sol

Tijuana, el teatro “gonzo”

Por Gustavo Ambrosio
El periodismo gonzo donde el reportero se transforma en “un alguien”, el cual vive de cerca los acontecimientos; se vuelve parte de ellos e incluso influye en la historia misma para transmitir una realidad de forma más directa, emocional y creíble. Desnudar lo noticioso hasta lo crudo con el fin de plantear una reflexión colectiva, no sólo individual.

El recurso, detonador de múltiples cuestionamientos éticos,  no es novedad en el periodismo. Sin embargo, esta manera de abordar “la realidad” no había encontrado en México un referente combinado del poder narrativo de la crónica periodística hasta la configuración de Tijuana de Gabino Rodríguez, presentado en el teatro El Galeón del Centro Cultural del Bosque.

El monólogo gonzo del actor da un respiro a la sobreexplotación de la narración en escena y la usa para materializar las situaciones vividas por Rodríguez. Las acciones evocan una fábrica completa, hay diálogos que permiten dibujar bien a otros personajes - personas. Todo apoyado en una utilería sencilla y una pantalla plasma con videos tomados por el actor durante los cinco meses que vivió como Santiago Ramírez, obrero de una maquila en Tijuana, Baja California.

La experiencia se sostiene con datos duros sobre el salario mínimo en el país, al tiempo que presenta ejercicios de “sobrevivencia” ante la precariedad de vivir con poco más de 70 pesos diarios.

A pesar de las virtudes formales y de recursos de un ejercicio teatral – periodístico como éste, el texto se tropieza con reiteraciones innecesarias en el plasma del “diario” escrito por el actor, aunadas a las dos intervenciones “justificadoras” del proyecto las cuales dan cuenta de una búsqueda ocurrente desde un plano meramente privilegiado. Y aquí es donde podríamos cuestionar el valor del discurso de Gabino Rodríguez.

"¿Cómo reaccionaría la gente de Tijuana o de alguna colonia del oriente del Valle de México si viera la obra de Rodríguez? ¿Se extrañarían y horrorizarían por bañarse con agua fría o tener cortinas como puertas? En el cotidiano mostrado por el actor de La cuarta compañía quizá se plantearían la pregunta que me hice al final, ¿cuál es el punto?"

Hace un par de años se lanzó una iniciativa llamada Safari en Tepito la cual llevaba a “turistas” a un recorrido por el “barrio bravo” en un intento por acercar a la gente a  “culturas distintas”. Sin meterme en el criticable nombre de la iniciativa, podría señalar esta dinámica como parte del exotismo / extrañamiento derivado de un estrato social hacia otro.

¿Cómo reaccionaría la gente de Tijuana o de alguna colonia del oriente del Valle de México si viera la obra de Rodríguez? ¿Se extrañarían y horrorizarían por bañarse con agua fría o tener cortinas como puertas? En el cotidiano mostrado por el actor de La cuarta compañía quizá se plantearían la pregunta que me hice al final, ¿cuál es el punto?

Con todo lo positivo ya expuesto, la puesta en escena no logra salir del lugar común del retrato de la pobreza en México y más bien nos hace pensar en una exploración caprichosa digna del más parco cine de denuncia mexicano. El compromiso social se desvanece en tanto el objetivo del ejercicio “gonzo” es transmitir una emoción mucho más cercana. En ese sentido, la búsqueda de Gabino resulta casi ingenua.

La pobreza es un asunto tan normalizado en México que requiere una aguda forma de abordarla para poner sobre la mesa sus múltiples aristas. Ejemplos había en el montaje, aunque desaprovechados. La usura en los barrios bajos, jugar a ser “alguien exitoso” en medio de un campo de futbol llanero, la subjusticia en barrios completamente olvidados por la ley. Había tela de donde cortar, pero la timidez se nota.

Como ejercicio teatral formal, incluso periodístico, Tijuana resulta muy interesante y sin duda le cambió la vida al actor, el asunto es que esa sensación de “cambio – crítica” se transmita a un público acomodado que ve la obra con una distancia casi exótica y políticamente correcta hacia los otros, sobre todo porque no hay nada mostrado por el monólogo que no sepamos. Al final, uno sale con la sensación de, como acepta el propio Gabino en escena, haber casi una superficialidad.
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Tijuana es la segunda de 32 obras del proyecto teatral 'La democracia en México 1965-2015’. Estará todos los fines de semana hasta el 12 de mayo en el Teatro el Galeón.

Gustavo A. Ambrosio Bonilla (Pachuca, 1992)
Antes que cineasta, cinéfilo. Becario en la Fundación para las Letras Mexicanas en Dramaturgia. 
Periodista. Crítico de cine. Guionista del CCC.
Dirigió el corto “¡Están curados”. Ganó el Festival de Guión Cinematográfico en la categoría de cortometraje en 2016.
Ha sido seleccionado con guiones de largo y corto en Oaxaca Film Festival y Shorts México. 
​Su película favorita es Las Horas de Stephen Daldry

@guskubrick



​Nunca tendremos Tijuana

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Por Juan Carlos Franco
Un hombre se disfraza de otro hombre para poder ocultar su fama y trabajar en una maquila de Tijuana por el salario mínimo, en ese momento de 70 pesos diarios. Lo hace, lo sabemos desde los primeros segundos, para mostrarnos en ese teatro el significado de vivir con poco más de 2 mil pesos al mes en un extremo del país, ése que roza con Estados Unidos.

Es ésta una de infinitas formas de preguntarse por el problema de la pobreza en México. Y las preguntas dominan Tijuana, la última puesta en escena de Lagartijas Tiradas al Sol. No existen las respuestas fáciles. Una obra, el creador de la pieza lo sabe, no va a resolver ninguna de las interrogantes  de un conflicto tan grande. Pero puede proyectar aún más preguntas. Lo que es más: puede volver las preguntas más sugerentes.

A través de diversos dispositivos documentales como videos, grabaciones de sonido, documentos y objetos que “demuestran” la verdad del relato y conforman una poética escénica. La pieza plantea además un choque entre ficción y realidad. Gabino Rodríguez, el actor frente a nosotros, se convirtió en Santiago Ramírez, chilango recién divorciado, para poder hablarnos de esto, pero el creador es más penetrante.
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Tomando elementos del periodismo gonzo, la creación realista de personaje y la caracterización teatral (esa peluca, ese bigote), la pieza propone una lectura irónica de sus propias ambiciones. «Yo actuaré lo que para ellos es la vida», dice Gabino al inicio de la obra. Cabe preguntarnos de qué clase social es el hombre original, el quien vemos en escena. En un video, Gabino se pregunta cuál es la relevancia de que una persona de clase media o media alta trate de dilucidar las desventuras de un hombre de clase baja. Lo hace mientras bebe un espresso y habla casualmente con su entrevistador vestido haciéndole honor al escenario Roma-Condesa donde se encuentran. Es la contraparte, la irrupción autocrítica de la ironía. En esta poética, este borde no sólo cabe: es necesario.


"Como muchas de las piezas artísticas más provocativas, Tijuana camina en la delgada línea entre la solemnidad y la ironía, y en este entre el clasismo y la representación. Vale la pena recorrer este camino porque en él se revela mucho de lo que somos. "

Lagartijas Tiradas al Sol, uno de los grupos teatrales con más proyección internacional, se identifica como grupo por la voluntad de acercarse a la realidad (la de los creadores, la de la nación) al mismo tiempo que la pone en conflicto por medio de estrategias escénicas, siempre con un énfasis en la calidad interpretativa (y la actuación de Gabino en Tijuana ciertamente lo tiene, y en gran medida). Ya sea la historia del PRI, del narcotráfico o del agua en la Ciudad de México, la vida de la ex guerrillera e historiadora Margarita Urías Hermosillo o de los padres de la actriz (Mariana Villegas) en medio del terremoto del 85, su poética como grupo ha puesto siempre en conflicto las experiencias personales (o los recuerdos que de ellas tenemos) con la historia de nuestro país. Memoria individual y política se conjugan para enmarcar una lectura íntima de nuestra colectividad.

Como inicio de su ambicioso proyecto La democracia en México 1965-2015, el cual abarcará los 32 estados de la República, Tijuana es un dispositivo complejo y ambicioso para evidenciar cierta parcela de la desigualdad social a través de la “imaginación política”, un término que la compañía usó como premisa en otro de sus montajes. La imaginación es necesariamente juego. Y este montaje juega, entre otras cosas, con las expectativas del público, con las preguntas planteadas y con sus propios alcances.

Cabe la pregunta de si el montaje es una visión clasista, incluso colonialista, de un problema que alcanza al país entero. Por ello, la conciencia de la ironía de la obra es tan importante. Tijuana es un documental, pero sobra decir que no todos los documentales son solemnes retratos de la realidad: también reflexionan sobre los límites del formato mismo, y más aún, sobre la imposibilidad de generar una mirada objetiva en una plataforma limitada por el tiempo, el espacio y la subjetividad de los creadores.

La estética documental de Lagartijas Tiradas al Sol les ha permitido empujar sus experimentos teatrales hasta este nivel teniendo la pericia de llevarlo a buen puerto. Tijuana es un artefacto teatral que, entre el tono realista-documental y las sorpresas casi fársicas que sacuden los fundamentos “responsables” de su discurso, abren un camino de pensamiento que, insisto, plantea más preguntas o vuelve más sugerentes las existentes. El resultado puede alejarse de cierta conciencia política (o políticamente correcta), pero se acerca a un pensamiento profundo de nuestra realidad, una con más aristas de las que caben en una obra de teatro.
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Como muchas de las piezas artísticas más provocativas, Tijuana camina en la delgada línea entre la solemnidad y la ironía, y en este entre el clasismo y la representación. Vale la pena recorrer este camino porque en él se revela mucho de lo que somos. Como personas y como país.

Juan Carlos Franco (Ciudad de México, 1989)
Escritor, director de escena y periodista. Licenciado en Filosofía por la UNAM. Sus proyectos más recientes son la Trilogía del Reino, Soñé una ciudad amurallada y Ella miró un pájaro blanco cruzar el cielo y pensó que podía ser una gaviota. Actualmente de becario de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de dramaturgia.  

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La risa punzante en el "Zoológico de cristal"

5/5/2018

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Por Gustavo Ambrosio
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Crédito: Secretaría de Cultura

Los recuerdos pueden jugar con nuestra mente de maneras muy peculiares. Reviven muertos, reducen culpas, exaltan deseos, transforman los espacios recorridos. A veces, cuando ese pasado es penoso y asfixiante, el recuerdo puede aligerarlo, transformando la solemnidad de una crisis en una carcajada lastimera.

Diego del Río trae El zoológico de cristal, primera obra de Tennessee Williams, al Centro Cultural Helénico dando en el clavo  de la sugerencia del escritor estadunidense hacia su texto: no es un melodrama convencional, sino una “comedia de la memoria”.

A diferencia del achatado conflicto interno de su montaje de La Gaviota de Chéjov, aquí se ve una dirección mucho más cómoda y funcional que logra fundir bien los fragmentos de la memoria de Tom, un poeta frustrado, de aquellos días donde su madre obsesiva buscaba un esposo para Laura, su hermana mayor, encerrada en un mundo de ilusiones frágiles, ensombrecida por los efectos de la polio en su niñez.
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El conflicto resuena por todos lados, porque es una evocación. El drama está en las paredes, en un sillón, en la comida, en los ruidos fuera de escena, en los animales de cristal que tan recelosamente guarda la hija mayor de la familia Wingfield. El simbolismo dado desde la dramaturgia, es explotado al máximo por del Río en la escenografía (¿influenciada por la adaptación de Paul Newman en 1987?) y la disposición de la narrativa de Tom.

"El tono de la obra encuentra en el público mexicano recovecos de risa que, estoy seguro, en el público estadunidense no aparecen. La exageración de los personajes parece ser motivo de una farsa, pero no lo es; ellos viven en esa realidad, sufriéndola a un nivel de patetismo".

Si acaso, por efectos de inicios de temporada, el momento de clímax entre Laura y Jim, el supuesto pretendiente de la joven, parece demasiado acelerado y no hay pausas suficientes para saborear el momento de incomodidad ni para escuchar cómo se quiebran todas las esperanzas de la familia.

El tono de la obra encuentra en el público mexicano recovecos de risa que, estoy seguro, en el público estadunidense no aparecen. La exageración de los personajes parece ser motivo de una farsa, pero no lo es; ellos viven en esa realidad, sufriéndola a un nivel de patetismo. La risa, entonces, se transforma en un vidrio cortante que termina por  romperse al final con el doloroso diálogo de Tom.

Del reparto, todos los actores, encabezados por Blanca Guerra, presentan interpretaciones dignas del texto, sin embargo, hay momentos en los cuales uno echa de menos los matices sugeridos por Williams en sus personajes. Guerra, David Gaitán y Pedro de Tavira, emanan mucha fuerza interpretativa, pero no hay mucha variación a lo largo de sus intervenciones. Por su parte, Adriana Llabrés se come la función. Su actuación combina gestualidad, miradas, movimientos, voz y presencia para construir una Laura entrañable, llena de una belleza melancólica.

Traduciendo el título original de la obra, ésta se llamaría La casa de las fieras de cristal. Una oración concreta de la esencia humana. Familias carcomidas por el sueño de ser algo trascendente, por los recuerdos de un pasado aparentemente mejor. Personas atrapadas en una cotidianidad con un futuro que gira en torno al éxito y la “superación personal”. Gente destinada a mirar casi con envidia la “vida” en esas ficciones heroicas o románticas del cine comercial.

El zoológico de cristal encuentra un eco contemporáneo en ese espejo de los personajes hacia la sociedad. Nosotros somos ellos. Animalitos frágiles encerrados en nuestra incapacidad. Expuestos a una risa por lo patético de una mente positiva que sueña una idealizada vida materialista. Las fieras tristes “enjauladas” en el escenario no hacen más que reproducir nuestras “aventuras” diarias entre cuatro paredes.

El zoológico de cristal estará hasta el 24 de junio de jueves a domingo en el Centro Cultural Helénico.

Gustavo A. Ambrosio Bonilla (Pachuca, 1992)
Antes que cineasta, cinéfilo. Becario en la Fundación para las Letras Mexicanas en Dramaturgia.
Periodista. Crítico de cine. Guionista del CCC
. Dirigió el corto “¡Están curados”. Ganó el Festival de Guión Cinematográfico en la categoría de cortometraje en 2016.
Ha sido seleccionado con guiones de largo y corto en Oaxaca Film Festival y Shorts México.
​Su película favorita es Las Horas de Stephen Daldry

@guskubrick
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Shaman King

1/19/2018

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Por Gretel Torrijos
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Shaman King
Cuando era niña tenía una amiga que tenía muchas experiencias sobrenaturales, desde objetos que se mueven hasta sentir presencias en una casa vacía. Siempre escuchaba sus historias esperando que nunca me pasaran a mí porque no sabría cómo reaccionar a pesar de que algunas veces trataba de imaginarme en ese escenario.

Justo así inicia Shaman King. Manta Oyamada, un alumno ejemplar, sigue su instinto al ver la luna llena y termina en un cementerio encontrándose con miles de espíritus que conviven con un muchacho al que nunca había visto.

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Soñé una ciudad amurallada; el amor en los tiempos de crisis

5/18/2017

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Por Gustavo Ambrosio
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Fotografía: Hugo Villalvazo
Los triángulos amorosos son una construcción dramática común que generalmente se desenvuelve en una lucha de opuestos o de “competencia” por el objeto del deseo. Sin embargo, muchas veces el planteamiento va más allá y, en lugar de la confrontación, se trenza una relación amorosa de tres puntos, como en Vicky Cristina Barcelona de Woody Allen, o Jules et Jim de Francois Truffaut.
 
En la Casa del Teatro se presenta Soñé una ciudad amurallada de Juan Carlos Franco, dirigida por Alan Uribe. Una puesta que desarrolla el concepto del amor a partir de un triángulo que parece definido, un rompimiento de esquemas, y una visión sobre el poliamor en una sociedad a la que se le complica la estabilidad y la solidez, hasta de los sentimientos.
 
Plot Point habló con el autor de la obra, Juan Carlos Franco, y esto fue lo que nos dijo:


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WIT: Despertar a la vida para luego “¡Morir... quedar dormidos...Dormir... (y) tal vez soñar!"

5/11/2017

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Por Robert Ascher Villanueva
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Crédito: Centro Cultural Helénico

​¿Por qué estamos aquí? ¿Realmente tiene algún sentido el estarlo? ¿El sufrimiento tiene algún noble propósito? ¿Hay algún tipo de vida después de la muerte? ¿Obtendremos las respuestas a todos estos acertijos "cuando del mundo no percibamos ni un rumor"? ¿O simplemente nos convertiremos en nada y todos estos misterios y enigmas quedarán sin resolver?
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Todos estos son cuestionamientos ineludibles, seculares, que nos han asediado a todos sin importar quiénes seamos, si el mismísimo Alejandro Magno, el Imperioso César o el pobre Yorick, bufón de la corte. 

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