Por Miguel Saucedo Hoy en día todo lo que hay a nuestro alrededor es objeto de venta. El chiste es saber cómo hacerlo llegar a la gente y crear en ellos la necesidad del producto. Por ello, somos una sociedad de consumo insaciable en la que el mercado segmenta a la población para tener mayor éxito. En la década de los 80 se creó una “conciencia de las generaciones” en la que, a partir de la edad, se asignó una clasificación. Actualmente conviven entre sí tres de estas tipificaciones: la generación de los “Baby Boomers”, es decir, la de nuestros abuelos; la “Generación X”, la de nuestros padres, y los “Millennial”, la de todos los infantes, adolescentes y jóvenes entre sus veinte y treinta y pico años. Estas generaciones buscan una identidad y permanencia común que al mismo tiempo las difiera de las otras de acuerdo a su contexto social, político y cultural. Esta breve introducción pretende hacer notar que los medios de comunicación y sus distintas plataformas de emisión tienen el gran reto de crear contenidos de ficción interesantes para los Millennials (que han dejado de ver TV), sin excluir al resto de las generaciones. “No hay mejor momento que el ahora” o YOLO: “sólo se vive una vez”, son frases que definen la filosofía Millennial donde al parecer todos son “mainstream”. Sin embargo, esta época de narcisismo, sobre todo digital, también nos habla de cierta desesperanza o tristeza por no encontrar un lugar en el mundo, por no hallar el amor e intentar definir una identidad propia. Bien subraya Sara Herranz sobre este segmento:“somos demasiado jóvenes para estar tan tristes” [1]. Por Graciela Manjarrez The People vs. OJ Simpson es la primera entrega de la serie antológica American Crimen Story, creada por el showrunner Ryan Murphy y escrita por Scot Alexander y Larry Karazewski. La serie está basada en el libro The Run of His Life: The People versus O. J. Simpson de Jefrey Toobin (1997), que trata sobre los asesinatos brutales de Nicole Brow y Ronald Goldman, así como de las investigaciones, el juicio y el veredicto de no culpabilidad del principal sospechoso O.J. Simpson, ex esposo de la Sra. Brow. La serie consta de 10 capítulos con duración de 40 minutos. La estructura de ésta es seriada, es decir un capítulo lleva al otro y así sucesivamente. Sin embargo, lo verdaderamente interesante de The People vs. OJ Simpson es que cada episodio arranca con un pequeño teaser que suministra información aledaña de los personajes involucrados en la historia (y que será el centro de ese capítulo) o, también, sobre el contexto social en el que se dieron los hechos. No resulta gratuito que el capítulo 1 arranque, precisamente, con las imágenes reales de la paliza que le propinó la policía de Los Ángeles a Rodney King (ciudadano afroamericano), tres años antes de los asesinatos de Brow y Goldman, y que provocaron los mayores disturbios raciales en la historia reciente de los Estados Unidos. Así, el juicio en contra de la ex estrella de futbol americano estuvo enmarcado por esta herida abierta en la sociedad y, de hecho, formó parte de los alegatos centrales de la defensa: el racismo de la policía de los Ángeles (en este caso encarnada por el detective Mark Fuhrman) contra la comunidad afroamericana (O.J. Simpson). Por Carlos Tello de Meneses Vega Los fanáticos de los cómics pueden crear una discusión de la nada. A partir de temas aparentemente inofensivos, sólo basta con decir la cosa equivocada y te comerán. ¿DC vs Marvel? Escoger a uno sobre otro te ganará un par de enemigos. Incluso el intentar ser la voz de la razón usualmente termina en una ola de insultos. ¿Quién es mejor superhéroe, Batman o Superman? De alguna forma, todos los fanáticos del medio ya tienen una opinión formada y es casi imposible convencerlos de lo contrario. El por qué muchos se aferran a intentarlo también es parte de la extraña cultura generada alrededor de estos mundos y personajes. Aun así, no es difícil concebir la idea de que en muchos casos estos trabajos de ficción generan, a falta de otra palabra, lealtad. Sin embargo, pocas veces se cuestiona si estas preguntas valen verdaderamente la pena. Se pierde mucho tiempo justificando y/o explicando las cualidades intrincadas de estos mundos ficticios a costa de un análisis más profundo. Las cualidades narrativas, los temas, lo que hace a un superhéroe más importante o interesante que otro. Estos son el tipo de cosas que usualmente se dejan de lado en las discusiones de los foros geek. Los últimos 5 años han sido un festín para los fanáticos del género. Películas y series sobre personajes que alguna vez fueron considerados de serie B (como Iron Man y Guardians of the Galaxy), adaptaciones de obras “infilmables” (como Watchmen) y crossovers (como Avengers y Batman Vs Superman). No sólo eso, la creciente apreciación y aceptación del gusto por el género, han definido a una generación. Para muchos la existencia del MCU (Marvel Cinematic Universe) es un milagro. El impacto es entendible. Ver en pantalla grande a un equipo de superhéroes personificado por personas de carne y hueso es el sueño hecho realidad de muchos. Pero la memoria de la cultura popular es corta (especialmente ahora). Muchos han olvidado que el medio ideal para el superhéroe no es el cine ni el cómic, sino la televisión. Y no cualquier tipo de televisión, sino la que Bruce Timm y Paul Dini perfeccionaron hace 20 años con Batman the Animated Series y el DC Animated Universe (DCAU). Hablo por supuesto de la serie animada. Por Carlos Tello de Meneses Horace and Pete es una de las series más experimentales que se han hecho en los últimos años. Pero, ¿qué es?La serie desafía cualquier etiqueta sencilla. No sólo la duración de los episodios varía considerablemente, su escritura está claramente inspirada tanto por el teatro de O’Neill y Miller como el de las teleseries teatrales de los 50’s como Playhouse 90. La influencia de la Nueva Ola francesa que Louis CK desarrolló desde Louie, sigue presente aquí (tanto así que cineastas como Stephen Cone lo han comparado al cine de Alan Resnais) pero se siente más evolucionada que en sus trabajos anteriores. Pero más allá de lo que pueda ser formalmente, Horace and Pete, es una tragedia. No sólo la tragedia de un hombre, sino la de una familia, una sociedad y un país. Entonces, ¿qué es Horace and Pete? “Horace and Pete’s” (el bar y principal escenario de la serie): es un hoyo. Es un lugar de miseria y abuso donde un puñado de ebrios se acompañan en su soledad y donde el peso del pasado atrapa a sus ocupantes y los pudre por dentro… poco a poco. Horace and Pete’s es un microcosmos que retrata y refleja con brutal honestidad la sociedad y cultura americana que definió el siglo XX. Una sociedad que construyó su legado e instituciones a costa del abuso y discriminación de millones de mujeres, inmigrantes, personas de color y demás minorías. Por Daniela Moyes ¿Superhéroes? Algo que se ha visto últimamente hasta el cansancio… poderes, hay quienes los usan para bien, quienes los usan para mal… ya lo sabemos, ya se intuye en qué termina todo. Por esta misma saturación, una serie que brinda el mismo tema, pero con un tratamiento diferente, hace sonreír. Como un éxito más de la BBC, en 2009, Misfits junto con Skins se alzó como una de las mejores series juveniles del Reino Unido. Las primeras dos temporadas fueron un absoluto furor y los fanáticos de las series de televisión inglesas se pusieron de pie. El sarcasmo y la ironía de esta serie dieron en el clavo a las exigencias de los jóvenes que clamaban por algo diferente, fresco y, por supuesto, irreverente. La serie es protagonizada por cinco -bastante peculiares- jóvenes que cumplen su servicio comunitario en los suburbios de Londres. Un día, al estar apenas conociéndose y comenzar sus tareas diarias, son víctimas de una extraña tormenta que, aparentemente, les da poderes. Y aquí es precisamente donde la cosa se pone más interesante. Una serie que pudo haberse quedado en el terreno de una buena serie de comedia, se convierte también en ciencia ficción de la mejor calidad. Por Daniela Moyes Desde su creación la televisión fue menospreciada, fue vista como la “hermana fea” que se encontraba a años luz de alcanzar la genialidad del arte cinematográfico (hay muchos que siguen pensando así). Sin embargo, desde hace un par de décadas, esto ha ido cambiando. Actualmente, las series de televisión han alcanzado tal relevancia que muchas veces son preferidas sobre las películas. Sin embargo, cabe destacar que, por un lado, la calidad de las series a nivel global ha aumentado de manera radical a últimos años y por otro, la calidad de los programas televisivos regulares no seriales ha seguido…regular. Por supuesto, esto de ninguna manera implica que no haya excepciones y, los programas de la BBC, son una de ellas. Por sobre todas las compañías y cadenas televisivas, la BBC destaca por la calidad de sus contenidos tanto en el terreno escrito como en el de realización. Muchos podrán pensar que esto está relacionado con el presupuesto con el que cuenta la compañía, sin embargo, ésta no tiene ningún tipo de apoyo económico por parte del gobierno o de publicidad. Entonces ¿cuál es el factor definitivo para que este gran corporativo tenga tan buen contenido? La respuesta es: independencia. Sí, lo que en ningún país de América existe, en el Reino Unido opera por medio de un estatuto real que garantiza la independencia de la empresa de cualquier tipo de regulación comercial y/o política. La British Broadcasting Corporation se sostiene por medio de un impuesto anual pagado por cada persona que tiene una televisión en el territorio (alrededor de 145 libras esterlinas por televisión). De esta manera, los programas están pagados por el espectador y, lo más importante: son hechos PARA el espectador. Por Carlos Tello de Meneses Aunque pueda parecer extraño decirlo, la tercera era de oro de la Televisión norteamericana ha llegado a su fin. Hago esta sentencia no por un declive en la calidad de su producción, la cual sigue siendo robusta e incluso se habla de un punto de saturación de la televisión de calidad, sino porque los elementos que la componían y definían han sido sustituidos por otros. Willa Paskin, crítica de televisión para el sitio Slate, acuñó el término de Peak TV* para hablar de esta nueva era. Definida por la diversidad y atención no sólo a las minorías sino por una diversificación de temas, géneros y puntos de vista que curiosamente escaseaban durante la llamada era de oro. ¿La principal causa de esta escasez? El género de esta era de oro fue el drama y su tema de estudio fue el hombre y la agonizante relevancia de la masculinidad clásica. Sólo hay que pensar en los programas que definieron a esta era y los hombres en el corazón de ellas: Los Sopranos, Six Feet Under, Breaking Bad, Deadwood, Mad Men, The Shield, Boardwalk Empire, The Wire. Aunque muchas de estas series fueron notables por sus estructuras arriesgadas y descarnada narrativa, el gran atractivo de ellas fueron sus personajes. Creando un gran tapiz de protagonistas y antagonistas realistas, con moralidades complejas y llenos de defectos, estas series dieron a luz a muchos de los personajes más memorables de la televisión norteamericana. Los nombres de Tony Soprano, Walter White, Don Draper y Dexter Morgan resuenan en los oídos de cualquier fan de la televisión. Por Carlos Tello de Meneses La representación de las mujeres en la cultura popular siempre ha sido problemática. Aunque hay notables excepciones como las de Buffy, Lisa Simpson, Xena y Verónica Mars la verdad es que la televisión había fallado consistentemente en representar al género femenino, quedándose corto y reduciéndolas muchas veces a personajes unidimensionales o estereotipos congruentes con la visión sexista de la cultura occidental. Como representación de su sociedad, la televisión era tristemente un reflejo de la profundidad de estas nociones arcaicas. Durante la tercera era de oro de la televisión americana, estas visiones arcaicas fungieron un papel fundamental en la solidificación de su tema principal. Mucho se ha escrito sobre cómo le “fallaron” algunos de estos programas a sus personajes femeninos. Se criticaba que muchas de sus mujeres fueron reducidas al papel de la esposa mandona y criticona, o al de la redentora y maternal. Es cierto que el foco principal de estas series eran sus protagonistas masculinos, cuyas tendencias sí eran sexistas y retrógradas, pero el enfoque que Gilligan, Chase, Milch y sus análogos les dieron a estos personajes femeninos fue un significativo paso hacia delante en la representación de la mujer en televisión. Una de las características principales de este paso fue el poner en evidencia, a través de sus protagonistas, lo infecciosas que pueden llegar a ser estas conductas que muchos hombres proyectan sobre sus parejas, hijas y compañeras. Por Graciela Manjarrez Entre octubre de 1993 y mayo de 2003 se transmitió en México, por los canales de televisión abierta 4, 5 y 9, la serie juvenil Beverly Hills, 90210. El programa creado por Darren Star y producido por Aaron Spelling, narraba las aventuras de un grupo de adolescentes que vivían en la lujosa zona de Beverly Hills, con código postal 90210, y asistían a la ficticia West Beverly Hills High School. En un principio, la serie se centraba en el arribo de la familia Walsh (Jim, Cindy y los mellizos Brenda y Brandon) procedentes de Wayzata, Minnesota, a esta zona acomodada de California. Esta mirada externa les permitió a los guionistas de la serie, al menos en los 44 capítulos de la primera y segunda temporada, contrastar los usos y costumbres de la vanidosa Kelly Taylor; el galán tramposo Steve Sanders; la disléxica y superficial Donna Martin; el “rebelde” sin mucha causa Dylan McKay; la exitosa y sin chiste Andrea Suckerman y el dj, rapero, pesado, que a nadie caía bien, David Silver con la familia modélica Walsh, que encarnaba los valores de la familia tradicional americana. Cada capítulo tenía una duración de 45 minutos y una estructura narrativa similar: presentación del personaje y el conflicto que encarnaba, enfrentamiento con el valor opositor (generalmente puesto en Brandon, Brenda, Jim/Cindy, algunas veces Andrea, o una institución), complicación de este conflicto, reconocimiento del error, amonestación, y ¡boom! final feliz. Con algunas variaciones, esta estructura le permitió a la serie tratar temas como el abuso del alcohol y las drogas; el uso de la trampa, en cualquiera de sus modalidades, para la obtención de algo o de alguien; el embarazo adolescente; la detección temprana del cáncer de mama; la vacuidad y el sin sentido de tenerlo todo a manos llenas; la carencia emocional de las familias rotas; la infidelidad, el uso de las armas; el acoso y la violación; y el suicidio. Todo esto aderezado con historias amorosas que iban y venían. Por Carlos Tello de Meneses El año pasado la televisión americana vio llegar a dos de sus mejores series de los últimos años. Ambas series tenían mucho en común a pesar de ser, paradójicamente, completamente diferentes. Tanto Fargo como True Detective son series de antología; es decir, que cada una de sus temporadas es autónoma. Ambas fueron adoradas por la crítica, generaron una fuerte base de fans y fueron consideradas un triunfo para sus cadenas (FX y HBO). Ambas son melodramas, detectivescas y criminalísticas, y se esperaba mucho de sus segundas temporadas. Una de ellas entregó con creces; la otra, no. Aunque no comparto la opinión de muchos de que la segunda temporada de True Detective es lo peor que le haya pasado al universo, al ser comparada con la primera temporada, palidece de manera criminal. Todos los defectos de la serie, compartidos por la primera temporada (aunque en menor cantidad), se intensifican. Sin embargo, son las intenciones literarias de Pizzolatto las que acaban por matar a la serie. |