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Televisión: reseñas y análisis

Memorias de la Hora Marcada

11/23/2015

 
Por Juan Mora Catlett

El cineasta y maestro generoso, que ha formado a generaciones de guionistas y realizadores mexicanos, abre el baúl de los recuerdos para hablar de su paso por una serie de televisión que destacaba por sus ingeniosos argumentos. 

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​“Pasaporte al misterio”, así se llama originalmente el proyecto que después se convirtió en la La Hora Marcada. Me invitaron cuando el proyecto arrancó, por intermediación de Fernando Saiz de Miera, quien después se convirtió en uno de los productores de la serie. El piloto lo aceptó Televisa.


Era un programa unitario, de media hora. Y grabados estilo cine; es decir, con una sola cámara, en locaciones y con un elemento narrativo en común, que era la presencia de una mujer de negro, que representaba la muerte. 

Dirigir los guiones del banco que la producción tenía, implicaba reescribirlos. Así que, me dije: mejor los escribo yo. Además de que había elementos con los que no coincidía de los guiones. Para hacer este trabajo, me puse a investigar, más que en los géneros cinematográficos, en los géneros literarios. Específicamente, en el cuento.


En mis investigaciones sobre el tema, descubrí que había tres categorías: el cuento maravilloso, el cuento fantástico y el cuento de misterio.

En el maravilloso ocurren hechos sobrenaturales o mágicos; en el misterio, aparentemente ocurren hechos sobrenaturales, pero tienen una explicación natural, y en el cuento fantástico, hay cierta ambigüedad y tiene una doble interpretación, por ejemplo, El manuscrito encontrado en una botella de Edgar Allan Poe.

Creí que podría ser más interesante la sensación de horror, a partir de lo que puede que haya ocurrido en lo cotidiano y que no puedes comprobar si es cierto o no. Escribí un capítulo que se llamaba Smog, a partir de un  texto filosófico. El esquema de producción exigía producir un capítulo en tres días. Y se transmitía de forma semanal. Habría que grabarlos en tres días. Hacer el offline y musicalizar en un día.
Escribí, dirigí y compuse la música de algunos capítulos. Algunos de mis ex alumnos entraron a trabajar en la serie, entre ellos Alfonso Cuarón, Emanuel Lubezki. Guillermo del Toro entró a trabajar como caracterizador. En un programa, incluso, actuó de ogro.

La hora marcada me legó una eficiencia terminal. Escribir un guión lo más rápido posible, dirigirlo, editarlo, musicalizarlo, que salga al aire y tener una respuesta inmediata del público. 



​Hacer la serie era un buen entrenamiento, de carácter industrial, sí, pero un forma de hacer oficio. Se producía un capítulo tras otro. 

​Me acuerdo de uno de los capítulos, que titulé Los errores de los padres. No obstante, bajo la ideología de Televisa, los padres no pueden cometer errores, así que tuve que cambiarle el nombre a Los herederos.

Utilicé actores que no trabajaban en Televisa. Fui al teatro y descubrí a Arturo Ríos. Me gustó su trabajo en escena y le di su primer papel en la televisión. En Televisa, a pesar de que trabajábamos muy de prisa, teníamos la libertad de hacer el casting.

Me acuerdo que una vez escribí un guión en una noche. Su extensión oscilaba entre las 12 y las 20 páginas. Como me tocaba dirigirlos, tenía claro lo que quería.

El ejercicio era interesante, pues comprobabas si lo escrito funcionaba en pantalla.  Mi primer capítulo en especial fue algo caótico. Estábamos en el tercer día de rodaje y no terminábamos por lo que se me ocurrió una idea loca. Un recurso para ahorrar tiempo. La locación, que era una casa, tenía ventanas. En cada cuarto se montó una escena y, mediante dolly y el uso de paneos, veíamos, a través de las ventanas, lo que pasaba en cada cuarto. Hice tres secuencias en una sola toma.

Un día se les ocurrió hacer dos programas en una semana. Uno de ellos se llamó El café del fin del mundo, que se produjo en tres días, y el otro, que se llamaba El doctor Elías y la muerte, se hizo en dos días.

La hora marcada me legó una eficiencia terminal. Escribir un guión lo más rápido posible, dirigirlo, editarlo, musicalizarlo, que salga al aire y tener una respuesta inmediata del público. La serie fue vista por millones de personas, más que cualquier largometraje que haya hecho. Era un producto para el grueso del público y no para los intelectuales.

Y, en mi caso, no hacía los programas con la intención de lograr un rating. Escribía sobre cosas que me interesaba explorar.


Sobre el cine de género


En México tenemos un gran riqueza cultural, pero la cultura indígena no nos interesa. Se engrandece lo europeo. Me acuerdo que cuando estaba en la preproducción de Retorno a Aztlán,  un productor me dijo: “¿Aztecas? ¿A quién le interesan los Aztecas? Mejor haz algo que suceda en la Ciudad de México, París o Londres”.

​El cine de género siempre refleja las preocupaciones del presente. Por ejemplo, el expresionismo aleman surge en un periodo de suma angustia en Alemania: el nacimiento del nazismo.

En México, estamos viviendo un momento de gran zozobra. Se libra una guerra, tenemos un gobierno corrupto y nuestras libertades personales están limitadas. El escenario es de horror. ¿Cuántos argumentos de terror podrían surgir a partir de nuestra realidad mexicana?

Aventuro una posibilidad: en una pequeña ciudad, un muerto se levanta del cementerio y se convierte en el rey. Imagínense una ciudad gobernada por un rey podrido y corrupto, ¿acaso eso no tiene resonancias con la actualidad? 



Juan Mora Catlett (Ciudad de México, 1949)
Director y guionista. Estudió en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) en 1967 y, posteriormente, cursó una mestría en la facultad de cine y televisión de la Academia de Bellas Artes (FAMU) de Praga, Checoslovaquia. Es guionista de la película
Crónica de familia (Dir. Diego López, 1985), por la que obtuvo un Ariel por mejor guión. En 1986 ganó la beca de la Fundación Guggenheim para filmar su Ópera Prima, Retorno a Aztlán (1990). Trabajó como guionista y director de los 13 episodios de la serie de televisión Hora Marcada (1989-1990). De entre su filmografía destacan A la búsqueda del sol eterno (1996), VolArte (2003) y Erendira Ikikunari (2006). Imparte clases de Análisis Cinematográfico en el CUEC y el CCC.

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