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Televisión: reseñas y análisis

¡Qué partida de madre nos dio los 90… 210!

3/22/2016

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Por Graciela Manjarrez
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Entre octubre de 1993 y mayo de 2003 se transmitió en México, por los canales de televisión abierta 4, 5 y 9, la serie juvenil Beverly Hills, 90210. El programa creado por Darren Star y producido por Aaron Spelling, narraba las aventuras de un grupo de adolescentes que vivían en la lujosa zona de Beverly Hills, con código postal 90210, y asistían a la ficticia West Beverly Hills High School.

En un principio, la serie se centraba en el arribo de la familia Walsh (Jim, Cindy y los mellizos Brenda y Brandon) procedentes de Wayzata, Minnesota, a esta zona acomodada de California. Esta mirada externa les permitió a los guionistas de la serie, al menos en los 44 capítulos de la primera y  segunda temporada, contrastar los usos y costumbres de la vanidosa Kelly Taylor; el galán tramposo Steve Sanders; la disléxica y superficial Donna Martin; el “rebelde” sin mucha causa Dylan McKay; la exitosa y sin chiste Andrea Suckerman y el dj, rapero, pesado, que a nadie caía bien, David Silver con la familia modélica Walsh, que encarnaba los valores de la familia tradicional americana.

Cada capítulo tenía una duración de 45 minutos y una estructura narrativa similar: presentación del personaje y el conflicto que encarnaba, enfrentamiento con el valor opositor (generalmente puesto en Brandon, Brenda, Jim/Cindy, algunas veces Andrea, o una institución), complicación de este conflicto, reconocimiento del error, amonestación, y ¡boom! final feliz. Con algunas variaciones, esta estructura le permitió a la serie tratar temas como el abuso del alcohol y las drogas; el uso de la trampa, en cualquiera de sus modalidades, para la obtención de algo o de alguien; el embarazo adolescente; la detección temprana del cáncer de mama; la vacuidad y el sin sentido de tenerlo todo a manos llenas; la carencia emocional de las familias rotas; la infidelidad, el uso de las armas; el acoso y la violación; y el suicidio. Todo esto aderezado con historias amorosas que iban y venían. 
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Los niveles de audiencia, al menos de las tres primeras temporadas, se mantuvieron arriba de los 14 millones de telespectadores a nivel mundial. Lo que provocó que la serie fuera emitida durante diez temporadas por la cadena Fox. Y que los personajes fueran mutando: los que en un principio encarnaron un valor extremadamente positivo, luego serían rescatados por aquellos que, al inicio de la serie, tenían tres dedos en la frente. Y así sucesivamente.

Los que seguimos la serie en tiempo real y no en retransmisiones recordamos una escena o un capítulo en particular. Cómo olvidar el ¡Donna Martin se gradúa! por haber bebido en la fiesta de graduación. O David estropeando el convertible de Steve. O Kelly y Brenda usando el mismo vestido en la fiesta de fin de cursos. O Dylan y su cuarto verde. O Brandon intentando ligar con una chica seropositiva. O el suicidio de Scott [querido lector, inserte aquí la escena que usted recuerde: _______________________________].

En mi caso son dos los capítulos que puedo recordar casi en su totalidad: “The Gentle Art of Listening” y “Halloween” (de la primera y segunda temporadas, respectivamente). El eje temático de ambos episodios es la agresión sexual y el personaje central en estos, para mí, es Brenda Walsh. En el primero, ésta ayuda a una indefensa porrista a parar las repetidas agresiones de un personaje, quien, al parecer, es un deportista. Y en el segundo, ella impide que su mejor amiga, Kelly, sea abusada por un universitario en una fiesta de Halloween. Por supuesto que al “abusador” le dan su merecido los hombres presentes en la fiesta: Steve y Dylan. 

Cada capítulo tenía una duración de 45 minutos y una estructura narrativa similar: presentación del personaje y el conflicto que encarnaba, enfrentamiento con el valor opositor [...], complicación de este conflicto, reconocimiento del error, amonestación, y ¡boom! final feliz



En una primera lectura, Brenda explicaba para millones de telespectadores que “No” significaba que el hombre debía parar cualquier comportamiento indebido o incómodo y NO que la chica se estaba haciendo la difícil. Pero, también, evidenciaba que las mujeres mandaban señales para que un hombre las toque sin su consentimiento. Una forma muy ambigua y contradictoria de tratar el tema.

A la fiesta de Halloween, Kelly llega caracterizada de una sexy bruja: enfundada en un vestido de terciopelo negro con abertura en la espalda y pierna. Todo mundo en la fiesta queda boquiabierto, entre ellos su amiga Brenda. Por supuesto, ésta tiene una plática muy seria con su amiga sobre su vestimenta y las interpretaciones que el sexo opuesto le puede dar. Sí. Se menciona el lamentable y penoso y estúpido y primitivo: “Ella se lo buscó por ir vestida así”. Creo que este capítulo quedó en mi memoria porque la orientadora de mi escuela secundaria hacía las veces de Brenda, es decir había mañanas en las que sacaba su cinta métrica y nos tomaba el largo de la falda antes de entrar a la escuela. Por supuesto, no faltó a quien regresaran a casa, no sin antes escuchar el “para que no te falten al respeto”. Un NO disfrazado de SÍ.

Y, querido lector, seguramente usted está pensando que quien escribe estas líneas es muy ingenua por esperar una reflexión sesuda en Beverly Hills 90210 sobre las violencia sexual ejercida en contra de las mujeres. Pero… Hace poco volví a ver el documental The Hounting Ground (2015) escrito y dirigido  por Kirby Dick y producido por Amie Ziering. En éste se narran, a partir de los ojos de Annie Clark y Andrea Pino víctimas y sobrevivientes de una violación, las agresiones sexuales cometidas en los campi universitarios en Estados Unidos, incluyendo a las Ivy League Universities, y la impunidad con la que se tratan estos casos. Los testimonios que se incluyen son escalofriantes y desgarradores.

Pero lo que pone realmente los pelos de punta son las sanciones que reciben los acosadores o presuntos violadores: multas que van desde los 25 a los 78 dólares; o días de suspensión; o la expulsión definitiva de la universidad, claro, ¡después de haberse graduado! La dinámica recuerda a la estructura narrativa antes glosada: reconocimiento del error, tome su castigo: sabemos que está arrepentido, ¡boom! final feliz. La penoso de la cuestión que apuntala Kirby Dick, en su documental, es que los agresores tienen un largo historial de reincidencia.

Asimismo, gran parte de las sobrevivientes que aparecen en The Hountig Ground coinciden que, cuando denunciaron, autoridades, consejeros, decanos, policías preguntaban (en tono de recriminación) la manera en la que iban vestidas. O recibían una reprimenda por salir a tomar unos tragos. O las condenaban por la ambigüedad de su comportamiento. Es decir, el discurso remasterizado de Brenda Walsh (y mi orientadora) ¡a casi 26 años!

Y no sólo eso, la actitud inquisidora de Brenda se puede ver también en el documental. Jameis Winston​, quarterback del equipo de Florida State, fue acusado por Erica Kinsman de una violación cínica y brutal. Previo a un juego importante, fanáticos y comentaristas deportivos mostraban su apoyo total al presunto violador, descalificando las acusaciones de la víctima. Sin embargo, los comentarios más incisivos fueron hechos por mujeres, universitarias, quienes calificaban a Erica Kinsman de oportunista, envidiosa, despechada, o de “ardida”. Mujeres agrediendo a otras mujeres. Mujeres acusando a otras mujeres. Mujeres incriminando a otras mujeres. Mujeres condenando el “mal” comportamiento de otras mujeres. Brenda(s) reprimiendo a Kelly(es). ¿Es muy estúpido pensar en una solidaridad de género… HUMANO?

Después de todo, Beverly Hills 90210 no presentaba una versión ingenua o superficial del problema, sino el discurso estandarizado (y utilizado) para “explicar” las agresiones sexuales a miles de mujeres en todo el mundo.  Y, efectivamente, los noventas nos dieron una partida de madre, y Beverly Hills 90210 nos dio una partida de madre (al retratar un discurso machista ¡puesto en boca de una mujer!), y los dos mil también nos darán una partida de madre si no somos capaces de entender que NO significa NO; si no somos capaces de ejercer el respeto al cuerpo del otro y si seguimos perpetuando un discurso que culpabiliza a las mujeres por su forma de vestir, de caminar, o de actuar, o, “simplemente”, por existir. 
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Graciela Manjarrez (Ciudad de México)
Se graduó de la licenciatura en Letras hispánicas. Es docente en un bonito colegio privado, donde se dedica a formar lectores. Actualmente, escribe su largometraje de ficción para el diplomado de guión del Centro de Capacitación Cinematográfica.

@gmanjar
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