Plot Point - Revista
  • PORTADA
    • Textos de Portada
  • PERIPECIAS
  • ESCALETA
  • VOZ EN OFF
  • CONTINUARÁ
  • CORTE A
    • Contenidos multimedia
  • FICCIONES
  • ESPECIALES
    • 100 años Bergman
  • PLOT POINT TALKS
  • NOSOTROS
    • Directorio
    • Contacto
  • Blog

Continuará

Televisión: reseñas y análisis

La mentira que acordamos

11/23/2015

Comments

 
Por Carlos Tello de Meneses
Imagen
Imagen: Especial

Un proxeneta, ladrón, asesino, racista, misógino, mentiroso y manipulador. Al Swearengen es todo esto y más. Es un hombre vil y ruin capaz de cualquier cosa por solidificar su negocio y asegurar sus intereses. Es un villano de cabo a rabo y es, también, uno de los personajes más conmovedores y entrañables de la historia.
​
Al es el corazón y consciencia al centro de Deadwood, la obra maestra de David Milch. Sólo Tony Soprano y Walter White están a la altura de Al Swearengen en el panorama televisivo. El personaje interpretado de manera sublime por el inglés Ian McShane es fascinante en más de un sentido. Entender su lugar y función en Deadwood es esencial para desenmarañar el tema que es el núcleo de la serie. Al Swearengen se logra mover, sobrevivir y sobreponerse a todo lo que se le pone enfrente porque entiende a la perfección dos cosas: a sí mismo y las mentiras necesarias que acordamos para poder vivir en sociedad. Hace eco de la mentira vital de Henrik Ibsen en Vildanden 
(El Pato Salvaje); es decir aquellas que nos contamos a nosotros mismos y aceptamos como ciertas para poder sobrevivir.

Cuando David Milch concibió la idea original detrás de Deadwood esta exploración ya estaba presente. Sin embargo, el contexto era radicalmente distinto. No había ni Viejo Oeste, ni Al Swearengeans ni Seth Bullocks ni Salvejes Bill Hickoks. El contexto era el del antiguo Imperio Romano (en los tiempos de Nero) y sus protagonistas eran unos simples soldados que serían testigos de la llegada de la mentira más poderosa de los últimos 2000 años: el cristianismo. La serie hubiera explorado el choque brutal entre esta “nueva” ideología y el paganismo de la antigua Roma con sus protagonistas atrapados en medio. Pero cuando Milch presentó el proyecto a HBO descubrió que ya había otro programa similar en desarrollo, la Rome de John Milius, William J. MacDonald y Bruno Heller. Milch entonces decidió construir la serie, explorando los mismos temas, a través de otras mentiras de la magnitud de la religión: la legalidad (civilización) y el dinero. Además de Roma, sólo había otro contexto lo suficientemente poderoso, visualmente descriptivo y capaz de generar tanto las pizcas de desapego brechtiano como un lienzo lo suficientemente vasto para explorar temas similares: el Viejo Oeste americano.

Una de las características principales del western como género es la lucha entre dos sistemas de tradiciones. La civilización contra lo salvaje, las tradiciones antiguas contra las nuevas, la justicia contra la venganza. Esta oposición de valores es el elemento principal detrás del melodrama, así que no es sorpresa que la mayoría de westerns sean también melodramas. No obstante, el melodrama no es el género exclusivo del western, esto  es demostrado en películas como The Wild Bunch de Sam Peckinpah, donde estos elementos están presentes (la lucha del viejo mundo con el mundo moderno), pero por su tratamiento de personajes y destino las convierten indudablemente en tragedias.
​
​En Deadwood este choque no sólo es central, sino la fuerza detrás de cada conflicto en la serie. Dramáticamente la serie y sus personajes son tan ricos y complejos que es difícil lograr ponerle la etiqueta de “melodrama”, “tragicomedia” o incluso “pieza”, ya que un argumento puede ser hecho para cualquiera de estos géneros u otros. Hay que pensar solamente en el personaje de Salvaje Bill Hickok, cuyo destino y línea dramática es claramente el de la tragedia, o el de Seth Bullock que, tras la muerte de Bill, se acerca a lo que podría llamarse una tragedia de sublimación (que otros llaman tragicomedia).

El elemento más importante para clasificar el género de una obra es el poder verla en su totalidad, de principio a fin, lo cual es imposible en Deadwood, ya que su final fue el resultado de la cancelación y no del cierre “natural” que le hubiera dado su autor. 



​Al Swearengen, un personaje tan complicado de definir que por su complejidad emocional y renuencia al cambio podría ser un personaje de pieza, tiene momentos de cambios microscópicos y avances en sus raras muestras de piedad y entendimiento ajeno. El elemento más importante para clasificar el género de una obra es el poder verla en su totalidad, de principio a fin, lo cual es imposible en Deadwood, ya que su final fue el resultado de la cancelación y no del cierre “natural” que le hubiera dado su autor. Aún así, nos podemos guiar por aquellas entrevistas en que Milch ha admitido que de haber creado una cuarta temporada le hubiera dado un final agridulce a la serie y no el final desolador (y que encajaría perfectamente en el teatro de Ibsen o Strindberg) que tuvo. Un final donde los protagonistas tienen una pequeña victoria sobre el monstruo capitalista que es George Hearst. Por esta razón y porque el personaje de Hearst es lo más cercano a una representación de un sistema de valores como tal, me inclinaría a llamar a Deadwood un híbrido de universo melodramático con personajes de pieza.

Esta extraña mezcla es fundamental para poder explorar, con tal profundidad como lo hizo Milch, la naturaleza de las mentiras acordadas que plantó al centro de la serie. Uno de los elementos más persistentes del melodrama es aquella falta de consciencia de los personajes sobre sus propias naturalezas. En el melodrama puro los personajes son víctimas de sus circunstancias y sus pasados, con la acción directa, obvia e inevitable como la única herramienta que tienen para poder cambiar sus destinos. En los llamados “géneros realistas” la naturaleza de la acción es diferente y siempre es impulsada por el carácter del personaje. En Deadwood casi todos los personajes tienen un grado notable de consciencia. Personajes como Al, Seth y Wild Bill se conocen muy bien a sí mismos, conocen sus debilidades y conocen sus fortalezas, pero sobre todo conocen la naturaleza de su carácter. Gracias a esta constante introspección los personajes interactúan de maneras peculiares y son el terreno fértil para la exploración de esas mentiras acordadas.

A diferencia de la mentira vital de Ibsen, que es un mecanismo personal de protección de y para uno mismo, las mentiras acordadas de Milch son aquellas que involucran y sostienen a una sociedad. Mentiras acordadas como la Democracia, Dios, el Dinero y el Amor. Elementos construidos que aunque bien puede que no sean enteramente falsos, no son enteramente ciertos tampoco. Un conjunto de pactos tácitos que conectan a todos y de los que podrían parecer imposible escapar. Un círculo vicioso creado a consciencia y cuya negación resultaría en un desmoronamiento y caos. Los personajes en Deadwood se cuestionan constantemente estos pactos y tratos pero reconocen la vitalidad y necesidad de estos. Muchos se resignan a seguir viviéndolas mientras otros tratan de cambiarlas o suspenderlas, sufriendo severas consecuencias por ello. Al centro de la serie están también las relaciones, similitudes y contradicciones entre las muchas mentiras acordadas que sostienen a esta sociedad y que a veces obligan a los personajes a tomar partido cuando una se vuelve incompatible con la otra. Una vez asentado el polvo o una mentira acordada gana u otra nueva nace y la sociedad sigue. Como siempre.

Todos estos elementos aunados a las mejores actuaciones de las carreras de su elenco, los mejores guiones de su época y el genio de David Milch en su esplendor convierten a Deadwood en la mejor serie de televisión de todos los tiempos. Sólo Los Sopranos, The Wire y Breaking Bad están en la misma liga y el que la hayan cancelado sigue siendo uno de los mayores crímenes en la historia de la televisión. Cualquier fan y conocedor del arte televisivo tiene la responsabilidad de verla, por lo menos, una vez. 




Carlos Tello de Meneses (Estado de México, 1989)
Es guionista, maestro y artista marcial. Fundador del Mamastrofismo. Crea universos fantásticos  y diseña batallas y peleas compulsivamente. Actualmente estudia el Curso de Guión Cinematográfico en el CCC.
@GurthrogSolrac
Comments

    Archivo

    August 2018
    September 2017
    June 2017
    May 2017
    March 2017
    October 2016
    September 2016
    May 2016
    March 2016
    January 2016
    November 2015
    September 2015
    July 2015
    May 2015
    March 2015

    Categorías

    All

Powered by Create your own unique website with customizable templates.
  • PORTADA
    • Textos de Portada
  • PERIPECIAS
  • ESCALETA
  • VOZ EN OFF
  • CONTINUARÁ
  • CORTE A
    • Contenidos multimedia
  • FICCIONES
  • ESPECIALES
    • 100 años Bergman
  • PLOT POINT TALKS
  • NOSOTROS
    • Directorio
    • Contacto
  • Blog