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Televisión: reseñas y análisis

El hombre de la era de oro

3/22/2016

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Por Carlos Tello de Meneses
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Aunque pueda parecer extraño decirlo, la tercera era de oro de la Televisión norteamericana ha llegado a su fin. Hago esta sentencia no por un declive en la calidad de su producción, la cual sigue siendo robusta e incluso se habla de un punto de saturación de la televisión de calidad, sino porque los elementos que la componían y definían han sido sustituidos por otros.  Willa Paskin, crítica de televisión para el sitio Slate, acuñó el término de Peak TV* para hablar de esta nueva era. Definida por la diversidad y atención no sólo a las minorías sino por una diversificación de temas, géneros y puntos de vista que curiosamente escaseaban durante la llamada era de oro.

¿La principal causa de esta escasez? El género de esta era de oro fue el drama y su tema de estudio fue el hombre y la agonizante relevancia de la masculinidad clásica. Sólo hay que pensar en los programas que definieron a esta era y los hombres en el corazón de ellas: Los Sopranos, Six Feet Under, Breaking Bad, Deadwood, Mad Men, The Shield, Boardwalk Empire, The Wire.
 
Aunque muchas de estas series fueron notables por sus estructuras arriesgadas y descarnada narrativa, el gran atractivo de ellas fueron sus personajes. Creando un gran tapiz de protagonistas y antagonistas realistas, con moralidades complejas y llenos de defectos, estas series dieron a luz a muchos de los personajes más memorables de la televisión norteamericana. Los nombres de Tony Soprano, Walter White, Don Draper y Dexter Morgan resuenan en los oídos de cualquier fan de la televisión. 

Pero algo pasa al analizarlos a todos ellos. Al indagar dentro de sus motivos, sus miedos, pasiones, orígenes y contextos. Un patrón empieza a emerger: todos ellos están, de una forma u otra, perdidos. Esto no es precisamente novedoso por sí mismo. Un personaje que empieza su historia sabiendo perfectamente lo que es y dónde está resulta muchas veces menos interesante pero al profundizar dentro de las razones de estos naufragios emocionales se pueden ver muchos puntos en común entre estos personajes.
 
Muchos de ellos son hombres de familia, atrapados de una forma u otra por ésta. Todos son buenos, tal vez los mejores en lo que hacen, pero por razones internas o externas no logran estar en la cima o ser felices. Todos ellos se encuentran en conflicto constante con las instituciones y/o el sistema, ya sean estos la ley, la familia, la iglesia o la sociedad misma. Y, casi siempre, los personajes están en el final de una era. Esto último es fundamental para entenderlos, ya que muchas veces la razón por la que están perdidos viene de un sentido de relevancia perdida. Muchos de ellos se cuestionan cuál es su lugar en el mundo que están viviendo, se sienten obsoletos (muchos de ellos son de mediana edad) y marginados en una sociedad que paradójica y trágicamente no los necesita, pero tampoco sabe qué hacer con ellos. Al juntar todo esto podemos obtener el panorama de los problemas psicológicos y sociológicos del hombre americano actual.

Tony Soprano añora por una época que no vivió y que sólo conoce por los cuentos y memorias endulzados de sus mayores, siempre se compara a sí mismo y a los demás con el pasado, cuando los hombres eran fuertes y callados “como Gary Cooper”. Don Draper vive de las apariencias y del autoengaño cínico y consciente, con el nombre de un hombre muerto y como paladín del comercialismo y la mentira. Walter White es atormentado por la sombra de la mediocridad y la aplastante torre de su propio ego.
 
Incluso los hombres detrás de estas series, personajes con caracteres extremos y que parecieran tener un lugar natural dentro de sus propias narrativas. El descontento abismal de David Chase (Los Sopranos), la explosividad de David Milch (Deadwood), la vociferación incesante de David Simon (The Wire) son conocidas por todos en el medio.

Aún así, sorprende a muchos que Tony, Walter, Don y sus contemporáneos se hayan convertido en paragones de la masculinidad a los ojos de muchos.
 
¿Cómo sucedió esto?

Después de horas y horas de ver a estos personajes destruyendo a sus enemigos, mutilándolos y matándolos en los casos más extremos, de verlos burlarse de la autoridad, de las reglas, de las convenciones sociales. De verlos ganar una y otra vez. De verlos levantarse cuando perdían. De verlos probarse ser mejores que los demás. Después de todo esto es lógico que estos personajes, para nada loables ni dignos de admiración (más allá del ámbito artístico) se volvieran modelos a seguir para un sector considerable de la audiencia. Personas cuyas creencias misóginas, profundamente arraigadas en la sociedad occidental, salieron a flote.

Estos personajes sacaron lo peor de esta audiencia. Los personajes más odiados de estas series usualmente no eran los villanos o las fuerzas antagónicas, eran las esposas, las mujeres, las familias. Las leyes y el sistema que los "aprisionaba". Muchos fans de estas series atacaban en redes sociales a críticos de televisión que se atrevían a defender a personajes como Skyler (Breaking Bad), Margaret (Boardwalk Empire) o Carmela (Los Sopranos), y a señalar las hipocresías, defectos y comportamientos de los “héroes” de estas series. Esta virulenta respuesta sólo puso en evidencia algo que ya se sabía desde hace mucho tiempo: lo tóxica que es y sigue siendo esa anticuada idea de masculinidad que rige al hombre moderno.

Después de la Segunda Guerra Mundial el tipo de masculinidad que había definido al hombre por milenios quedó obsoleta. Aún así, sus reglas enraizadas con muchos de los principios decanos de la civilización moderna, siguieron gobernando las vidas de millones de hombres y mujeres. Reglas emocionalmente agotadoras y contradictorias que siguen alimentando los millones de feminicidios, abusos sexuales y ataque en contra de la mujer que vemos cada año.​

Después de la Segunda Guerra Mundial el tipo de masculinidad que había definido al hombre por milenios quedó obsoleta. Aún así sus reglas, enraizadas con muchos de los principios decanos de la civilización moderna, siguieron gobernando las vidas de millones de hombres y mujeres. 



Pero incluso entre los hombres más progresistas estas series también tocaron una serie de fibras que no sabían que estaban ahí. La idea anticuada de masculinidad ha perdido relevancia, pero su sombra e ideales han tenido una fuerte presencia  en la crianza de millones de hombres (y mujeres). Y aunque las ideologías sobre identidad, género y sexualidad en general han avanzado significativamente aún no se ha logrado llegar un consenso a lo que debe ser un hombre moderno.
 
Parecería limitante dicho consenso, contraproducente incluso, pero para un grupo de generaciones criadas con muchas ideas anticuadas el no tener un modelo o ideal al cuál aspirar hace que muchos se refugien en esas viejas y oxidadas ideas.

Greta Christina, una periodista y ensayista para los sitios Salon y Alternet, en su artículo 5 stupid, sexist things expected of men (5 cosas estúpidas y sexistas esperadas de los hombres) escribió sobre los efectos que el sexismo tiene también sobre los hombres, muchos de ellos víctimas secundarias, pero víctimas no obstante.

De las cinco cosas de las que habla Christina (Siempre estar listo y dispuesto a pelear. Ser buen proveedor pero ignorar las opiniones de la pareja. Tragarse sus emociones. Ser la parte dominante sexual. No ser percibido como afeminado u homosexual), cuatro de ellas pueden ser consideradas centrales para los programas emblemáticos de la edad de oro (la quinta, la que tiene que ver con la homosexualidad, ha sido desde hace mucho un elemento recurrente de la comedia americana).
 
Estas inquietudes, temores y confusión en general sobre el rol del hombre en la sociedad moderna lleva causando ansiedad desde hace tiempo. este aparente vacío ha estado rondando la cabeza de escritores y directores desde los 90s (películas como Fight Club o Falling Down son prueba de esto) pero su destilación y exploración profunda llegó hasta la década pasad, a través de la escritura de hombres como Chase, Milch, Gilligan y Weiner.

Tony Soprano, Walter White, Don Draper, todos ellos son hombres inteligentes pero peligrosos, dispuestos a pelear por sus objetivos y llevar sus acciones hasta sus últimas consecuencias. Muchos de los conflictos de sus series tienen que ver con su habilidad para proveer a sus familias, con las que siempre cumplen sus responsabilidades económicas, pero cuyas saludes mentales y emocionales quedan constantemente desoladas. Son hombres dominantes, que tienen el control y capaces de hacer lo que sea para mantenerlo. Hombres dispuestos a destruir y quemar todo para probar algo, para demostrar que no son innecesarios, obsoletos. La lucha de muchos de estos personajes es una de legitimización. Una lucha por un legado. Para exigir atención y vigencia.

En la comedia la incompetencia del personaje es común pero en el drama de “prestigio” (cómo se les empezaron a llamar a los programas del corte HBO) es intolerable que un personaje principal sea o incompetente o un cobarde. Pero lo que muchos de estos televidentes no lograron ver es que estos personajes son, en muchas ocasiones, sí son cobardes e incompetentes. Lo que brillantemente hicieron Chase, Weiner, Milch, Simon y Gilligan fue poner bajo el microscopio a estos hombres y mostrándolos como realmente son. Tony Soprano es un hipócrita, emocionalmente irresponsable y un sociópata. Walter White es un cobarde, un mentiroso y un mal padre. Don Draper no es Don Draper.
 
La respuesta sexista en contra de los personajes femeninos y a favor de estos protagonistas se debió a que muchos en la audiencia encontraron en estos programas un refugio emocional, una fantasía de cómo quisieran ser, sin prestar atención a todas las consecuencias y contradicciones que tenían estos hombres, quienes definitivamente no eran presentados por sus autores como héroes indestructibles y redentores del machismo que muchos en su audiencia querían creer que eran. Muchos de estos hombres están bajo la delirio de ser un grupo de marginados, de desprotegidos, rechazando cosas como el feminismo principalmente por miedo e ignorancia. Creen (ciertamente) que ya no hay un lugar para ellos. La tóxica naturaleza de la masculinidad clásica ha permeado sus vidas desde siempre y al no percibir un modelo con el cual sustituirlo se aferran con uñas y dientes, sobre todo porque a pesar de su toxicidad, el machismo es un modelo que los prefiere y privilegia. Claro, mientras puedan. Mientras no sean afeminados, o pacifistas o sensibles.

Este sector de la audiencia no puso atención al final de las series que tanto admiraban. Tony Soprano queda atrapado en un limbo de incertidumbre, con la muerte siempre acechando desde el otro lado de la mesa. Vic Mackey termina castrado, con sus alas cortadas, incapaz de hacer lo que ama y separado de su familia. Walter White muere desangrándose en el frío piso de una laboratorio improvisado, sosteniendo la única cosa que le queda. Al Swearengen se queda limpiando la sangre de una de sus prostitutas tras un roce con lo que es el verdadero poder.

Esa es la imagen verdadera de la tercera era de oro. Hombres rotos, esperando morir.

____________
*Anteriormente usado por un ejecutivo de FX para hablar sobre el problema que significa para las cadenas y estudios la abundancia de televisión de calidad. Al haber demasiada “buena” televisión, los programas tienen mayores problemas para destacar y capturar la atención del público, provocando que muchos se pierdan entre oleada tras oleada de contenido.
 


Carlos Tello de Meneses (Estado de México, 1989)
Es guionista, maestro y artista marcial. Fundador del Mamastrofismo. Crea universos fantásticos  y diseña batallas y peleas compulsivamente. Actualmente estudia el Curso de Guión Cinematográfico en el CCC.

@GurthrogSolrac
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